Opinión Nacional

La revolución bolivariana al descubierto

En esta Nueva Etapa el que está conmigo, está conmigo,
el que no está conmigo está contra mi”.

Hugo Chávez Frías, 12 de noviembre de 2004

Preliminar

La invitación que nos formulara la Coordinadora Ciudadana y su Presidente, Guillermo Velasco Arzac, pidiéndonos dictar la conferencia magistral de este Congreso, y la presencia calificada de los precandidatos y dirigentes políticos de los partidos y de las más importantes organizaciones de la sociedad civil mexicana quienes se han dado cita para presentar sus propuestas sobre “Combate a la pobreza y progreso solidario”, no pueden menos que comprometer mi permanente gratitud.

Se nos ha hecho un encargo difícil. Se trata sólo de nuestra voz, comprometida y militante y esta vez reclamada para que les hable sobre lo que hoy pasa en Venezuela.

La razón del evento y su título, y el análisis de las distintas propuestas inspiradas por las opciones partidarias del PAN, del PRD, de Convergencia y del PRI, entre otras, nos obligan, por ende, a una reflexión introductoria objetiva, sobre el tiempo de transición y de incertidumbre que nos acompaña y que es producto de una descomunal e inédita inflexión histórica; lo que es más grave, se trata de un hecho que no de una circunstancia y el mismo interpela gravemente a nuestras democracias desde la acera misma de la democracia.

Venezuela, con su especificidad, no es otra cosa que un punto de referencia; o si se quiere, en medio de su drama, es apenas un efecto reflejo – que no una alternativa consistente – de fuerzas históricas complejas y en curso, que vienen afectando a todo el Occidente. Sabemos, en todo caso, que la “urgencia de los concretos” – el trabajo, la comida, la vivienda, el refugio contra la inseguridad que acecha – corre en línea contraria a la reflexión sobre los abstractos, como oportunamente lo advierten Benavente y Cirino, autores argentinos del reciente libro sobre La democracia defraudada.

Empero, si a la gente común, a los huérfanos de todo y en especial de los desheredados del afecto, no les podemos reclamar paciencia dadas las necesidades vitales insatisfechas que les aquejan y determinan sus precarias existencias, no por ello la fragua de ideas, de alternativas prácticas y de opciones serias y sustentables – comprensivas de los tiempos nuevos – deja de ser tarea fundamental e impostergable para los políticos y para los ciudadanos: sobre todo para quienes creemos y amamos a la democracias más allá de los gestos; para quienes somos concientes de que no existen respuestas sanas y gobernables en el terreno de las aventuras o prohijadas por los populismos autoritarios de muy vieja data: esos que de tanto y en momentos de anomia renacen como expresiones mesiánicas y autoritarias para reescribir la historia y para explotar miserias y desgracias de todo género sin aportarles solución de fondo.

He de decirles, pues, lo elemental. Asistimos a un proceso de globalización o de mundialización de las relaciones humanas, situado más allá de lo mercaderil y que es obra, gústenos o no, de cambios tecnológicos y en las comunicaciones muy profundos y sin precedentes.

El ingreso a la Era de la Inteligencia Artificial y el carácter hoy residual de los referentes materialistas y/o espaciales conocidos han hecho trizas buena parte de los legados políticos e institucionales que nos dispensaron la Ilustración y el racionalismo. Pero la integración acelerada y la compactación universal de desafíos inéditos y conmovedores: piénsese en la cibernética y en el mapa genético de los seres humanos, corre pareja a la compactación universal de los problemas: la pobreza y la inseguridad global entre otros y a la severa desintegración de lo estatal, en el plano de lo político y de sus instituciones.

Como lo apunta Luigi Ferrajoli, uno de los más lúcidos teóricos europeos del Derecho y de la política, presenciamos la emergencia factual de “instancias de autonomía política fundadas en reivindicaciones localistas y comunitarias nacionalistas, étnicas o religiosas, entendidas como factores de identidad cultural”. Pero lo común a una y otra tendencias, la globalización y la universalidad de lo local, es nada más y nada menos que la “crisis del Estado nacional”, por ende y de modo inevitable, el agotamiento de sus correas naturales de transmisión: los poderes públicos y los partidos políticos.

Demasiado grande, complejo, burocrático y “clientelar” es hoy el Estado para ocuparse y entender la vida y los problemas individuales del hombre y de la mujer comunes; quienes sólo saben – lo diría Unamuno – de “patrias de campanario” y para quienes nada significan las “patrias de banderas”, artificios de la modernidad y sin mengua del genio de sus creadores revolucionarios. Mas, en contrapartida, trátase también de un Estado que desde ya resulta demasiado débil e incompetente para hacerle frente a lo que otrora fueran sus obligaciones primarias o fundamentales: el mantenimiento del orden. “Ninguno de los problemas dramáticos de nuestro tiempo – lo recuerda Ferrajoli al ejemplicar con los supuestos de la paz, la tutela de los derechos de libertad y de supervivencia, la regulación del mercado y de las comunicaciones, la seguridad contra la criminalidad y el terrorismo, la defensa del ambiente – puede ser resuelto fuera del horizonte internacional”.

Es esta una realidad condicionante y que nos condiciona, a mejicanos y venezolanos, a todos quienes pisamos el suelo de la aldea global. Son sus manifestaciones referencias para la consideración y para la acción impostergables.

La anomia, la recreación del tiempo medieval con sus particularismos, bien podrían ser para ciertos analistas alternativas o respuestas válidas a los acusados peligros de la globalización, que es un factum, gústenos o no. Pero puede representar o estar expresando, quizás, efectos o meras consecuencias, sin ser alternativas o contrapesos reales al fenómeno de lo mundial. Miguel de Unamuno, eximia pluma de la hispanidad y a quien he citado, decía a finales del lejano siglo XIX y a comienzos del XX fenecido, sobre el crecimiento paralelos del sentimiento cosmopolita y del apego a la pequeña región nativa: “A medida que se ensancha la gran patria humana – escribe el autor – se reconcentra lo que aquí se llama patria chica o de campanario. Parece como que se busca en el apego al terruño natal un contrapeso a la difusión excesiva del sentimiento de solidaridad humana”.

En suma, es la oposición corriente y en boga entre el sueño cosmopolita que imaginara Kant, pendiente de su realización, y esta suerte de desarraigo en explosión: de “regresión premoderna a una sociedad internacional y a comunidades infraestatales desreguladas y salvajes, en conflicto entre sí”. Diríamos, en lo personal, que es la oposición entre el inevitable fenómeno de la Humanidad, identificada en sus sueños y en sus carencias vitales como género humano, alimentada por lo tecnotrónico, y la emergencia de solidaridades primarias fundamentalistas: la etnia, la religión, el clan o el conciliábulo que se “refosilizan” en los mitos de la historia; pero revulsivas aquéllas por ser derivados del miedo antes que de la razón y desde cuando perdimos al Estado y a la ciudadanía como referentes integradores de nuestra socialidad.

