Refundación
Escuchar ahora que se va a refundar la CVG no debería sorprender a nadie, pues si hay algo que ha sabido hacer nuestra revolución es refundarse. Desde que comenzó, hace casi siete años, no ha hecho otra cosa que refundar la republica. Primero le cambió la constitución y el nombre, creó nuevos poderes y nuevas instituciones, redujo los ministerios y les cambió el nombre para luego aumentarlos a más de 25. El afán por cambiarle el nombre a las cosas no ha cesado desde que la espada de Bolívar comenzó a caminar airosa por todos los rincones de la patria. Descubrió el socialismo del siglo XXI, el ALBA, refundó televisoras comunitarias e internacionales, creo misiones, universidades que no arrancan, se ha inventado empresas petroleras y refinerías en sociedad con todos nuestros vecinos.
La revolución vive de ilusiones y éstas son efímeras, requieren renovarse constantemente. Hay que inventar nuevos proyectos, nuevas ideas y si no surgen nuevas ideas por lo menos hay que ponerles nuevos nombres a las viejas. El vicio por la nomenclatura es algo inherente al proyecto bolivariano. Necesita alimentar a diario la esperanza con nuevas utopías, necesita estar siempre comenzando. Hay que reconocer que la manía nominalista les ha dado dividendos. De qué otra forma la gente aceptaría que después de tantos años de gobierno todavía digan que los problemas son de vieja data y no se pueden corregir tan rápido, que las carreteras se caen en pedazos por descuidos en los manidos 40 años del puntofijismo. ¿Cómo logran generar la sensación de que ellos acaban de llegar y nada malo que pase es su responsabilidad?
Así se acepta que el ministro de Energía y Petróleo necesite seis años para descubrir que los Convenios Operativos de PDVSA son nocivos para la nación o que el titular de Mibam venga a refundar la CVG después de casi siete años gerenciándola a través de cinco presidentes revolucionarios. Es una especie de borrón y cuenta nueva, barajamos la partida y empezamos de nuevo.
La comiquita pasa por las fiestas patrias, la fecha de fundación de las ciudades, los héroes que merecen el olimpo, en fin, la refundación es total. Con este divertimento de crear cosas nuevas, y si son polémicas mejor, la revolución entretiene a partidarios y adversarios por igual, poniendo al país a discutir cosas superfluas todo el tiempo.
Lo bueno de todo esto es que la revolución no avanza, asusta pero no avanza. Critica al imperialismo mientras recurre a las transnacionales para alimentarse de la renta petrolera que es su oxígeno. Refunda, recomienza, redignifica al pueblo, vuelve a empezar una y otra vez mientras el país se hunde en la miseria. No es capaz de crear empleos productivos. Reparte dinero entre reservistas en vez de darles empleo para reparar la infraestructura. No hay que asustarse amigos, la revolución estará siempre comenzando.
La única salida es que las verdaderas víctimas de la revolución bonita se den cuenta de cómo los usan y se rebelen. Las verdaderas víctimas son los dignificados, los pobres, ellos son la carne de cañón en la que se sustenta la revolución refundada, son los que viven alimentando la esperanza de que el mañana será mejor, mientras los subsidios que les dan sólo les alcanzan para el día a día. Cuando se alcen, al entender que comiendo nada más nunca saldrán de pobres, sino que se requiere un empleo estable y productivo. Entonces, cuando llegue ese día, se acabarán los cuentos de camino y empezaremos a dar pasos en la difícil tarea de refundar un país destrozado.