Opinión Nacional

Abstención ¿Porqué no?

La abstención puede deslegitimar a un régimen si la oposición es la mayoría y así esté comprobado en las encuestas consideradas creíbles, sobretodo por la comunidad internacional. Para eso es necesario, aunque no suficiente, que la totalidad (o casi) de la oposición esté de acuerdo. Finalmente, no debe votar un número muy superior a la abstención históricamente normal.

La posición política de una persona depende, básicamente, de sus convicciones y de su lectura de la realidad. Además de los indiferentes, la abstención es apoyada por los que creen inmoral participar en elecciones cuyo árbitro es ilegítimo y los que están convencidos que la oposición es la mayoría y que es factible deslegitimar al gobierno. A los primeros habría que recordarles que, en política, de acuerdo con Max Weber y Santo Tomás, debe privar la ética de la responsabilidad sobre la ética de la convicción. Si las consecuencias de mi decisión, tomada de acuerdo a mis principios, acarrean un mal mayor, responsablemente debo cambiarla. Los segundos adolecen de “autismo” político. De buena fe, creen firmemente que se ganó el referéndum, en contra de todas las encuestas y la opinión de la comunidad internacional. Pero lo peor es que siguen creyendo que son mayoría, por lo cual hacen muy poco para recuperarla, condición necesaria para derrotar al chavismo. Buena parte de los abstencionistas no quieren ver que la organización y la disciplina de partidos de masa son indispensables para enfrentar al caudillo populista, carismático y ahíto de dinero, aun cuando hubiera un líder de oposición unánimemente reconocido. Además, no entienden que los partidos deben aprovechar cualquier espacio electoral para mantener su militancia y fortalecer su organización. El PAN mexicano participó por años en elecciones fraudulentas, por eso, cuando llegó la oportunidad histórica, estaba preparado para aprovecharla. Al chavismo le conviene la abstención de la oposición, por eso la fomenta, rehusando contar todas la papeletas, pero va a contar las suficientes, para que los observadores internacionales legitimen el resultado. Los abstencionistas, en buena fe o no, le hacen el juego al gobierno y los que tildan de “colaboracionistas” a los que quieren votar, asemejándolos a los procónsules nazi Quisling en Noruega y Laval en Vichy, demuestran una ignorancia histórica supina y una calidad moral deleznable, a menos que la desesperación les haya obnubilado, momentáneamente, el cerebro.

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