Sobre delitos y delincuentes
Por las mañanas uno toma el periódico y, en la medida en que va leyendo, comienza a sentir una cierta pesadez estomacal; es como si el desayuno acabado de ingerir nos hubiese caído mal. ¿Pero qué comimos para sentirnos así? La misma frugalidad dietética y aburrida de todos los días solo que acompañada de noticias gastroneurocorrosivas.
Por ejemplo en la edición de hoy jueves 16 de junio leemos que sigue y está en plena efervescencia el enfrentamiento del gobierno de Cuba y de su Estado Libre Asociado, Venezuela, con los EEUU, por la extradición del terrorista cubano de 77 años de edad, Luis Posada Carriles, actualmente preso en ese país. Sabemos que está implicado en la voladura de un avión cubano en el que murieron todos los pasajeros y la tripulación; sabemos también que, por esa causa, estuvo nueve años preso en Venezuela y que en 1985 se fugó de la Penitenciaría de San Juan de Los Morros. Luego estuvo otros cuatro años preso en Panamá (2000-2004) hasta que lo indultó la entonces Presidenta Mireya Moscoso. Nunca en esos cuatro años que una sepa, el gobierno del Estado Libre Asociado de Venezuela tramitó la extradición del terrorista; lo hizo el gobierno de la Metrópoli, es decir Cuba. Es ahora con Posada Carriles preso en el país que gobierna George W. Bush, cuando se arma todo ese show político mediático: después de varias semanas de gritos, amenazas, acusaciones, imprecaciones y movilizaciones públicas, la solicitud de extradición por parte del gobierno nacional ni existía, apenas se está formalizando.
En la misma edición se informa que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos examinará la demanda del terrorista venezolano Carlos Ilich Ramírez “a” El Chacal, por presuntos tratos inhumanos o degradantes en la cárcel francesa en la que se encuentra desde hace ocho años y dos meses. Menos tiempo del que ha pasado en prisión el terrorista Posada Carriles, si sumamos los nueve años de cárceles venezolanas con los cuatro de Panamá y las semanas que lleva detenido en EEUU. El tema no es, sin embargo, si el Chacal merece más o menos tiempo en la cárcel que Posada; el tema es que ambos son terroristas y los dos causaron la muerte de seres humanos desprevenidos, por métodos violentos y en supuesta defensa de una ideología o en contra de un régimen político. Pero mucho más allá, el tema es también que Carlos Ilich Ramírez es para el Presidente Chávez -que patalea y se esgañita por la extradición de Posada Carriles- un distinguido compatriota, según la carta que le dirigiera el 3 de marzo de 1999. Si todo hubiese quedado allí, las contradicciones no serían tan abismales, pero es que embajadores y otros funcionarios diplomáticos de Venezuela en Francia han recibido instrucciones precisas de cuidar solidariamente del distinguido compatriota terrorista. Y tanto él como su esposa y abogada se han quejado amargamente de algunas inconsistencias en ese sentido.
Nos parece estupendo que exista un Tribunal Europeo de los Derechos Humanos que vela, entre otras cosas, por el trato a los prisioneros en las cárceles de los países miembros de la U.E. Es una verdadera lástima que no exista uno similar en América o que aquel no pueda ni enterarse del trato a los prisioneros en las cárceles venezolanas, ni de cuántos mueren en ajusticiamientos endógenos o por mano de sus guardianes ni del tráfico interno de armas y drogas que éstos administran ni del abandono a su suerte sin límite de tiempo, de aquellos que no tienen cómo pagar un defensor privado. Durante la Cuarta República, cuando el doctor Elio Gómez Grillo era el adalid de las acusaciones contra el sistema carcelario y el Padre Olaso visitaba cárceles y elevaba denuncias desde la Fiscalía General; la situación era horrible. Ahora en la Quinta, fallecido el Padre Olaso y con Gómez Grillo escribiendo sobre el sexo de los ángeles, es horripilante. Todos los vicios y taras de los gobiernos anteriores han adquirido niveles de tragedia en el actual, por sus proporciones, su descaro y por la absoluta impunidad que los protege; el del sistema carcelario no es la excepción.
Pero es que además leemos que aquí en Venezuela donde el terrorista Posada Carriles logró fugarse de la cárcel después de estar preso nueve años; un narcoguerrillero o narcoterrorista, de apodo el “Boyaco” y de nacionalidad colombiana, se fugó del bunker de la DISIP en El Helicoide apenas unas semanas después de su detención. A su propio guardián y a los otros presos les pareció normal, que en la madrugada de su fuga, el Boyaco desapareciera porque ocurría frecuentemente. Es decir que gozaba de un trato privilegiado para entrar y salir a su antojo.
Y es que el fulano no era cualquier hijo de vecino: tenía el rango de Comandante y nada menos que de las FARC, además de manejar las finanzas de esa organización. ¿Se sabrá algún día cuántos millones de dólares se invirtieron en la fuga y quiénes fueron los beneficiarios? ¿Pagarán los verdaderos implicados de muy arriba o –como suele suceder- los de muy abajo? ¿Fue realmente un soborno o un arreglo con distinguidos amigos? Es ahí donde está el detalle: no existen en ninguna parte gobiernos angelicales y ajenos a acciones o asociaciones delictivas; tampoco países en los que funcionarios de cualquier rango no puedan eventualmente ser sobornados o cometer otros delitos. Pero en aquellos donde las instituciones democráticas existen y funcionan, la justicia actúa y castiga. Ese -no hace falta aclararlo- no es el caso de la Venezuela de estos tiempos.