Opinión Nacional

Comunismo del Siglo XXI: El nirvana del Socialismo

Del socialismo al comunismo: la misma historia

El Presidente nos presenta el nirvana de la revolución como el socialismo del siglo XXI. Aunque el nirvana se propone envuelto en socialismo, un sistema socioeconómico desprestigiado y desecho de la historia,  en esencia se convierte en un problema estrictamente semántico, porque para los efectos prácticos y asentado en una monumental evidencia empírica e histórica, socialismo es lo mismo que comunismo.

De hecho, son dos versiones de un mismo régimen socioeconómico, cuya esencia, la enajenación de la propiedad privada y sus derechos, depende exclusivamente del envoltorio retórico con que viene ofrecido la “nueva sociedad”, el “nuevo hombre” del ideario guevarista y castrista, emergiendo del hecho, pese a la evidencia empírica, que socialismo es quizás mas mercadeable que comunismo, en virtud de la carga negativa que la gente siente e interpreta con la propuesta comunista.

La retórica en este caso, es el envoltorio, pero en la realidad es componente del discurso demagógico populista redistributivo que se le sirve al credo a la predica del igualitarismo social, el mismo nirvana comunista de la sociedad de todos iguales, en este caso traído a un entorno sincrético como el venezolano, donde el “cristianismo primitivo” se cruza con “animismo africano” y alguna herencia aborigen, retroalimentando la llamada teología de la liberación, del “comunismo cristiano” que promueven sacerdotes marxistas católicos.

Del materialismo histórico: la pérdida de los derechos de propiedad

Tanto en la teoría original del comunismo/socialismo, el materialismo histórico, eje ideológico-religioso del marxismo, agenda para la subversión del orden natural de los individuos representado en la libertad, en el respeto a la vida y a la propiedad privada y sus derechos; como la praxis revolucionaria, como quiera que ella venga, institucionalizada y legal como en Venezuela, o con paredones  de fusilamiento y expropiaciones masivas como en Cuba; en conjunto nutren ambos envoltorios, socialismo o comunismo, y que en nuestra corta experiencia histórica incorpora oficialmente a un Cristo, símbolo de la cristiandad, para satisfacer ciertamente la “cristiana demanda” de la gente, del Cristo que quiere a todos iguales, lo que representa en cierto modo una manera de torcer el cristianismo cuya propuesta básica es eternamente la igualdad de todos, ante la ley de Dios.  
En nuestro caso, en esa propuesta de igualitarismo y negación de las virtudes del individualismo, la figura del  Cristo “marxista” es traída para reforzar la presión de los intereses políticos de la revolución – una nomenklatura con rasgos de nueva clase en pleno desarrollo- para conducir por distintos caminos, incluido el legal y constitucional,  – expropiación, la nacionalización, y la apropiación por vía de la violencia politica, la estatización en distintas formas y que oficialmente se confunde con cogestión-  la estatización en términos generales de la economía.

El socialismo rentista mal-comprendido como capitalismo de estado

No deja de ser curioso, que esa propuesta de socialismo/comunismo de fracaso histórico en estos tiempos, se  presente para confrontar los éxitos por mas de un siglo del desarrollo del capitalismo como organización social y económica de profundo contenido humano, porque exige y reproduce como condición de producción de riqueza y bienestar, libertad, respeto a la vida, propiedad privada y ejercicio pleno de los derechos de propiedad, la conocida trilogía de Loeke.

Esa alternativa socialista o comunista, para los efectos lo mismo, como organización social requiere como conditio sine qua non – y allí la monumental evidencia empírica registrada en la historia- la abolición de la propiedad y derechos de propiedad privada.

 Esta restricción a la propiedad privada y a los derechos de propiedad privada, y la concurrente limitación del mercado como mecanismo de arbitraje natural en la transacción de capital y trabajo, bienes y servicios, y preferencias de la gente como lo ejecuta y profundiza en las actuales circunstancias la revolución bolivariana de oferta socialista/comunista, tiende por la lógica del poder económico y político contenido en el Estado a imponer severas limitaciones a las libertades individuales, de la persona humana.

La mutilación de los mecanismos sociales básicos –institucionales, formales e informales- que protegen los derechos de propiedad indispensables y fundamentales para el continuo proceso de creación de riqueza y economías sustentables, somete al individuo al arbitrio del Estado.

La captura de las instituciones, la nomenclatura y el rentismo

Esta institución que es “dialécticamente” capturada – en nuestro caso hasta por mecanismos de sanción electoral democrática- por el voluntarismo socialista, compuesto generalmente de intereses corporativos definidos, políticos y militares, cuya fusión orgánica tiende a constituir el eje de poder económico del Estado, -renta petrolera, impuestos, empresas publicas, deuda publica, banco central y disponibilidad infinita de dinero fiat.

El Estado se constituye de esta manera en una suerte de peso sobre el ciudadano de a pie, sin contrapesos institucionales que lo defiendan, por lo que los márgenes de la libertad y los derechos individuales se estrechen en relación directa al control de lo económico y las instituciones que sustentan este y rigen la vida de los individuos.

