Opinión Nacional

Mito, política y esperanza

Como decía Manuel García Pelayo: “mito y razón son dos formas de estar y orientarse en el mundo.. y una misma idea puede expresarse en forma mítica y en forma racional”. En efecto, la persona humana es un ser racional e irracional al mismo tiempo. El mundo de los sentimientos, las pasiones y las emociones entra en el campo político a través del mito, que se concreta en un mitologema que, en palabras de García Pelayo, es un ”conjunto de representaciones, no tanto manifestadas en conceptos cuanto en imágenes y símbolos, ni ordenadas sistemáticamente, sino confundidas y amalgamadas en un todo”. Los mitos políticos y en general los factores irracionales tienen un papel fundamental en política. Así lo han entendido los movimientos totalitarios contemporáneos que han desarrollado una verdadera “mitopoiesis” política, en otras palabras, una creación y utilización técnica del mito en el campo político. En cambio, entre los sectores democráticos, existe una aversión hacia el mito y los factores irracionales. Esta inhibición del pensamiento democrático tiene su origen en uno de los “infantilismos” de la Ilustración, que quiso ver en lo irracional la suma de todos los males y en la razón la llave maestra de la felicidad. Por eso, muchos partidos democráticos se han convertido en grupos sin “mística”, dominados por un pragmatismo incapaz de movilizar al hombre integralmente. En períodos históricos estables y pacíficos, un partido sin mística, sin una “fe común”, como diría Jacques Maritain, puede mantenerse “en vida” por mucho tiempo. En épocas críticas, en cambio, cuando la lucha política de agonal tiende a convertirse en existencial, se desmorona por sí sólo ante las primeras adversidades o es conducido mansamente al matadero por sus enemigos. En Venezuela, el chavismo ha producido su propia mitopoiesis política, empezando con la utilización del mito del héroe fundador de la patria. Es necesaria y urgente una “mitopoiesis” democrática. Con una oposición desmoralizada y ridículamente atomizada, es fundamental dar una señal de esperanza. La “fundición” de los partidos afines (COPEI, PJ, PV y Convergencia) en un solo gran partido del centro democrático tendría un efecto “mítico” multiplicador impresionante, nacional e internacionalmente, por crearse un nuevo “punto de referencia” creíble y coherente. No hacerlo, más que un error sería una solemne e irresponsable estupidez, como diría el gran Talleyrand.

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