Triunfal derrota
Ganándole dos horas al sol, triunfales toques de diana y estruendosos cohetes nos despertaban para votar en un proceso neciamente preparado para la derrota democrática. El día terminó sin sorpresas. No faltarán en el gobierno quienes piensen insensatamente que son democráticamente más fuertes porque han obtenido100% de los diputados, ni en la oposición, miopes que se consideran triunfantes porque hace unos días lograron que el gélido José Vicente Rangel saliera de sus casillas y soltara un par de groserías. La verdad es que vivimos las horas más lamentables de la democracia venezolana desde que se inició hace medio siglo con la caída de la dictadura. Elección convertida en plebiscito que dejó en claro que Chávez y los suyos, ni con halagos, ni amenazas de pérdida de empleo, ni de invasión imperialista, lograron que fuera a votar por ellos el 25 %. Muy grave para quienes decían tener más de la mitad de la población en su bolsillo. Pero sería lamentable que la oposición pensara que es de ella ese 75% que se abstuvo.
Por supuesto, en democracia tan perfecta los defectos no podían ser nuestros, sino del imperialismo y de Bush.
A Oscar, su dura vida no le permite autoengaños. Hace 15 días me dijo que él no iba a votar, pues el gobierno no respetaba el secreto y, en represalia, dejaba a la gente sin casa y sin empleo. De eso él ya tenía una dolorosa experiencia personal. Oscar es un hombre joven con natural viveza, afilada por los golpes de la vida. Por aquello de que “quien se casa, casa quiere”, participó muy activamente hace más de cuatro años en una invasión de boina roja, Mamera arriba en la montaña. Entonces todos los invasores se esperanzaron con las promesas; hoy sólo les queda la amargura y la desilusión. Unos pocos reciben de la alcaldía la mitad del salario mínimo por tomar sol con camisa roja en la autopista, haciendo que barren.
Oscar me contó que hace un mes, con un recorte de Últimas Noticias en la mano, fue a la oficina de INAVI en Las Mercedes a pedir un crédito de 6 millones para mejorar su rancho. Le saludaron diciendo que si había firmado «contra Chávez” en el Referéndum, “perdiera toda esperanza”, como a la entrada del infierno de Dante. Él, como chavista desengañado, pidió referéndum; su firma y su condición de opositor consta en la criminal lista “Maisanta”. Por eso, él no iba a votar ahora. Lo que más me sorprendió fue la seguridad con que añadió: en Cuba también hay elecciones y de antemano el gobierno sabe que irán a votar cuantos él quiera y que apenas 3 ó 4 de cada 100 no aparecerán como insumisos al dedo de Castro. He podido verificar que también yo, al igual que 14 millones de venezolanos, estamos presos en esa lista.
Antes del retiro de los partidos (siguiendo órdenes del imperio) 70% de los venezolanos, por desengaño, fraude y falta de secreto, pensaba abstenerse. El domingo, ya con nuestras tropas acuarteladas y la gente encerrada en sus casas para enfrentar la invasión golpista, el malvado Bush nos dirigió una sonrisa de desdén y se fue a su rancho a descansar. Con 75 % de abstención y 100% de diputados para el gobierno (incluso superior a Cuba), la democracia venezolana quedó en ridículo ante el mundo. Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
Ahora no hay nada que celebrar. Ni el gobierno, ni la oposición han demostrado en estos siete años que saben construir la política que el país necesita. Venezuela no camina hacia la solución de sus problemas estructurales y los petrodólares van río abajo entre la corrupción, la limosna y el desvarío político y económico-social. El poder gubernamental se ha burlado del país y la oposición no ha demostrado sensatez ni credibilidad para responder a los grandes problemas de la gente. Ahora algunos acérrimos opositores propondrán ayudar al régimen con unas primarias para el candidato presidencial opositor, y así acabar de destrozarse entre sí.
La salida empieza por aceptar que la democracia venezolana está gravemente enferma y que debemos llegar a acuerdos indispensables en los problemas comunes y en las reglas de juego democráticas. Es indispensable acordar en la oposición y también con el gobierno. Los poderes del Estado venezolano (Legislativo, Judicial, Electoral, Fiscal, Contralor…) no son propios de una democracia. Si queremos democracia social en libertad y con justicia, hay que dejar de creer que la gente es idiota, y reconstruir casi desde cero otro modo de hacer política económico-social, con realismo, con los pies en la tierra, sin cerrar los ojos a la pobreza estructural del país, sin el infantilismo de culpar a Bush de la suciedad de las calles de Caracas, y superando aquella enfermedad de cierta izquierda adolescente que piensa que va bien cuanto más asusta a los mayores. La Iglesia deberá romper moldes para servir al indispensable acuerdo, y fueron sensatas las declaraciones del Arzobispo Urosa la víspera y el día de la votación.
¿Será también infantil desear que los venezolanos (gobierno, oposición, y los ni ni), salidos de las trincheras defensivas en el ambiente navideño, reflexionemos sobre cómo recrear la democracia con contenido social y en enero empezar de nuevo a darle el tratamiento que requiere nuestra democracia gravemente enferma? Este domingo todos los demócratas salimos derrotados.