En conclusión, para no hacer larga esta consideración básica, asistimos a una transición domeñada por extremos y por extremismos, que mora en la espera de respuestas constitucionales a la altura de la civilización cósmica en cierne. Y esas respuestas ni las tenemos ni han sido proyectadas, más allá de los diagnósticos.

En cuanto a lo global, las tendencias autoritarias toman cuerpo en la misma medida en que el primitivismo o la tendencia a la “autojusticia” se ha hace presente – siguiéndonos por el ejemplo de Hobbes y El Leviatán – cuando el Derecho y los pactos o consensos sociales pierden su efectividad normativa, por ajenos a la verdad. Y más allá de la crítica a la globalización o del planteamiento de los extremos, no se aprecia una corriente seria, concreta y animada por la voluntad política, que aspire darle vida, aún a destiempo, a los paradigmas que acerca de la paz y de la seguridad internacionales y el respeto y la garantía internacional de los derechos humanos nos dictó como presupuestos supra-constitucionales la Carta de San Francisco, desde 1945.

Repetimos y reiteramos con las palabras de Ferrajoli: “No se han elaborado hasta ahora formas institucionales y constitucionales a la altura de la globalización, formas capaces de asegurar, a través del gobierno de las numerosas interdependencias que caracterizan las relaciones internacionales, la paz, la igualdad y los derechos fundamentales de los pueblos y de las personas”; entre éstos, agregaríamos nosotros, el urgente y humano derecho a la democracia política y a la democracia social, garantizadas de conjunto y asumidas como partes de una misma cosa.

En lo interno de nuestra localidad, peor todavía y de cara a la metástasis social y nacional en avance, sólo nos hemos limitado al discurso represivo contra todo aquello que, por disolvente, mitológico u oportunista, sentimos que mengua nuestro patrimonio logrado. Y siguen pendientes las respuestas que en el mismo ámbito constitucional e institucional satisfagan lo elemental: Admitida como paradigma la democracia liberal – cosa distinta del neoliberalismo tan cuestionado – y reconocida, por obra y como consecuencia del agotamiento bipolar, la estéril e inexistente oposición entre la llamada democracia formal – propia de los occidentales – y la democracia o las democracias populares o reales amamantadas por el comunismo viene al caso el entendimiento de la democracia y la valoración de su funcionamiento dentro de nuestras pequeñas comarcas.

Giovanni Sartori, al preguntarse sobre el significado de este sistema político de gobierno, la democracia, que ha dejado de ser tal en la búsqueda de ser lo que es: derecho humano de los pueblos, bien dice que al perder ésta sus enemigos escatológicos y externos – el comunismo con reino de los fines, el derecho hereditario o divino, o los regímenes de espada – y al no tener una antilegitimidad que la confronte, se ha destapado la caja de Pandora de sus problemas internos. Pero pensamos, en nuestra perspectiva, que esto es así porque también ahora tiene lugar una movilización humana y social, nacida del viejo quehacer político y partidario, que da cuenta de reclamos, exigencias y críticas propias a la madurez y que, paradójicamente, concita el miedo de sus autores: los políticos y los partidos.

En síntesis, hasta tanto y entre tanto no lleguen las respuestas y hasta tanto y entre tanto las alternativas no se hagan presentes, cobrarán espacios los mitos y encontrarán terreno fértil los traficantes de ilusiones, los hacedores de llamado “populismo revolucionario”. Y ello no es culpa de los desheredados. Juan Pablo II, hablando a la Academia Pontificia de las Ciencias Sociales, dijo sabia y pedagógicamente que “el problema no es de la globalización”, sino la ausencia de mecanismos que le den dirección y que la orienten hacia la persona humana: “centro y fin de todas las instituciones en que se desarrolla la vida en sociedad”. El reto, pues, lo tenemos allí.

Haré referencia o mención, entonces, al mito que ha hecho presa de la realidad de Venezuela en su particular momento y que, más allá de los contenidos de la célebre Constitución de 1999, que cambiara incluso el nombre de nuestra República para llamarla República Bolivariana, tiene su asiento en el modelo que la descubre e interpreta de manera auténtica y que lleva por nombre “La Nueva Etapa y el Nuevo Mapa Estratégico de la Revolución” y cuyo autor es Hugo Chávez, Teniente Coronel del Ejército venezolano, presidente electo mediante votación popular y otrora, en fecha aún reciente, responsable de los golpes de Estado de 4 de febrero y de 27 de noviembre de 1992.

I

El 12 y 13 de noviembre de 2004 se realizó, en Fuerte Tiuna, sede de la Fuerza Armada venezolana, un Taller de Alto Nivel organizado y dirigido personalmente por el Teniente Coronel (Ejército) Hugo Chávez Frías, Presidente de la República, con el objeto de producir “los diez grandes objetivos estratégicos” que marcarán, en su criterio, La Nueva Etapa de la Revolución Bolivariana: guía de navegación para los años 2005 y 2006, cuando concluirá, formalmente, el anormal período constitucional en curso.

Dos documentos fundamentales contienen el diseño y explican los objetivos específicos y las herramientas de esa suerte de “Nuevo Mapa Estratégico”, como igualmente se le llama al trabajo de reflexión y a la suma de las decisiones adoptadas por Chávez Frías en tal circunstancia: Uno es el discurso de presentación del propio mandatario, y otro es el documento publicado el 17 de noviembre siguiente que, según se revela en su encabezamiento, “contiene los objetivos estratégicos definidos” por el mismo Jefe del Estado. Y su inspiración, como éste lo revela ahora y sin reservas, no es otra que el ideario que fuera causa y “producto de un hecho histórico y de una planificación estratégica”: los golpes de Estado “del 4 de febrero y del 27 de noviembre de 1992”; ideario acerca del cual sólo se planteó un dilema todavía no cerrado, es decir, imponerlo “por la vía pacífica o la vía armada”.

Reingeniería constitucional para el Estado totalizante y personalista

La lectura concordada de ambos documentos no deja espacio para las interpretaciones menudas, dado que, sin ambages, ellos descubren y muestran el rostro auténtico – hasta ahora oculto o sinuoso – de la revolución “chavista” y plantean una suerte de “reingeniería” constitucional fáctica para la Venezuela Bolivariana o, cuando menos, señalan los alcances interpretativos que, en lo sucesivo, habrán de tener las reglas de la Constitución de 1999.

Tanto es así que dichos papeles oficiales, originados y soportados en el control que desde ya ejerce el gobernante venezolano sobre la totalidad de los poderes públicos constituidos, se permiten, sin una nueva apelación al Poder Constituyente, disponer medidas para la “conformación de la nueva estructura social” de Venezuela, “la construcción del nuevo modelo democrático de participación popular”, la “creación de la nueva institucionalidad del aparato del Estado” y del “nuevo sistema económico”, entre otros objetivos.

