Opinión Nacional

Luz en la calle, sombra en la casa

No existe hogar, quizás en el mundo, donde esta expresión no se haya repetido muchísimas veces. En nuestra casa, la de Armando y Beatriz, era muy frecuente que cuando a alguno de los hijos lo invitaban a la de un amigo, al regreso, la madre del amigo exageraba las loas sobre el comportamiento nuestro y al irse los anfitriones, nuestros padres siempre repetían la frase del título.

Cada día con más frecuencia, recordamos estos eventos infantiles cuando recibimos las noticias del desempeño del huésped de Miraflores cuando visita otros lares.

Resulta triste el empleo de un discurso doble cuando se habla de manera incontinente para la audiencia nacional, que difiere de manera medular a sus peroratas en los foros internacionales o ante las ruedas de prensa que no se atreve a facilitar en nuestro país.

Resulta contrastante, de manera vergonzosa, la forma como se desarrollan las giras presidenciales y lo que se proclama como la forma de vivir adecuada para los ciudadanos del país.

Resulta chocante, para todo ciudadano que no puede obtener un pasaporte y tiene que esperar varias horas para abordar aviones donde se les brinda la peor atención, que el primer mandatario viaje con una corte propia de personajes que nunca han tenido cabida dentro de las expectativas venezolanas.

Resulta ofensivo que nuestros funcionarios lleguen a hoteles y a habitaciones que están vedadas para la casi totalidad de los hombres y mujeres de la tierra, mientras los habitantes del país apenas pueden alojarse en magras habitaciones de las maravillosas posadas que nos informa Valentina Quintero.

Resulta rocambolesco que nuestros ministros estén ofreciendo en nombre del presidente, a todos los pueblos de la tierra, dádivas y prebendas que no sabemos si pertenecen al mundo del despilfarro o al de la corrupción, donde Venezuela ha obtenido calificaciones poco honrosas.

Resulta denigrante para todos nuestros hombres y mujeres que se regalen viviendas, hospitales, escuelas, monumentos, vías de comunicación y tantas otras obras de mejoramiento de las condiciones de vida a los habitantes de otros países, mientras nuestros pobladores lo hacen en condiciones realmente inaceptables.

Resulta paradójico que Venezuela trate de adquirir desde Argentina y con asistencia iraní un reactor atómico, mientras la bomba de cobalto que tiene el IVIC desde hace cincuenta años, creemos que permanece inactiva.

Resulta penoso constatar, a través de las costosas trasmisiones de allende los mares, la cantidad de falsedades e inexactitudes que se propagan en los foros y en las intervenciones ante periodistas y nacionales de otros países.

Creemos que ha llegado el momento de exigir respeto hacia los venezolanos.

Los ricos y los pobres, los cristianos y los ateos, los letrados y los que no lo son, los civiles y los militares, los que adversan y los que respaldan a este absurdo proceso, deben ser tratados como iguales. Como lo establecen las leyes, como lo exige la condición de país civilizado.

Las palabras que hemos empleado para titular estas líneas son adecuadas para la historia familiar, pero son inaceptables para el desempeño de funcionarios que tienen perfectamente definidas sus obligaciones.

El abuso tiene sus límites, mejor dicho, no es aceptable.

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