La abstención y la historia
No recuerdo ningún caso histórico relevante, en el cual la abstención electoral de la oposición haya conducido a la caída de un gobierno autoritario. En 1924, el retiro de la oposición democrática italiana del Parlamento y de toda actividad electoral, después del asesinato de Matteotti, no sirvió para deslegitimar al gobierno sino para facilitarle a Mussolini el control de todas las instituciones del Estado y desmovilizar a los partidos de oposición. En cambio, hay muchos casos en la historia que demuestran que concurrir a elecciones, aun en desventaja evidente, frente a un gobierno autoritario, puede conducir, a corto o mediano plazo, a su caída. La oposición nicaragüense fue a las exitosas elecciones de 1990, con todas las instituciones del Estado, incluyendo el árbitro electoral, totalmente controladas por el sandinismo. En similares condiciones, la oposición chilena concurrió al referéndum, que terminó con la dictadura de Pinochet. El PAN mexicano fue a elecciones fraudulentas por años, para mantener y fortalecer su organización y, por eso, estaba preparado para “cobrar”, cuando se dio la ocasión. Las caídas de los gobiernos autoritarios de Marcos en Filipinas y el más reciente en Ucrania fueron a raíz de eventos electorales. En los casos de Nicaragua y Chile los gobiernos pensaron desconocer el resultado, en Filipinas y Ucrania cometieron fraude. Pero en todos, fueron obligados a entregar el poder. La clave del éxito fue el reconocimiento de la victoria de la oposición por parte de la comunidad internacional. En el referéndum venezolano del 2004, la comunidad internacional reconoció la victoria de Chávez, no por la “conspiración” de Gaviria y Carter, sino porque Chávez, más allá de las trampas y los abusos, tenía la mayoría del país, como lo decían además todas las encuestas. Hay que asumir la realidad, aunque repugne, de lo contrario nos estrellaremos contra ella.
Lo fundamental para la oposición es recuperar la mayoría, que se tuvo en el 2001 y el 2002, a través del trabajo político con los mayoritarios “ni-ni”. Con la mayoría del país y la unidad, podemos derrotar al chavismo en el 2006, con fraude o sin fraude, como nos enseña la historia. Las elecciones del 2005 son sólo un primer paso en ese camino, no lo desperdiciemos. Irónicamente, por los abstencionistas, Chávez está confiado en la victoria, por eso permitirá unas elecciones más limpias y la UE y la OEA las legitimarán. La abstención desmoviliza, divide y favorece al gobierno.