Fatal ignorancia
El reto para debatir sobre el socialismo lanzado por Chávez hay quienes lo consideran una cortina de humo para intentar tapar la debacle de PDVSA y la enorme incompetencia del Gobierno, puesta en evidencia con la orgía de sangre en las cárceles, la inseguridad personal, la queja de los damnificados por las lluvias y la protesta de los desempleados en varias zonas. Puede ser cierto. Sin embargo, el hombre avanza hacia la consolidación de un proyecto continental que incluye de forma directa a Fidel Castro, Evo Morales y su Movimiento al Socialismo, los sandinistas y las FARC. De allí que no pueda eludirse la cuestión despachándola como si fuese un elemento secundario.
Los conocimientos de la historia de las ideas políticas que tiene Chávez son algo menos que rudimentarios. Las rápidas y azarosas píldoras que debe de haberle suministrado la reina de los manuales y la simplificación, Marta Harnecker, y el profesor Heinz Dieterich, se nota que no han sido suficiente para dotarlo de un mínimo de rigor, ni siquiera en la doctrina a la que Carlos Marx y Federico Engels, con escaso éxito, trataron de darle dignidad científica Por esa razón, mezcla conceptos que no guardan relación entre sí y se refiere a realidades colocadas en las antípodas del socialismo. Como bien sabe, éste es un sistema colectivista. Su núcleo esencial reside en el ataque a la propiedad privada, la socialización de los medios de producción y la dirección centralizada del conjunto de la producción por parte del Estado. Si un orden económico y social no reúne estas características no es socialista, aunque, por alguna razón de conveniencia quienes detenten el Gobierno en un determinado período constitucional se llamen a sí mismos de esa manera. En el Chile de la actualidad, en España y en Suecia, tres países mencionados por Chávez para destacar las supuestas bondades de ese modelo, no impera el socialismo. Al contrario, son naciones capitalistas en las que es posible el cálculo económico (cosa imposible de lograr en el socialismo, tal como lo demostró de forma irrebatible Ludwig Von Mises) y cuyos aparatos productivos se organizan a partir de las categorías propias del capitalismo: mercado, libertad de comercio, libre circulación de capitales y bienes, sistema monetario rígido que impide la manipulación inflacionaria por parte de los gobernantes de turno.
Lo que ocurre en cada esos países, especialmente en Suecia y España, es que existe un Estado de Bienestar (Welfare State) muy fuerte, que se inscribe en la tradición inaugurada por el canciller Bismarck en el último tercio del siglo XIX en Alemania -luego reforzada por Franklin D. Roosevelt y su New Deal (fórmula sustentada en las recomendaciones propuestas por John M. Keynes para superar la crisis que estalla en 1929)- y en el Informe sobre la seguridad social elaborado en 1942 por la comisión presidida por W.H. Beveridge, con el propósito de encarar la situación de miseria en la que habían quedado millones de ingleses luego de que los bombarderos nazis dejaran a Londres y otras ciudades inglesas sumidas en escombros. El Estado de Bienestar es la respuesta que el sistema capitalista elabora para aumentar la gobernabilidad de la democracia, reducir el impacto de la crisis en los sectores más pobres de la población, y reconocer la fuerza creciente de los sindicatos independientes y de otros grupos de presión que se forman en las naciones más industrializadas. Confundir el Estado de Bienestar con el socialismo es como decir que la gimnasia es lo mismo que la magnesia.
Cuando Chávez habla de socialismo no se refiere al Estado Social de Derecho, como anuncia la Constitución del 99, ni al Estado de Bienestar, como existe en una parte importante de los países capitalistas europeos, no importa que quienes estén en el Gobierno sean liberales o conservadores. Se refiere al único socialismo que ha existido y se conoce. Al que ha empobrecido y sojuzgado a los pueblos donde se ha implantado. Su socialismo es el que lleva la etiqueta de Fidel Castro: combina los rasgos que tuvo ese sistema es la Unión Soviética y en los países de Europa del Este, con los que le incorporó el decrépito dictador caribeño. El carácter mesiánico e imprescindible del caudillo, es la contribución específicamente fidelista a la historia del socialismo. Al menos en el “socialismo real” ruso (incluida la era de Satín) y europeo, la maquinaria partidista siempre aparecía colocada por encima de cualquier conducción personalista del poder. Chávez copia al carbón a Castro. Todo el poder del Estado se concentra en el Jefe, quien aparece como insustituible. La autocracia comunista construida por el doctor Castro en la isla antillana es el modelo que mejor se ajusta a la visión dictatorial de Chávez: propiedad de los medios de producción fundamentales de la nación, amenazas a la propiedad privada, control de cambio y de los medios de comunicación, sometimiento del Banco Central de Venezuela, control del crédito mediante regulaciones a la banca privada, creación de milicias y dominio completo de todos los poderes del Estado.
El socialismo no tiene futuro, como piensa Vladimir Villegas, mientras su pasado y su presente han sido nefastos para la humanidad. La ruina en la que quedaron Rusia y Europa del Este, y en la que se encuentran Corea del Norte y Cuba, así lo atestiguan. Agreguemos Venezuela. Seis años de preparación para el socialismo del siglo XXI nos ha hundido en la peor de las catástrofes económicas, sociales e institucionales padecidas por el país. El único porvenir brillante de Venezuela está unido al estimulo a la propiedad privada, la globalización, la democracia, es decir, al capitalismo.