¿Quiénes darán la cara después que el CNE anuncie los “escrutinios”?
Mucho antes del 15 de agosto de 2004-cuando el poder electoral desacató olímpicamente una decisión inapelable del Tribunal Supremo de Justicia, que le ordenó contar como válidas las firmas de los opositores contenidas en las mal llamadas “planillas planas” que solicitaban la realización de un referéndum revocatorio presidencial-ya Venezuela y el mundo sabían claramente, que el derecho a elegir libremente; mediante el voto universal, directo y secreto, había desaparecido de Venezuela; al igual que el estado de derecho, porque la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia-que tiene el mismo rango de autoridad judicial que la Sala Electoral de ese mismo máximo tribunal–se auto-designó como instancia supra legal y suprema-por encima de la Sala Plena del Tribunal Supremo de Justicia-cosa que no existe en la Constitución venezolana.
Ningún embajador (y mucho menos ninguno de los presidentes o primeros ministros a quienes ellos representan) de los 33 países distintos a Venezuela, que integran la OEA y que tienen oficinas diplomáticas en Caracas, dijo “esta boca es mía” y mucho menos se dirigió al Secretario General de ese organismo o a cualquiera de sus instancias colegiadas, a denunciar la evidente muerte de la democracia en Venezuela, a pesar de la vigencia de la Carta Democrática Interamericana… y hasta el Secretario General de ese organismo internacional, actuando en ese entonces como “facilitador” en la propia Caracas, avaló el “escrutinio”.
Los venezolanos se sorprendieron, cuando entre gallos y media noche, a pesar de la mayúscula importancia para Venezuela del referéndum revocatorio presidencial, el entonces presidente del CNE-íngrimo y solo-sin la presencia de ninguno de los otros cuatro integrantes de la cúpula del poder electoral, anunció un resultado que era una imagen en el espejo de las encuestas a boca de urna realizadas durante el proceso de votación, después que numerosos millones de demócratas venezolanos, debieron soportar hasta más de 14 horas de cola para poder ejercer su derecho al sufragio-y después de haber sorteado los numerosísimos obstáculos y cuellos de botella-establecidos por el mismo CNE–previos al acto de votación.
La “oposición”, unificada en ese entonces en una llamada Coordinadora Democrática-sabedora de que los resultados oficiales reflejaban casi exactamente lo contrario al resultado de los sondeos a boca de urna, hechos por observadores y periodistas internacionales, la ONG Súmate, y los propios partidos políticos integrantes de esa Coordinadora Democrática, se escondió y no pronunció ni una sola… palabra para el generalizado estupor de los millones de venezolanos que hasta ese nefasto momento de la madrugada del 16 de agosto de 2004, permanecían “pegados” a las pantallas de sus televisores con las copas y botellas de champaña (cerveza, güisqui o ron) en la mano, y listos para celebrar su innegable triunfo contra el enésimo despotismo comunista.
Posteriormente, esa misma “oposición” disfrazó su mediocridad política bajo interminables declaraciones sobre “pruebas” de fraude, que nunca materializaron… y repitieron su mismo vergonzoso comportamiento, cuando sus “gobernadores estrellas” fueron reemplazados por gobernadores “del proceso”-y de nuevo, por tercera vez-doblaron la cerviz, cuando sus concejales y miembros de juntas parroquiales, fueron literalmente diezmados por los ahora ya tradicionales “escrutinios” del CNE.
Por ello, aún sabiendo de antemano la respuesta, yo me pregunto: ¿Quiénes de la oposición darán la cara cuando el CNE anuncie quienes serán los nuevos 165 diputados constitucionales y los dos inconstitucionales que acaba de ordenar elegir? ¿Isa Dobles? ¿Ybellise Pacheco?.
Eso no importa, pues ya todos ellos han decidido que deben poner-por cuarta vez consecutiva-la otra mejilla, cuando por cuarta vez sean abofeteados por los comunistas que están destruyendo económicamente a Venezuela, después de haber destruido su sistema democrático y envilecido el ejercicio del poder público, al que convirtieron en uno solo: omnímodo e impune.