Si bien, en lo nominal, se trata de un arbitrio presidencial o de Gobierno, La Nueva Etapa se toma la licencia de adoptar medidas para la reorganización institucional y operativa de los otros poderes: el Sistema de Justicia, la Contraloría General de la República, el Ministerio Público, así como para el rediseño de “la estructura funcional del Estado en todos sus niveles” y la construcción de “la nueva institucionalidad revolucionaria municipal, estadal y nacional, la cual fortalezca el poder popular” e institucionalice “las misiones” creadas con el apoyo de Cuba, a fin de darles “sustentabilidad”.

La idea del Estado unitario, totalizante y personalista no merma en la reflexión de Chávez, antes bien se afirma como ambición y a un punto tal que, durante su señalado discurso, dirigiéndose a los Gobernadores de Estado y a los Alcaldes Municipales presentes los intima de manera directa: “De aquí nadie debe retirarse hasta que no termine la última letra de esta reunión, y yo les ruego la máxima atención a todas las exposiciones y les ruego que tomen nota”. Luego los previene, sin más: “Aunque no puedo destituir a alcaldes, ni a gobernadores, si puedo hacer otras cosas ¿no? Quiero que sepan que en esta nueva etapa el que está conmigo, está conmigo, el que no está conmigo está contra mí”.

Hacia la demolición de las viejas ideas y de los viejos hombres

En su introducción discursiva Chávez recrea sus palabras, in extensu, a partir de la obra clásica Los Miserables, de Víctor Hugo y recuerda el diálogo entre el Obispo Myriel y un anciano moribundo quien había participado de la Revolución, para luego decir con éste lo esencial: “No me creo con el derecho a matar un hombre, pero me siento en el deber de exterminar el mal”.

El mesianismo, pues, aflora como constante y guía de La Nueva Etapa. “No son los hechos, no es la superficie lo que hay que transformar, es el hombre”, ajusta Chávez antes de imaginarse y describir, a partir de él mismo, el hombre nuevo que se propone construir. “Yo a veces entro en conflicto tremendo con Dios y creo mucho más en Cristo, el ser humano, Cristo el hombre, pues”, se dice a sí para destacar todas las renuncias que debe asumir un verdadero líder revolucionario.

Para él, en efecto, no puede ser un hombre de la revolución quien se preocupe de los ataques que pueda recibir “la familia” ni aquél quien aduce que “la mujer me va a pegar o se va a poner brava conmigo” o “los hijos se me van a alejar”: “El que tenga esos temores no puede ser un líder revolucionario, es imposible que lo sea y no sirve para ser alcalde revolucionario, ni sirve para ser gobernador revolucionario. No sirve para ser nada”, concluye el mandatario.

De allí que La Nueva Etapa se proponga “ir conformando sólidamente” a este Hombre Nuevo en “su estructura mental, ideológica; su estructura espiritual, moral”. Pero mal se podría tratar, en el caso, de un hombre redimido o convertido, o de un hombre que esgrima su unicidad en la diversidad o defienda el carácter inmanente de su dignidad, tal y como lo dicta la cultura cristiana y occidental. Porque de lo que se trata, lo dice el propio Chávez, es de la fragua del hombre con conciencia “adquirida”, ceñido al credo de la revolución y que se forme “aprendiendo del colectivo, aprendiendo del pueblo, utilizando esa poderosísima arma que es la dialéctica”.

La instrucción dirigida a sus colaboradores y a los responsables de La Nueva Estrategia Comunicacional no se hace esperar. Es muy precisa según el gobernante venezolano: “Divulgar y contribuir a la formación e identificación de la población con los valores, ética e ideología de la Revolución Bolivariana” y “desarrollar acciones comunicacionales de promoción de valores, ética e ideología bolivariana”.

Dicha iniciativa, sin embargo, no podría cristalizar en el marco de un orden signado por la tolerancia y, por lo mismo, al referirse a La Nueva Estrategia Militar Nacional, dentro de un modelo que predica la unión del pueblo y las Fuerzas Armadas, Chávez fija como objetivo de su gobierno “educar a la población en los principios militares de disciplina, amor a la patria, y obediencia”.

En suma, La Nueva Etapa, aquí sí, no hace sino realizar el cometido de estirpe hegeliana que dicta la Constitución de la República Bolivariana en su artículo 3 y a cuyo tenor corresponde al Estado, dentro de sus fines esenciales, “el desarrollo de la persona”. De modo que, de tal forma también se explican así las iniciativas oficiales de reciente data – anunciadas por el Ministro de Educación, Cultura y Deportes, Profesor Aristóbulo Istúriz – para la conformación del Estado Docente, que con el apoyo del pueblo organizado hará suya la conducción plena de todos los establecimiento educativos y la definición de contenidos programáticos compatibles con los valores de la revolución (artículos 1 y 102 constitucionales): “Regulación del estudio de los nuevos valores de la democracia participativa en los planes de estudio de la educación básica”, es la herramienta que dispone, expresa y textualmente al respecto, el documento de La Nueva Etapa.

El poder de los pobres: eje de La Nueva Etapa

El encumbramiento del Estado, su conducción unitaria y personal así como la fragua, mediante los instrumentos de la comunicación social, de la educación o de la instrucción militar, de un Hombre Nuevo, por importantes que sean, parece entenderlos Chávez como instrumentales a un objetivo fundamental que justifica a la revolución – como ruptura – y a sus medios, fuesen los que fuesen: “Dar poder a los pobres” para eliminar la pobreza y todo ello dentro de una línea estratégica que junto a la señalada “debe dominar todo el plan”, La Nueva Etapa: la igualdad, “lograr una sociedad justa, de iguales”.

A tal propósito, La Nueva Estructura Social, que es el objetivo primero de El Nuevo Mapa Estratégico, habrá de realizarse en línea con distintos objetivos específicos que se resumen en la idea de la preeminencia de “los derechos sociales” y su disfrute universal: resolviéndose, a favor de éstos y de un modo regresivo, la añeja diatriba que al principio oponía tales derechos a los de primera generación: civiles y políticos, subordinándolos a éstos y que hoy, según la doctrina universal y los tratados internacionales en vigor, coexisten en paridad: por interdependientes y necesitados, recíprocamente, los unos de los otros.

Chávez dice alejarse de las utopías y pide a sus colaboradores sólo “avanzar” – pero “avanzar aceleradamente y en mayor profundidad” – hacia el objetivo planteado: “la sociedad de iguales” producto de “una revolución social”. Mas ello no ha de significar, como lo recuerda también el Presidente, modificación del norte establecido, aun cuando desde el punto de vista táctico se vaya “avanzando pasito a pasito” y si necesario “de vez en cuando echando para atrás”.

