¿Quién ha visto alcalde como tú?
Los cuarenta años democráticos que transcurrieron entre los meses de febrero de 1959 y 1999, son tratados por adeptos al régimen actual como si Venezuela hubiese sido gobernada por unos señores feudales que mantenían en la miseria, ignorancia y abandono a sus hambrientos, enfermos y analfabetas esclavos. De acuerdo con la nueva historia dictada por Chávez y taquigrafiada por el ministro Aristóbulo y su equipo de amanuenses de la educación revolucionaria; los gobiernos adecos y copeyanos se limitaron a permitir que unos cuantos ricos explotaran a los pobres para hacerse cada vez más ricos, mientras ellos recibían sus comisioncitas por tales favores. Nadie explica cómo fue que un muchachito provinciano calzado con alpargatas, que vendía conservas de coco para ayudar a sobrevivir a su abuela, llegó a la Academia Militar y de allí saltó a la presidencia de la República. ¿Cómo y dónde aprendió ese vocabulario inagotable que le permite hablarle a los radio televidentes durante ocho horas consecutivas? ¿Y cómo fue que esos gobiernos racistas y clasistas permitieron que decenas de miles de aristóbulos se graduaran en pedagógicos y universidades y hasta hicieran posgrados en el Exterior? ¿Y quiénes construyeron los miles de escuelas y liceos y los centenares de universidades e institutos de educación superior en todo el país? ¿Y centenares de miles de viviendas para los más pobres? ¿Y la vialidad que comunicó a Venezuela entera? ¿Y los puentes sobre el Lago de Maracaibo y el río Caroní? Y??mejor paramos aquí para no ocupar todo el espacio. Lo peor es que no son solo los chavistas quienes niegan cualquier logro a aquellos gobiernos, sino que todo opositor que quiera aparecer como alguien moderno, distinto, un líder de los nuevos tiempos, un poschavista pues; tiene que despejar toda duda sobre el retorno al pasado. El pasado es un calificativo que causa nauseas y provoca terror. Y para uno expresar alguna nostalgia por lo que tuvieron aquellos años de positivo, grato, amigable, conciliador y edificante; debe hacerlo encapillado, calladito y entre gente de su más absoluta confianza. Y pensar que hoy existen veinte gobernadores chavistas y dos que están más de acá que de allá, porque a un Presidente conocido como CAP, al que Chávez imita en casi todo ˆmenos por supuesto en el respeto a la democracia- se le ocurrió que había que descentralizar el poder y hacerlo más cercano a la gente. Pero no contento con eso, a CAP se le ocurrió también promover la reforma de la Ley de Régimen Municipal para crear la figura de los alcaldes y hasta la figurota del o los alcaldes metropolitanos. Hay que ver la cantidad de gente que encontró como canalizar sus ansias incontenibles de servir al prójimo, de sacrificarse por sus vecinos; en fin, de ser los buenos samaritanos que siempre anhelaron ser. Pero en Venezuela suceden cosas raras: sobre nuestros servidores públicos pesa una maldición que en el caso de los alcaldes de la ciudad capital, pareciera un maleficio. Ninguno de la era prehistórica (antes de 1999) se salvó de ser acusado de corrupción y hasta un preso hubo, porque el Contralor siempre era de la oposición y algunos concejales -especialmente aquellos que más denigraban del alcalde- aparecían en los medios de comunicación y uno hasta sabía cómo se llamaban. Sin embargo dejaron algunas obras u obritas como recuerdo de su gestión. Pero ahora, cuando todo el poder es de los soviets del chavismo, el desastre es total. Repetir lo de la basura y los huecos que caracterizan la gestión de Bernal en Caracas, no impresiona a nadie y menos que nadie al aludido. Hace unos quince días el Alcaldote, es decir el metropolitano Juan Barreto, publicó un aviso en la prensa anunciando (como si hubiese descubierto la vacuna contra el cáncer) que su despacho procedería a tapar los huecos de las avenidas principales; pero eso sí, poco a poco. Lo que hace suponer que los de calles y pequeñas avenidas no los tapará nadie jamás. Para que no se diga que solo vemos la paja en el ojo ajeno, suba o baje usted por la avenida Luis Roche de Altamira, predio del alcalde de oposición Leopoldo López, y no le alcanzan los diez dedos de las manos sumados a los de los pies para contar las troneras tragacauchos. Si se trata del alcalde que Chávez nos dio en el Municipio Sucre ˆel hijo de Cicerón- la avenida que lleva el nombre de ese héroe patrio asesinado en Berruecos, la que el comandante en jefe cívico militar transitaría a diario si alguna vez durmiera en La Casona es, al igual que todas las calles aledañas, una réplica de la superficie lunar. No vayamos tan lejos para recordar a Rudolph Giuliani, el alcalde que hizo el milagro de humanizar a Nueva York y limpiarla de delincuencia callejera y mal vivientes; es que un alcalde llamado Juan Carlos Navarro ha transformado en poco años a la antes feísima capital de Panamá, en una ciudad bonita, grata, limpia, llena de parques y otros espacios para la gente. Y dos alcaldes bogotanos Antanas Mockus y Enrique Peñalver Londoño, han hecho de esa ciudad una de las más hermosas y seguras de sur América. Y Manuel Rosales, ha sido electo y reelecto como gobernador del estado Zulia, aquí en Venezuela, por su gestión como el alcalde que transformó a Maracaibo. ¿Por qué nos sucederán esas cosas tan terribles a los habitantes de la Gran Caracas? Fíjense que no es cuestión de pobres y ricos, todos padecemos por igual las ineptitudes de nuestros alcaldes. Unos porque creen que socialismo es igual a inmundicia, caos y marginalidad, otros quien sabe si porque pasó la fiebre refrendaria. ¿O será que nos persigue la maldición de Vicente Emparan por la broma que le echaron en aquel cabildo hace 195 años?