De nuevo el marxismo leninismo
Richard Pipes uno de los historiadores contemporáneos más reconocidos, profesor emérito de la Universidad de Harvard, y profundo conocedor del marxismo leninismo, escribe en el Prefacio de su obra Historia del comunismo (Mondadori; 2002): “Este libro es una introducción al comunismo y, a la vez, su nota necrológica, puesto que resulta bastante claro que, aunque en algún momento se reanude la búsqueda de la perfecta igualdad social que ha impulsado las utopías comunistas desde la Antigüedad, esta ya no adoptará la forma del marxismo-leninismo. La derrota de este último ha sido tan completa que incluso los comunistas postsoviéticos de Rusia y otros lugares lo han abandonado a favor de una ecléctica plataforma socialdemócrata enlazada con el nacionalismo”.
Habría que traer al ilustre profesor Pipes a Venezuela para que constate con sus propios ojos que, desgraciadamente, su apreciación carece de validez, al menos en estas tierras de Dios. Le costará creer lo que verá, pero no tendrá más remedio que rendirse frente a las evidencias: en Venezuela, tres lustros después de la caída del Muro de Berlín, el desmoronamiento de la Unión Soviética y la desaparición de los satélites de Europa Oriental, resurge con fuerza el fantasma del comunismo marxista-leninista-fidelista. Esa momia -que no se encuentra embalsamada ni siquiera en los museos antropológicos mejor equipados de Europa- hoy se pasea oronda por los caminos de Venezuela. Somos la excepción del planeta. Sólo nos equipararemos a Bolivia, si llega a triunfar Evo Morales.
Antes de Pipes, ya Francis Fukuyama, al implotar el imperio soviético, había proclamado el fin de las ideologías, pues el triunfo inapelable de la libre competencia, esto es, del capitalismo, hacía inútil seguir considerando todas esas ideologías exóticas que niegan los valores económicos y políticos del liberalismo. El mundo, incluida esta parte del globo, avanzaría hacia un futuro luminoso signado por la prosperidad y el bienestar. Ninguno de los dos previó el fósil que aparecería en Venezuela.
Cuatro características básicas del marxismo leninismo recrea la revolución chavista, igual que desde hace casi medio siglo reproduce Fidel en Cuba. La primera, el alto grado de centralización del Estado y la economía. Centralización personalista, autocrática y caudillesca. Ninguna decisión importante se toma sin la venia del jefe, quien además decide sobre lo humano y lo divino. Estas disposiciones van desde los programas del preescolar hasta el destino de las reservas internacionales. Nada escapa a la mirada atenta del big brother orweliano. La descentralización, conquista de la sociedad venezolana -no sólo de su estamento político- intenta revertirlo para que no exista ninguna distribución entre los diferentes niveles territoriales de gobierno que atente contra su omnímodo poder. Así fueron Lenin, Stalin, Mao y Kim Il Sun, y así es Fidel.
Otro rasgo es la destrucción de la autonomía y el equilibrio entre las ramas del Poder Público. En el marxismo leninismo se impone la voluntad del jefe del Partido, a su vez jefe de las Fuerzas Armadas, del Gobierno y, por último, del Estado. Durante la época stalinista se popularizó una frase que ya provenía de la era leninista: todo el poder del pueblo al Partido; todo el poder del Partido al Comité Central; y todo el poder del Comité Central al Secretario General. ¿Algo distinto ocurre en la Venezuela actual? Las instituciones arbitrales autónomas quedaron pulverizadas. Todas se encadenaron con la vocación autocrática y continuista de Chávez. En el nivel central, desde el Tribunal Supremo de Justicia hasta el Consejo Nacional Electoral; en el nivel regional, desde las gobernaciones hasta los concejos municipales. El “Estado revolucionario”, vertical y monolítico asegura la permanencia del líder. Lenin salió del poder cuando no le quedó más remedio que atender el llamado de la Divina Providencia. Lo mismo ocurrió con Stalin, Mao y Kim Il Sun. Y por lo que se ve, igual ocurrirá con Fidel. Estos son los ejemplos que sigue el de Barinas.
El otro rasgo es la destrucción implacable del adversario. El marxismo leninismo no contempla la existencia de la oposición. Es natural que sea así, pues en el horizonte del Líder no aparece la posibilidad de cambio o renovación. Lenin y Stalin decapitaron a toda la variada y compleja oposición que había en Rusia para el momento de la Revolución de Octubre. Los bolcheviques constituían una pequeña agrupación con unos cuantos miles de militantes, eso sí, muy bien organizados de acuerdo con las enseñanzas impartidas por Lenin en ¿Qué hacer? Al cabo de pocos años no existía en la faz de Rusia ningún partido capaz de resistir al Terror Rojo. Lo mismo hicieron Stalin, Mao, Kim Il Sun y Fidel. Hay que añadir que el exterminio no fue sólo contra los agentes externos. También la disidencia interna fue masacrada. El marxismo leninismo no admite ningún adversario. Ya esto lo saben Tascón, Walter Martínez y compañía. La oposición venezolana sobrevive porque la musculatura democrática todavía es muy fuerte y porque el contexto internacional no favorece a Chávez. Pero, la amenaza pende sobre todos nosotros. A diferencia de cualquier verdadera democracia, el diálogo y la negociación con el Gobierno no son posibles. Chávez únicamente acepta subordinación. Aquí se repite el esquema marxista leninista. ¿Alguien vio alguna vez a Lenin, Stalin, Mao, Kim Il Sun o Fidel convocando a la oposición para concertar alguna política de Estado?
El rasgo final que resalto es el ataque a la propiedad privada. Sobre el tema se ha discutido mucho durante los días recientes y estará en el tapete mucho tiempo. No insistiré en él. Sólo quiero recordar que los cinco personajes históricos que he citado en repetidas oportunidades, dignos representantes del marxismo leninismo, no descansaron hasta ver liquidada la propiedad privada incluso en sus más inocuas expresiones. Que algunos de ellos, como Fidel, en ciertos momentos hayan tenido que abrirse a ciertas inversiones privadas, no desmerece el afán que pusieron en colectivizar todo.