Las páginas de El Mapa Estratégico plantean objetivos que van desde el “combate a la inequidad social”, “la exclusión” y “la pobreza”, pasando por el mejoramiento y aumento de “los niveles educativos”, la democratización del “acceso a la educación inicial”, “la eficiencia del sistema integral de salud pública” y “la prevención de las enfermedades endémicas”, para llegar a la exigencia de “apoyar e impulsar los órganos de protección de niños, niñas y adolescentes” y dar “acceso a la vivienda y a los servicios urbanos”.

El discurso de Chávez, empero, revela lo que como obra de su experiencia y luego de seis años de gobierno ha derivado en frustración personal: “Sobre los niños de la patria (…) nosotros estamos en deuda”; “el Ministerio de Salud, eso no ha servido para nada, ahí ha habido planes, yo les he dado recursos”; “el problema de las drogas es un problema gravísimo (…) yo quiero ver resultados”; en fin, “Chávez no puede ser el alcalde de toda Venezuela”. Los datos sobre el incremento de la pobreza y la marginalidad durante su mandato, período durante el cual el Estado recibió recursos por concepto de ingresos petroleros nunca antes imaginados, son dramáticos.

La culpa de la ineficiencia institucional y de sus efectos sobre la inequidad social tienen para el Presidente, en todo caso, una clara explicación, quizá la única por manida: el “modelo económico”, cuya transformación – lo reconoce Chávez – “no se decreta, eso es lento y hay que darle y darle y darle, pero hay que saber que eso es lento”.

En consecuencia, la conformación de La Nueva Estructura Social se concreta, según los documentos de La Nueva Etapa, por una parte, a un elemento mítico, movilizador y de neta extracción ideológica: el fortalecimiento de “la identidad, la autoestima y la autogestión de los pueblos indígenas” y el “valorar y reconocer las historias, las culturas y conocimientos tradicionales y autóctonos”, dentro de cuyo contexto signado por lo “endógeno” queda situado el señalado Estado docente bolivariano: que se expresa, según el discurso presidencial, en “las escuelas bolivarianas”, “la universidad bolivariana”, “los liceos bolivarianos”. Por otra parte, se concreta o reduce La Nueva Estructura Social a una herramienta de efecto coyuntural pero, ineludiblemente, llamada hacia la institucionalización (léase, institucionalización de la coyuntura o de la emergencia social permanente) y de suyo políticamente ‘domesticadora’: “las misiones” cubanas Barrio Adentro, Robinson, Ribas, Sucre, Guaicaipuro, etc.

Chávez entiende las misiones, así, más allá de lo propiamente social: la erradicación de la pobreza. Las sitúa, mejor aún, como el arma para “la conformación de La Nueva Estructura Social” . La misión, a la luz de La Nueva Etapa, surge como el paradigma, es la semilla para dar “poder a los pobres”. Se trata, pues, de un compromiso para “consolidar, fortalecer, apuntalar y profundizar, perfeccionar y avanzar” con las misiones y que habrá de asumir cada Alcalde revolucionario. Por ende, el reclamo presidencial, otra vez, no se hace esperar en procura de la mayor solidaridad de sus seguidores con las necesidades de las legiones cubanas. Los médicos cubanos, observa Chávez en su discurso, “duermen en el suelo, no chillan por nada y tienen una experiencia, en Angola, en Centroamérica, muchos de ellos en África y han vivido situaciones peores pero eso no es justo”.

Las misiones sociales, a fin de cuentas, derivarán conforme al dictado de La Nueva Etapa en “comités de salud, casas de alimentación”, “mesas técnicas de servicio como medio de ejercicio de gobierno participativo”; organización de las misiones, asimismo y según lo indica el llamado Nuevo Modelo Productivo a que daría lugar la creación del Nuevo Sistema Económico, como “unidades de producción de economía popular” y propiciadoras del “autoempleo”.

II

La Nueva Estrategia Comunicacional, descrita en los documentos gubernamentales sobre La Nueva Etapa: El Nuevo Mapa Estratégico de la Revolución Bolivariana para los años 2005-2006, no concitó mayores comentarios por parte del Jefe del Estado durante su exposición de noviembre pasado, en Fuerte Tiuna. Todo lo que había que decir, en lo particular acerca de los medios de comunicación social privados, estaba dicho por el señalado mandatario a lo largo de su primer y segundo período constitucionales.

La sanción de la Ley Mordaza o Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión, que le otorga al Estado el control sobre los horarios y contenidos programáticos e informativos de dichos medios privados entre las 5 a.m. y las 11 p.m. de cada día, hacía inútil cualquier otra referencia al respecto. Y, si se trata de la reciente Reforma Parcial del Código Penal, que consolida y agrava en sus penas los delitos de desacato u opiniones que afecten a los funcionarios públicos o que mantengan, por ser falsas, en zozobra a la colectividad: ´criminalizándose’ así la disidencia, podría decirse lo mismo.

Quizás, la única referencia documentada al respecto no sea otra que la relativa a la “creación de la red de los centros de poder popular, a fin de “reforzar el empoderamiento popular en materia comunicacional” y a propósito de la Ley Mordaza o de cara al control por el Gobierno de la prensa no oficial.

Hacia la fragua del Estado comunicador, inhibidor del imperialismo y promotor de la revolución

De modo que, en el plano de lo discursivo, Chávez se limitó durante su explicación del documento sobre La Nueva Etapa a dos aspectos sólo de la comunicación gubernamental: (1) La autorización a sus seguidores para que declaren y eviten pensar en lo adelante que como “Chávez es un comunicador, entonces, yo me repliego. (2) La exigencia para que le expliquen a la población las decisiones negativas, como los incrementos inevitables de los precios agrícolas y comestibles o los del Metro, insistiendo en que a través de las Casas de Alimentación podían adquirir sus alimentos con cero inflación.

Las láminas que fijan los objetivos y herramientas de La Nueva Estrategia Comunicacional, sin embargo, son prolijas. En ellas se descubre el sentido y propósitos de la comunicación pública o estatal que se plantea la revolución. La Nueva Etapa implicará, así, “potenciar las capacidades comunicacionales del Estado” y “fortalecer los medios de comunicación públicos” (redes regionales de TV, portales web de las instancias locales y regionales de gobierno y “potenciación del portal” del Gobierno Nacional, Agencia Bolivariana de Noticias, habilitación de radios comunitarias, Tele Sur, página web de las misiones cubanas etc.), con miras a dos objetivos fundamentales: uno, “promoción de valores, ética e ideología bolivariana”, en modo tal de que se pueda “divulgar y contribuir a la formación e identificación de la población con los valores, ética e ideología de la revolución bolivariana”; otro, “desarrollar [una] estrategia de divulgación e información hacia los EE.UU para neutralizar elementos de acción imperial contra Venezuela”.