El ideal de la sociedad rentista, el socialismo, se nutre de los mecanismos de renta de los cuales depende el sostenimiento del Estado, no solo como estructura burocrática, sino como economía, dueño de una vasta proporción de los activos económicos, financieros y de recursos naturales y empleadora, sino de los impuestos de los ciudadanos, y del dinero que por confianza imprime por definición el Banco Central, dinero que desaparece como unidad de valor para convertirse en apenas un instrumento de cuenta. Es la precariedad de la propiedad sobre el dinero que  lo convierte en un instrumento para el intercambio de bienes – a lo trueque- sin dejar que adquiera valor como medio para atesorarlo.

De hecho las ruedas de negocios instituidas en Venezuela en los últimos anos, recrean estos mecanismos de trueque en el intercambio. Un ejemplo, en la pasada rueda de negocios realizada en Cuba, una conocida empresa de pintura intercambio sus bienes de pintura por paquetes turísticos, con los cual es evidente el incremento de los costos de transacción que impide el desarrollo de la empresa como tal.

El socialismo: la violencia politica de buscadores de renta

Estas formas organizativas de lo económico, socialismo y/o comunismo, con base a propiedad estatal, tal cual como se ofrece y ejecuta, acotada en normas constitucionales y de una densa jurisprudencia girada por el TSJ en estos anos en referencia al estado social de derecho y justicia, y con el “control difuso” de la constitucionalidad en manos de un Poder Judicial que responde a los parámetros de la revolución o proceso; en leyes, en políticas públicas, y en otros métodos en forma de “violencia politica institucionalizada” por entes del Estado y hasta por la misma calle, reproducen los mecanismos de empobrecimiento secular que sufrieron, por ejemplo, los países socialistas/comunistas de Europa, Asia y, Cuba, el reflejo político de la revolución bolivariana.

El socialismo, combina, la propiedad estatal, la restricción a los derechos de propiedad en términos de economías,  y la eliminación o restricción al margen del mercado como mecanismos de arbitraje de los derechos de probidad, castra al hombre en sus incentivos para crear riqueza y crecimiento económico sostenido, la historia del socialismo del siglo XX es una evidencia demasiado protuberante para soslayarla.

Por el contrario,  el capitalismo, cuya evolución y desarrollo, requiere y exige del respeto y reforzamiento tanto de la propiedad privada como de los derechos de propiedad, en combinación con el respeto a la vida y la libertades individuales, crea las condiciones para un crecimiento sustentable, tal cual como ocurrió en USA, Europa, Japón, en el siglo XX, y como lo muestran China, India y el sudeste asiático en las postrimerías del siglo XX y comienzos del siglo XXI.

Socialismo: una sociedad de buscadores de renta

Preocupa, entonces, la presión política que monta el gobierno a través de la agitación politica y la operatividad de las instituciones del Estado, por eliminar el capitalismo, para socializar la actividad económica y social del venezolano.

En otras palabras cambiar hacia una forma de vida cuya historia de pobreza y restricción de libertades  es evidente en sumo grado, ofreciendo una sociedad –socialismo- donde el Estado arbitra los intereses de la gente, con lo cual los individuos, por si mismos, o agrupados en grupos de intereses, cooperativas y empresas pequeñas se convierten en buscadores de renta sin compensación, con lo que politica se materializa como medio para la captura de instituciones y con ello de la renta del estado –impuestos, deuda y ahorro de los ciudadanos.

En esas condiciones, el gobierno confisca el ahorro de la gente, a través de la deuda, la monetización del gasto publico, el derroche, y algo que es consustancial al socialismo, una corrupción sin controlabilidad ni contrapesos en instituciones del Estado. Las reglas del juego las coloca el Estado para garantizar su dominio y el control de la renta por pare de los grupos de interés que lo han capturado.

  
La economía de los derechos de propiedad

Finalmente, la comprensión básica de un enfoque que parte del interés propio del gobierno y la búsqueda de renta sugiere que las sociedades estén basadas en economía de libre mercado y gobiernos representativamente democráticos. De hecho, por ello es fácil comprender como las sociedades bajo régimen de mercado y democracia evolucionan y se desarrollan sin destruir lo básico, los derechosa de propiedad, garantizando un continuo proceso de mejora en la calida de vida de su gente.

El socialismo por el contrario, concentra y centraliza el proceso de toma de decisiones en el gobierno, incrementando el poder de la burocracia generalmente ineficiente sobre la voluntad de la gente, en comparación a como lo haría una sociedad con economía de mercado con derechos de propiedad satisfechos, donde el poder del gobierno no podrá tomar decisiones que se corresponden con la vida de cada ciudadano, para no desmontar los incentives que fundan un continuo proceso de creación de riqueza.

 
 (*): TecnoEconomica. Economista, PhD (London)

 

 

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