La generación del referéndum
A una semana de las elecciones parlamentarias, los opositores al gobierno de Chávez tenemos los ojos puestos en distintos puntos cardinales. El norte que nos unió para llegar al día del referéndum revocatorio desapareció. Lo que queda de la oposición de ese entonces dista mucho de parecerse a la que unió esfuerzos y cedió posiciones particulares en pro del objetivo común. Esa multitud, hoy fragmentada, constituyó lo que podríamos llamar la generación del referéndum.
Hace poco leí una entrevista realizada por Milagros Socorro al Dr. Ramón J. Velásquez. En ella el ex – presidente apunta que “la democracia del futuro está en manos de la generación del referéndum”, que entendió que para lograr lo que el 15 de agosto de 2004 depararía, era necesario votar. Eso, a pesar de conocer las manipulaciones del REP, la cedulación a miles de extranjeros, las Misiones, los atropellos, la persecución política, en fin, a pesar de un sinnúmero de situaciones que nos eran desfavorables. La población votó. Conociendo de antemano que se habían fraguado trampas para lograr que los opositores perdieran ese día.
La abstención pudo haber sido una opción. Nadie lo planteó. La deslegitimación del presidente se haría mediante el sufragio y no por la vía de la abstención. En los comicios posteriores, la abstención lo que logró fue perder alcaldías y gobernaciones que eran de la oposición, en lograr de ganar unas cuantas más.
El artículo 350 también pudo haberse convertido en una bandera de lucha. No lo fue. Y no lo fue porque, si bien podía desconocerse el gobierno a partir del 11 de abril y los hechos sucesivos que se llevaron a cabo en todo el país, había una alternativa democrática pacífica y constitucional como era la de votar. Hoy lo sigue siendo.
El 350 se ampara en la tesis del fraude. Pero se olvida que encuestadoras serias comunicaron resultados donde el gobierno aparecía con algunos puntos por encima de la oposición, apenas unas semanas antes del referéndum. La ceguera impidió examinar datos que nos eran desfavorables en lugar de analizar lo difícil del escenario y crear estrategias para vencer las dificultades.
De igual modo, la generación del referéndum se valió de los partidos políticos que sabían cómo lidiar en esos espacios, cosa que los venezolanos desconocíamos hasta el año 2002. En ese momento, la sociedad civil y los partidos se unieron con un solo fin. Ambos fueron co – dependientes. Ninguno podía hacer nada sin el otro. Entonces los respaldamos y nos respaldaron. En eso se basa la democracia. En la libertad de elegir quién queremos que nos dirija. El señalar que no queremos partidos es, más que una simpleza, una necedad. Sin partidos políticos no puede haber democracia. Lo que debe hacerse, en todo caso, es exigir su perfeccionamiento. Lo conveniente es depurar los anteriores y estimular la creación de nuevos partidos que podrían responder a las inquietudes de la población venezolana. Pero pedir que desaparezcan es inadmisible.
Por otra parte, exigir normas claras para votar, no exime de no hacerlo. Sería ingenuo pensar que el gobierno las dará apenas unos días antes del 4 – D. También fueron exigidas para el referéndum y no se dieron. No obstante, votamos.
Por último, el argumento de no votar porque habrá trampa le dará al gobierno amplia mayoría, si no un control casi absoluto de la Asamblea Nacional. De ser así, perderíamos nuevamente un escenario de lucha.
Hay que votar. El poder del voto lo tienen las multitudes, como ocurrió en el Chile de Pinochet y más recientemente en Ucrania. Como en Venezuela el 15 agosto de 2004. Si en lugar de disminuir, aumentáramos el número de votantes, ganaríamos.
Yo suscribo las palabras del Dr. Ramón J. Velásquez. Yo creo que la democracia del futuro está en manos de la generación del referéndum.