En suma, se trata de una Nueva Estrategia que, como lo dice y no lo ocultan los documentos oficiales del caso, busca “conformar matrices de opinión favorables al proceso”. De allí que, dentro de las herramientas cuente la “creación de grupos de formadores de opinión, comunicólogos e intelectuales” que le sirvan al Gobierno para tal propósito. Y, como el proceso, según lo visto, desborda los límites de lo nacional para insertarse en un ámbito de confrontación revolucionaria y comunicacional con el exterior, se cita como parte de la estrategia oficial para impulsar El Nuevo Sistema Multipolar Internacional la articulación de una “red internacional de apoyo a la revolución bolivariana” y también la organización en el extranjero “de los diversos actores sociales en el marco del modelo de desarrollo endógeno socio-popular”: vale decir, el establecimiento, bajo patrocinio del Gobierno de Chávez, de relaciones que desborden lo diplomático e intergubernamental y permitan el vínculo entre la Revolución Bolivariana y los movimientos o personas que en otros países compartan sus ideales.

Democracia participativa, sin partidos ni contrarrevolución

La consolidación de un Estado totalizante, que permita forjar el Hombre Nuevo: hecho a imagen y semejanza de la Revolución Bolivariana, que entienda el carácter bienhechor de las ´misiones cubanas´ traídas por Chávez a Venezuela y que permita, como lo expresa la documentación oficial, “trascender – destruir ¿? – el modelo capitalista”, no sería viable sin un cambio y sin un control profundo sobre las fuerzas políticas e ideas que puedan oponérsele. De modo que La Nueva Etapa mal podía no plantearse como parte de El Nuevo Mapa Estratégico incidir en o procurar el cambio de los contextos políticos interno y exterior dentro de los que fluye y se desenvuelve la revolución.

La Revolución, lo dijo Chávez en su relectura de la obra Los Miserables, ha demolido en lo interno el viejo régimen, pero no las ideas. De modo que, a la luz de su discurso y de cara a la oposición política venezolana, el planteamiento presidencial insta, en primer lugar, a no subestimar la fuerza opositora dado que le atribuye una suma de 4 millones de votantes; y fue derrotada durante el referéndum revocatorio del 15 de agosto pasado – según el mismo Presidente – por obra de la Misión Identidad y con el apoyo de Fidel Castro: “Si no hubiéramos hecho la cedulación, ¡hay Dios mio! yo creo que hasta el referéndum revocatorio lo hubiéramos perdido (…). Empecé a pedirle apoyo a Fidel (…) y me dijo: Si algo se yo es de eso, cuenta con todo mi apoyo”.

La entrega de más de 500.000 cédulas de identidad como venezolanos a colombianos residentes en la frontera – entre éstos miembros de las FARC y del ELN – tal como lo denunciara la misma Canciller de Colombia, Carolina Barco, tuvo su efecto; pero Chávez es conciente del carácter coyuntural de su acción. Y, por lo mismo, a propósito de La Nueva Etapa, ha dispuesto “la continuación de la ofensiva, para impedir que se reorganicen [los opositores], hablando en términos militares, y si se reorganizaran: para atacarlos y hostigarlos sin descanso”.

No hay democracia, a tenor de La Nueva Etapa, sino dentro de la revolución y con los partidos afectos a la misma. Así de simple. Por ende, el programa de reorganización política planteado por el Gobierno de Chávez, cubre tanto la construcción del Nuevo Modelo Democrático de Participación Popular cuanto el desarrollo de La Nueva Estrategia Electoral.

En lo participativo, lo esencial será la consolidación de “la nueva estructura social de base”: la señalada institucionalización de las misiones cubanas y su derivación, de conjunto a los miembros de la “reserva” militar – milicias bajo el mando directo del Presidente de la República – y de las Unidades de Batalla Electoral creadas durante el referéndum, en lo que ahora se llamarán Unidades de Batalla Endógena (UBES). Se trata, en efecto, de una organización celular y popular, de control social y de participación en el ámbito de lo público, difuminada a lo largo de toda la geografía nacional y que dará lugar, en los niveles estadales, municipales y parroquiales a “la Nueva Estructura Bolivariana”.

En el plano de lo político, pues, queda extinguida toda posibilidad de desarrollo de una democracia de partidos. Tratándose de los “partidos políticos de la revolución” – únicos a los que se refiere La Nueva Etapa – se les invita a “profundizar la democratización” y se les anuncia, como parte de La Nueva Estrategia Electoral y herramienta específica al respecto, la siguiente: “Fortalecimiento de una instancia única de coordinación y toma de decisiones de las organizaciones con fines políticos que apoyan al proceso”. Y, a renglón seguido, se indica como objetivo del Nuevo Modelo Democrático “evitar la transformación social de la organización de base en estructuras partidistas”.

Por lo pronto, en cuanto a lo electoral y en espera de la consolidación de la nueva estructura social de base popular, La Nueva Etapa se fija como objetivos, entre otros, “combatir las dudas sobre la legitimidad de los resultados electorales”, el “aumento del Registro Electoral Permanente” y de la “transparencia en los procesos electorales”, “derrotar la abstención”, “promover el Registro Electoral Digital”; asuntos éstos que, in totus, quedaron severamente comprometidos durante el referéndum revocatorio presidencial y dieron lugar a las observaciones críticas realizadas por el Secretario General de la OEA, César Gaviria e incluso por el Centro Carter.

En todo caso, dos objetivos ineludibles se traza el Gobierno en los documentos oficiales sobre la materia: Hacerse de “la data de los partidos políticos” no afectos a la revolución y de suyo, sin lugar a dudas, con el mismo fin de control y de exclusión ciudadanas que ha practicado con apoyo en la data pública de los opositores quienes solicitaron la realización del referéndum revocatorio presidencial; crear un “mapa geo-referencial” de las UBES para ensamblar – léase, condicionar – lo electoral a las misiones sociales y sus beneficios: “vincular las elecciones a la eficacia de las políticas realizadas”, según lo expresa el documento que contiene El Nuevo Mapa Estratégico; y, finalmente, como válvula de seguridad, según lo indica Chávez en su discurso, “la cedulación tiene mucha importancia. Hay que continuar la Misión Identidad”.

No huelga recordar, en orden a lo último, un hecho incuestionable pero no por ello menos extraño. Por obra del referéndum revocatorio, el Registro Electoral Permanente sufrió un crecimiento irregular a la luz de su comparación histórica, mostrando que la población de Venezuela, estimada por los Censos Oficiales más recientes en 23.000.000 de habitantes, había crecido hasta casi 30.000.000 de habitantes. Y tal crecimiento lo dice y repite como algo normal el Gobierno, desde antes de La Nueva Etapa y con él pretende explicar, sucesivamente, su empeño de profundizar en la Misión Identidad y con vistas a los comicios presidenciales del año 2006.

Pero no solo ello. La Nueva Estrategia Electoral insiste en una herramienta de reciente uso en Venezuela y polémica: el sostenimiento de la “plataforma tecnológica adecuada para transmitir, procesar y reproducir información electoral”.

