Las descalificaciones
A diario ocurren cosas que pueden producirnos risa, rabia o tristeza, y sobre las que se genere una discusión, especialmente si son contrarios a nuestra perspectiva, pero lo que no debe suceder, aún cuando se objete una conducta o un pensamiento, es que se apele a la descalificación de individuos, en lugar de debatir sobre lo que se considera trascendente.
Se puede rechazar enfáticamente una idea, una actitud, un hecho, pero nos parece inadmisible ridiculizar, ofender o humillar a las personas, especialmente cuando se usan rasgos físicos característicos o defectos anatómicos, que nada tienen que ver con lo que se objeta.
A menudo, pareciera que la afrenta de una persona es más interesante que la esencia, lo que es objetable con fundamento. Las características físicas con que se nace son inevitables y están fuera de toda discusión, mientras que su pensamiento o manera de proceder pueden ser discutidos y rebatidos con altura, generando un aprendizaje para él, para el oponente y para quienes observan. Además, la consideración y el respeto elevan la calidad del debate.
Es posible que se asuma una posición firme frente a algo, sin embargo, de haber argumentos de peso para debatir, no es necesario recurrir a las descalificaciones y muchísimo menos hacerlas públicas.
Es lamentable observar que son incontables las ocasiones en que gran cantidad de gente utiliza sobrenombres despectivos, motes, cuando se refiere a alguien cuya conducta o gestión rechaza, particularmente cuando se ubica en el campo político, en lugar de exponer testimonios concretos que sustenten eficazmente la posición que se tiene y por la cual se lucha en defensa.
Esto no es nuevo, en nuestra historia, en épocas de Cipriano Castro fueron innumerables las caricaturas que se hicieron y que pasaron del humor a lo grotesco sobre la persona del dictador. Así se ha repetido muchas veces con otros mandatarios y personas ligadas a los gobiernos particularmente, lo que no quiere decir que deba ser aceptado bajo el amparo de que, lo que es costumbre, es ley. No, la costumbre no siempre hace buenas las leyes impuestas por el mal uso, y si no, valdría pasearse por los lugares donde se colocan pasarelas para cruzar avenidas y autopistas. La ciudadanía, por lo general, no las utiliza y continúa cruzando las vías en medio de los canales de circulación de los automóviles, a riesgo de sufrir un accidente fatal. La pasarela debe ser usada para el paso de peatones, pero éstos, quién sabe por qué motivo, simplemente no las usan. Así, la costumbre no siempre indica que estamos en lo correcto.
La libertad no es libertinaje. La libertad es respeto. Hacer objeción a una ideología es válido, manifestarlo también, lo censurable es que para hacerlo, esgrimiendo la bandera de la libertad de expresión, se manejen términos que destruyen a la persona humana y dejan al descubierto pasiones que están muy lejos de merecer la atención del público.
Para oponer un pensamiento, una ideología, para rechazar un hecho, lo que se requiere es saber plantear una posición con propiedad, con argumentos adecuados que den fundamento a nuestro enfoque. No hacen falta las descalificaciones.