El Desenterrador
Miles de venezolanos y extranjeros se devanan los sesos tratando de
descifrar el socialismo del siglo XXI que el Presidente Chávez ha decretado.
Sus acólitos son los primeros competidores en una carrera de dimensiones y
reglas olímpicas, para determinar quién entre tantos alcanza la gloria
suprema de interpretar a Tú el Supremo. Se trata de armar el rompecabezas
cuyas piezas éste deja caer de a poquitos en cada una de sus diarias
alocuciones. Uno se imagina al pobre Ramonet y a otros chavistas de ultramar
afanados en buscar similitudes entre el nuevo socialismo, producto de las
lecturas y obsesiones que durante años han calentado las neuronas de nuestro
mandatario; y los que surgieron como consecuencia de la indigestión con las
ideas de Marx y Engels, valga decir el soviético y sus derivados, incluyendo
el cubano. Lo cierto es que -salvo su anti imperialismo de utilería- nada de
lo que postula Chávez parece encajar en el molde de lo que aspiran y esperan
las viudas de Stalin desparramadas por el mundo.
Comencemos con el tema de la propiedad privada: ¿las expropiaciones,
confiscaciones y ocupaciones cívico-militares de fincas, fábricas, silos,
tierras y edificios, son parte del plan neosocialista del redentor de los
desamparados del mundo? En otras palabras, ¿se ha llegado por fin en
Venezuela a ese supremo logro revolucionario que es abolir el asqueroso
derecho de poseer bienes inmuebles y hasta muebles? Todo depende, pero no es
que dependa de leyes, planes o programas sino de lo que diga el jefe o de lo
que se les antoje a sus hombres de charreteras. Tenemos el caso de La
Marqueseña, una hacienda que -por su nombre- debió pertenecer originalmente
a un marqués y no a un guerrero venido del pueblo y de heroicas acciones
reivindicativas, como fue Maisanta, el bisabuelo de Chávez. Por alguna
misteriosa razón aquel pulpero de pueblo se transforma en dueño de “La
Marqueseña”, pero como se alza en contra del gobierno del dictador Juan
Vicente Gómez, éste lo despoja de esa propiedad que pasa a manos del Estado
y luego es adquirida por sus actuales propietarios. ¿Qué hace nuestro
socialista Presidente, el mismo que promulgó la Constitución más democrática
del mundo en 1999, esa que consagra el derecho de propiedad y prohíbe la
confiscación? Pues lo mismito que hizo el dictador Gómez, quitarle unas
tierras a alguien porque le dio la gana. ¿Van a pasar a manos de pobres
campesinos? Es probable que sean tan pobres y tan campesinos como los
militares y civiles validos de este gobierno, entre ellos la primera familia
de la Nación, hoy dueños de inmensas y prósperas fincas, aviones, yates y
mansiones sin que nadie pueda saber de donde salieron los billones para
adquirirlos.
Algo que pudiera aportar cierta tranquilidad a quienes están aterrados por
la amenaza de perder lo mucho o poco que tienen, es que así como hay
cantidades de venezolanos vendiendo sus propiedades para poner su dinero a
buen resguardo en el extranjero; hay el mismo número de optimistas
comprándolas. ¿Optimistas o chavistas? tal como van las cosas los dos
términos terminan siendo sinónimos. Encontramos entonces una primera
definición al socialismo del siglo XXI: la propiedad privada es una lacra
cuando quienes la detentan son ricos de viejo cuño o adversarios del régimen.
Pero si se trata de camaradas que se enriquecieron revolucionariamente, su
posesión es constitucional, legal, bolivariana, democrática y participativa.
Como ya señalamos, Chávez no devela de una sola vez su socialismo del siglo
XXI porque el suspenso y la incertidumbre son parte del éxito del proyecto.
Ahora resulta que las compañías de una empresa básica del Estado, como es la
Corporación Venezolana de Guayana, han sido las pioneras en desechar el
capitalismo y se van a transformar en organizaciones de producción colectiva
La producción “no tendrá fines de lucro sino estimular la solidaridad y la
cooperación” (no se sabe si con los habitantes del Bronx en Nueva York, con
los alcaldes sandinistas de Nicaragua, con el hermano Fidel de Cubita la
bella o con quiénes) Además los trabajadores podrán recibir una remuneración
“alternativa” distinta del dinero. Este invento que debe haberle causado
muchas noches de insomnio al más temible contendor de George W. Bush y al
fantasma que asusta a Kofi Anam; fue un fracaso en la URSS donde se llamó
koljoz pero tuvo éxito por muchos años en Israel donde se llama kibutz. Y
tuvo éxito en los años en que la mística por construir una nación diferente
superaba todo afán de lucro personal; hoy ya no existe en su modelo original
y cada quien gana lo que merece por su trabajo. ¡Ah y lo que faltaba! nunca
fue obligatorio afiliarse a ese tipo de colectivismo ni permanecer atado a
él.
Cuando Chávez aclara sus propias palabras, la oscuridad es mucho mayor: el
martes de esta semana dijo que el capitalismo sería abolido lo que significa
que el socialismo está tocando a nuestras puertas. Pero ayer aclaró que el
gobierno solo va a expropiar “lo necesario”. Allí está el detalle como decía
el inmortal Cantinflas. ¿Lo necesario para quién, para qué y según cuáles
criterios y normas? Uno comienza entonces a comprender: el socialismo del
siglo XXI es una versión mejorada por razones mediáticas, de los asaltos que
las montoneras del siglo XIX iban haciendo a su paso por los pueblos de
Venezuela. Aquellos caudillos no tenían otra ley que la del fusil y el
machete y no había seres humanos ni bienes que estuvieran a salvo de sus
caprichos. Ahora es lo mismo pero envuelto en un discurso populista al
estilo Evita Perón quien le quitaba a los ricos para dar a los descamisados,
pero en el camino le quedaba lo suficiente para envolverse en joyas y pieles
y depositar una fortuna en bancos suizos.