El Informe del Secretario General de la OEA, a propósito de la Observación Electoral del referéndum presidencial recuerda, al efecto, como “el establecimiento del voto electrónico y la manera poco transparente como se adquirieron los equipos y se escogió el sistema, crearon un innecesario clima de desconfianza que se alivió bastante con las auditorias que se hicieron en vísperas del referéndum, pero que regresó en toda su intensidad al darse a conocer los resultados”. Y el Centro Carter, a su vez y a pesar de su conocida proximidad al Gobierno, no pudo ocultar lo polémico de la herramienta a que apela como propósito La Nueva Etapa: “La única controversia significativa fue si las máquinas de votación debían imprimir los resultados primero y luego transmitir (electrónicamente) los resultados al CNE central, o si debía transmitir primero e imprimir después. El CNE decidió, con el consentimiento expreso de los rectores de la oposición, que se ordenaría a las máquinas imprimir y que se transmitiría simultáneamente, lo que en los hechos implicaba que la impresión terminaría después que ocurriera la transmisión electrónica”.

III

Se ha dicho, no sin razón, que La Nueva Etapa: El Nuevo Mapa Estratégico implica, en su esencia y a tenor de los documentos oficiales que la explican, el tránsito de la Revolución Bolivariana desde su fase de consolidación interna hacia otra de confrontación externa o de exportación, tal y como lo planteara desde mucho antes una de las fuentes de su estrategia doctrinal: El árbol de las tres raíces.

La confrontación externa es una suerte de desiderata de un planteamiento central, mejor aún, de una idea fuerza que se hace de Chávez y sin la que carecería de sentido su lucha; inviable como tal, dicha idea fuerza, por lo demás, sin un contexto geopolítico externo distinto: sino favorable, que cuando menos no la obstaculice en su concresión. “Trascender el modelo capitalista” es, pues, el objetivo de largo plazo que buscará afianzar La Nueva Etapa durante los años 2005 y 2006: “no olvidemos que es a dos años [el tiempo para fijar el objetivo], imposible que lo hagamos” en dos años. “Eso no se hace en dos ni en cinco años, sería una mentira”, ajusta Chávez, casi recordándonos que sitúa su ambición más allá de la alternabilidad o temporalidad que es propia de la democracia.

Y ello que es consistente, en la visión presidencial, con el elemento mesiánico o trascendente citado y del que se alimenta y nutre la Revolución Bolivariana: “Pero no importa, hicieron algo grande [Sucre cae en Berruecos y Bolívar muere en Santa Marta]. Cumplieron la primera etapa de la jornada. Luego vino el frio, se congeló todo, y luego la resurrección y aquí estamos nosotros, pero en la misma larga batalla”, fueron las palabras de Chávez en su discurso de Fuerte Tiuna, en noviembre del año pasado.

Economía popular y misionaria vs. capitalismo

Así que, si lo político se instala en la base popular dejando atrás las instituciones del viejo régimen democrático, representativo y partidista, lo económico no podrá sino existir y coexistir como parte de La Nueva Estructura Social y del Nuevo Modelo Democrático. Para eliminar “la fragilidad económica” se impone “desarrollar la economía popular”, a tenor de los documentos en cuestión. Hay que fomentar, lo dice La Nueva Etapa “el autoempleo”: la subsistencia, diríamos, al margen de la estructura y de la organización económica y comercial conocidas.

Es objetivo específico de lo económico, en criterio de la revolución, financiar las “experiencias de desarrollo endógeno” y en “las comunidades”, pues se busca el “desarrollo de la economía popular”, a cuyo efecto se adecuarán, según La Nueva Etapa, los decretos y las ordenanzas necesarias.

Pero como bien lo dice Chávez, se trata de un objetivo a largo plazo que reclama, por lo demás y según lo dicho con anterioridad de un Hombre Nuevo. De modo que, se plantea dentro del marco citado del Estado comunicacional o del Estado docente, como quiera llamársele, el “uso de los medios principalmente la radio, para masificar la creación de valores de producción y consumo solidarios y sustentables económica y ecológicamente”. Ahora se plantea, volvemos a la reflexión de Chávez con Los Miserables, amén de aniquilar al antiguo régimen – cosa hecha, según él – acabar con sus ideas: las ideas del capitalismo.

Entre tanto, a tenor de La Nueva Etapa, el Gobierno se dedicará a “reestructurar el sistema de garantías y financiero”: no solo el público sino el privado e iniciará “la conformación de las unidades productivas” populares con apoyo y con fundamento en las misiones cubanas y sus integrantes.

El comunismo del siglo XXI

Lo dicho, sin embargo, en modo alguno implica – lo dice Chávez – “eliminar la propiedad privada” o asumir “el planteamiento comunista”.

“¿Es el comunismo la alternativa? ¡No! No está planteado en este momento”, ajusta el Presidente para mantener coherencia con su idea madre: trascender el modelo capitalista a largo plazo. “En este momento sería una locura, [pero] quienes se lo plantean no es que están locos. No es el momento”.

Ello no impide que La Nueva Etapa, en sus documentos, tenga claro que el modelo es y será cogestionario “como herramienta de corresponsabilidad” y para su logro. O que, a propósito de La Nueva Estructura Territorial proceda a “eliminar el latifundio” e “identificar las tierras ociosas y elaborar el plan de ocupación productiva” de las mismas: sean propiedades rurales o propiedades urbanas y dentro de cuyo contexto hoy se explica, a manera de ejemplo, la orden gubernamental de expropiación e inmediata ocupación de edificios y de viviendas desocupados en el Área Metropolitana de Caracas: “El que tenga ahorita un latifundio es como el que carga un carro robado, aún cuando lo haya comprado”, señala Chávez.

A fin de cuentas, lo recuerda el mismo Presidente en su discurso, los jueces agrarios son revolucionarios. De allí la intimación que le dirigiera, sin más y según sus palabras, al propio Presidente del Tribunal Supremo de Justicia, Iván Rincón: “Usted agarra cien abogados revolucionarios, les dicta un curso, siguiendo todos los procedimientos, y los convierte en pocos meses en jueces agrarios y los mandamos a donde nos interesa que vayan”.

El eje de los cambios vs. el eje ´monroista´

El discurso de Chávez no se ahorra en consideraciones acerca del contexto internacional y aprecia que el momento para su Revolución y para trascender al capitalismo, cuyo epígono sitúa en los Estados Unidos de América, es el propicio: “es el mejor momento en cuanto a tiempo” (…). Nunca antes en América se había dado una situación como ésta”, agrega el Presidente antes de mostrar el rostro verdadero de su revolución: “Hace tres años atrás éramos Cuba y Venezuela, a nivel de gobierno, y ahora cómo ha cambiado la situación”.

La Nueva Etapa identifica así y para los fines de su planteada confrontación externa, un escenario o teatro operacional bicéfalo, que cubre a América Latina y que se extiende, en su juicio, a todo el mundo según las alineaciones que advierte ora a favor del Gobierno de Bush, ora a favor de Chávez. Y ello no solo implica, en el análisis de los documentos oficiales, las adhesiones de Gobiernos con los que el gobernante venezolano mantendría especiales relaciones de amistad; antes bien, se privilegian, en el diagnóstico y para los fines de la indicada fase de confrontación externa, las alianzas sociales en otros países del Hemisferio.

En suma, dice el propio Chávez que “se han venido definiendo dos ejes contrapuestos, Caracas, Brasilia, Buenos Aires (…) sobre el cual corren vientos fuertes de cambio (…) [y que] el Imperio – según su criterio – va a tratar de debilitarlo siempre o departirlo, incluso”. En tanto que, “exist[iría] el otro eje, Bogotá-Quito-Lima-La Paz-Santiago de Chile, (…) dominado por el Pentágono”.

La orden operativa presidencial para los seguidores de la revolución y por cuanto hace al último de los citados ejes es concluyente: “la estrategia nuestra debe ser quebrar ese eje”.

Pero Chávez sabe bien, empero, que él solo no puede “quebrar” al Imperio y de allí que sea aún más preciso al describir sus alianzas para la defensa de la revolución: “El acercamiento a España es vital para nuestra revolución (…) El nuevo embajador [de España en Caracas] es un intelectual, un hombre de izquierda (…). Los enfrentamientos entre los fuertes debe aprovecharlos el débil para su estrategia (…) La Unión Europea , vemos que ésta se consolida y eso es muy importante para nosotros, para nuestra estrategia, porque eso debilita la posición de los Estados Unidos (…). En fin están pasando cosas muy importantes en Europa que pudieran favorecernos en nuestro proceso revolucionario o al menos contribuir a neutralizar otras amenazas”, ajusta en su discurso el mandatario.

No esconde, asimismo, sus relaciones interesadas en el África: “Voy ahora a pasar por Libia (…) Voy a ir porque somos amigos de Libia y del coronel Ghadafi y en segundo lugar para revisar con Ghadafi cómo van las cosas de la Unión Africana”. Y confiesa, además, estarse relacionando con países más pequeños y para los fines de su estrategia: a “la República Arabe Saharauí Democrática (…) nosotros vamos a hacerle un aporte este año”.

En resumidas cuentas, el desafío final que consta en el discurso de Chávez sobre La Nueva Etapa y que, al margen de su realidad o irrealidad, es presentado por él en líneas gruesas y precisas, es el siguiente: “Utilizaremos todas las estrategias posibles, desde una estrategia de defensa móvil frente al gigante hasta el ataque”. Ni más, ni menos.

El Presidente de Venezuela, a pesar de todo cuanto se plantea, es conciente de la desproporción y audacia de su reto en el plano de lo internacional. Pero, con altivez esgrime un dato y lo acompaña de una decisión inconmovible. Por una parte, reivindica junto al valor de los “gobiernos aliados” otro más importante para él: los “grupos de apoyo internacional, movimientos”, como los “100.000 hombres listos” del Movimiento los Sin Tierra en Brasil, “los indios del Ecuador” en número de 4 millones. Tanto que se permite afirmar que “las corrientes indígenas de Ecuador, en Perú, en Bolivia, … son bolivarianas”, como “los movimientos campesinos de Centroamérica”.

Se trataría, en verdad, de una guerra asimétrica, que no obvia Chávez. Antes bien, al referirse a La Nueva Estrategia Militar Nacional, impone como tareas para la Fuerza Armada una mayor relación con las “misiones sociales” cubanas y una mejor relación “con fuerzas armadas amigas” en Latinoamérica; pero, le advierte sobre la necesidad de prepararse para abandonar los métodos convencionales y aprender de “la experiencia de la lucha guerrillera” con asistencia de los ex guerrilleros venezolanos, entre otros el actual Canciller de la República, Alí Rodríguez Araque y para lo cual se le dotaría “de los medios necesarios para el cumplimiento satisfactorio de sus funciones”.

El teatro de operaciones hipotético, desde ya lo sugiere La Nueva Etapa: “Fortalecer las acciones defensivas en la zona fronteriza con Colombia (…) por la implementación del Plan Colombia”.

Hugo Chávez Frías, Presidente de la República Bolivariana de Venezuela y ex golpista, sabe administrar bien las coyunturas y todo cuanto hace lo ha dicho alguna vez. No se trata de un gobernante que empuje su revolución por vía de las sorpresas o atajos, como sí lo hizo durante la asonada militar cruenta pero fallida que dirigiera el 4 de febrero de 1992. De modo que, al final de la jornada, cree que sólo podrá confiar en las estructuras que sean hijas de su obra revolucionaria y en los Hombres Nuevos que haya construido con su pedagogía. Pero no le basta confiar, si acaso no cuenta en sus manos con un instrumento para el control férreo de las disidencias eventuales, que siempre las habrá: sus propias milicias.

La Nueva Etapa, por consiguiente, no solo se propone, según lo antes dicho, “educar a la población en los principios militares de disciplina, amor a la patria, y obediencia”. Promueve, antes bien, la unidad cívico-militar, “para acciones de seguridad” o, mejor todavía, “la incorporación del pueblo a la defensa nacional a través de la reserva militar”.

Para su conformación, ha pedido a los Alcaldes de la revolución identifiquen a los “patriotas” que venidos del pueblo harán parte de la reserva, según que uno sea “tirador de fusil”, “francotirador”, o “lanzador de granada”. Desde ya, dicha Reserva Militar Popular cuenta, según se dice, con 100.000 hombres. El General de División (Ejército) Melvin López Hidalgo, Secretario del Consejo de Defensa de la Nación, ha dicho que el objetivo es llevar la Reserva Militar Popular hasta 1.500.000 hombres.

Lo cierto es, sin embargo, que Chávez decidió ha poco y mediante disposición presidencial sustraer el comando de la Reserva Militar a la Fuerza Armada y asumirlo de manera directa, desde el Palacio de Miraflores, bajo el control de un hombre de su estrecha confianza: el General de División (Ejército) Julio Quintero Viloria. Sólo se espera de las primeras dotaciones de armamentos que la revolución ha logrado contratar con sus “aliados” comerciales: Rusia, China, España, Francia, Brasil, entre otros tantos.

Sólo y a paso de vencedores

En síntesis de lo aquí dicho y escrito, La Nueva Etapa: El Nuevo Mapa Estratégico de la Revolución Bolivariana, entra en vigencia en un momento, como lo recuerda Hugo Chávez, inapreciable. Los desajustes de gobernabilidad que padecen distintos países en América Latina han hecho mermar la atención y prevención que éstos puedan tener sobre el fenómeno “chavista”, que no sea para lo inmediato y que interese a la cooperación económica y comercial regional o bilateral. No media claridad, ni siquiera en la Casa Blanca, acerca de todo cuanto ocurre aquí, entre nosotros, en Venezuela y que, desde ahora no solo importa a los venezolanos: Chávez y su revolución, que duda cabe, tiene sus manos metidas e incide, desafiante, en la estabilidad de toda la región y de todos nuestros vecinos.

El alzamiento del movimiento “etnocacerista” en Perú; la falta de dominio del Presidente Gutiérrez sobre la realidad ecuatoriana, la efervescencia del movimiento indígena y el planteamiento bolivariano del ex presidente Abdalá Bucaran; la insurgencia de Evo Morales, la autonomía reclamada por Santa Cruz y las propuestas constituyentes, en Bolivia; la situación de la deuda externa y la división profunda del Partido Justicialista dominante, en Argentina; el inagotable dilema chileno con Pinochet; la reciente victoria del Frente Amplio del Uruguay; el agresivo pragmatismo y la bicefalia conductual de los brasileros; la incógnita mexicana; son muestras de una situación que, como la describe el propio Chávez, muestra “un gran forcejeo”. Cada realidad política local en la región, por lo pronto, se mira a si misma sin mirar a uno de los autores del despropósito hemisférico. Y Chávez, en su soledad y a paso de vencedores, bien que lo sabe. Así de sencillo.

Consideraciones finales

A manera de conclusión y a objeto de valorar todo cuando hemos descrito, cabe decir que el Teniente Coronel (Ejército) Hugo Chávez Frías, nos ha ofrecido y mantiene en práctica un modelo alternativo de atípica democracia militar y bolivariana, que califica de participativa y con protagonismo popular, negada al partidismo, apoyada sobre un declarado Estado de Derecho y de Justicia, que intenta dar por concluida la experiencia de democracia civil y representativa que nos rigiera entre 1958 y 1998.

Lo primero que habríamos de señalar, a este respecto, es que Venezuela cuenta, sin lugar a dudas, con un Estado y un Gobierno todopoderosos, beneficiarios de una aparente y envidiable economía holgada; fundado, todo esto, sobre un esquema rentista y populista, de capitalismo de Estado nada diferente del que nos acompañara hasta fecha temprana, pero que, se dice revolucionario, endógeno y ahora socialista de nuevo cuño; aun cuando tiene como su nutriente principal uno de los recursos más globalizados del planeta: la extracción y de exportación petroleras.

¿Cual es, entonces, su balance luego de seis años de despeño y a la luz de los documentos oficiales?

Para 1998, nuestro ingreso en divisas era de 10,57 US$ por cada barril de petróleo producido y exportado, en tanto que, sucesivamente y en los años recientes dicho ingreso creció hasta situarse, para el año 2004, en 43,27 US$ por barril. Lo que explica, de manera directa y sin otra explicación, tanto el generoso dispendio del que hace gala Venezuela en los escenarios internacionales como el crecimiento considerable habido de las reservas, desde 14.849 millones de US$ en 1998, hasta 23.935 millones de US$ en 2004.

En contrapartida, sin embargo, la Revolución Bolivariana, vociferando a todo viento su vocación de servicio, su solidaridad indeclinable con las fuerzas redentoras que se inspiran en la experiencia cubana y alegando su compromiso con los pobres y los excluidos; por lo demás, en abierta lucha contra los manoseados poderes imperiales, la globalización y las prácticas neoliberales, nos revela ahora que la tasa de desocupación o desempleo, según datos del Banco Central de Venezuela, pasó del 11,3% en 1998 hasta 19,2% en 2003, descendiendo sólo hasta 16,6% en 2004.

La deuda interna creció en 700% durante los primeros cuatro años del Gobierno de Hugo Chávez, al pasar de 2,3 billones de bolívares a más de 18 billones de bolívares para mediados de 2003, como lo informaran la Bolsa de Valores de Caracas y Veneconomía; en tanto que, la deuda externa subió de 23.304 millones de US$ en 1998 hasta 26.087 millones de US$ en 2004.

Durante el primer año del Gobierno revolucionario, según los datos de la Organización Panamericana de la Salud, la tasa de mortalidad por violencia creció del 5% al 16,9%. Tanto que, si en 1998 fallecían 4.550 personas por homicidios, para 2003 murieron más de 11.000 personas a manos de la criminalidad: 30,2 personas por día en una población que, según lo afirma el Instituto Nacional de Estadísticas del sector oficial, sumó 25.000.000 de habitantes para el primer semestre de 2002.

Una de las razones de esta grave circunstancia, muy dolorosa para la sociedad venezolana, podría constituirla otro dato de significación. Para 1998 la pobreza general alcanzaba al 60%, en tanto que, como lo revela uno de los más reputados estudiosos de la pobreza en Venezuela y profesor de la Universidad Católica Andrés Bello, Luis Pedro España, para el año 2002 el índice subió hasta el 73.4%. La pobreza crítica, por lo demás y para mal de males, pasó de 30% a 36,4% durante dicho período. Dicho esto en términos más concretos y apelando nuevamente a las cifras gubernamentales, entre pobres y pobres extremos contamos con 16.475.173 de almas dentro del universo de los 23 millones que sumaríamos los venezolanos en la hora actual. La revolución bolivariana ha democratizado la pobreza.

Es esto, en conclusión, lo que pasa y está pasando en Venezuela y es un testimonio vivo, apenas un ejemplo de lo que no debería pasar en otra realidad o nación de nuestro continente. Ni más, ni menos.

Ciudad de México, 19 de agosto de 2005

Fuentes:

Taller de Alto Nivel. El Nuevo Mapa Estratégico (Intervenciones del Presidente de la República Hugo Chávez Frías, 12 y 13 de noviembre de 2004). (%=Link(«http://www.mci.go.ve»,»www.mci.go.ve»)%)

La Nueva Etapa, El Nuevo Mapa Estratégico. Caracas. Presidencia de la República Bolivariana de Venezuela, 17 de noviembre de 2004

Sergio Bernal Restrepo, S.J. Repuesta cristiana a la globalización, México, Instituto Méxicano de Doctrina Social Cristiana, 2005

Luigi Ferrajoli. Razones jurídicas del pacifismo. Madrid. Trotta, 2004

Miguel de Unamuno. La dignidad humana. Madrid. Espasa-Calpe, 1967

Giovanni Sartori. ¿Qué es la democracia? Buenos Aires. Taurus/Alfaguara, 2003

Sobre el autor

Abogado y Doctor en Derecho
Ex Ministro de Relaciones Interiores de Venezuela
Ex Juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos
Profesor Titular de la (%=Link(«http://www.ucab.edu.ve»,»UCAB»)%) y UCV
Profesor Visitante de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad del Salvador

(*): Los textos entre comillas son transcripciones directas de las fuentes citadas al final del documento

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