Opinión Nacional

El modelo socialista y la participación popular

Una grupo de venezolanos preocupados por la abusiva, arbitraria e inconstitucional campaña de Hugo Chávez a favor del socialismo, decidimos aceptar el reto de la discusión ideológica lanzada por el Presidente de la República y asumir sin complejos la defensa del capitalismo. Este (%=Link(6745915,»documento»)%) fue presentado en rueda de prensa el pasado sábado 7 de mayo. A continuación presentó un resumen del material suscrito, entre otros, por Emeterio Gómez, Agustín Berríos, Antonio Sánchez García, Manuel Malaver, Luis Penzini, Tomás Páez y el suscrito.

La campaña activada por Chávez constituye una estafa, pues el pueblo venezolano jamás votó por el proyecto socialista, ni en 1998 cuando gana por primera vez las elecciones, ni en 1999 cuando se aprueba la Constitución, ni en 2000 cuando se relegitima como Presidente, ni en 2004 cuando se realiza el referendo revocatorio. Si en cualquiera de esas consultas se hubiese presentado como abanderado del socialismo, no lo habría apoyado más de 5% del electorado, cifra histórica a la que se reducen sus partidarios en el país. La arremetida, además, viola la Constitución del 99, pues en ningún lugar de sus líneas se dice que Venezuela esté organizada de acuerdo con los principios de un orden que empobrece a todos los países donde se impone. Chávez fue ratificado como primer mandatario para que cumpliese con los preceptos del sistema capitalista que “garantiza el derecho de propiedad”, tal como señala el artículo 115 de esa Carta, no para que fuese su sepulturero.

A pesar de su talante autoritario Chávez está obligado a respetar los principios democráticos que aún gobiernan a la nación, los cuales lo comprometen a consultar a los ciudadanos, mediante un referendo, para establecer si éstos son partidarios de que se instaure en nuestro país el sistema socialista. El Presidente no puede hablar del socialismo como “máxima expresión de la democracia” y, a la vez, prohibirles a los ciudadanos que se manifiesten de forma universal y secreta, sobre un tema que afecta de modo esencial el presente y futuro de todos los venezolanos. Si el socialismo es equivalente a democracia, entonces no existen razones para imponerlo con la amenaza del uso de la fuerza, como conviene interpretar las milicias en proceso de formación.

Esa consulta debe organizarla un CNE imparcial, tal como establece la Constitución y la Ley del Poder Electoral, no un Consejo presidido por Jorge Rodríguez y el resto de los oficialistas que dominan el organismo rector. La conformación actual del CNE le garantizaría a Chávez un fraude masivo, que presentaría un resultado tramposo, favorable a la imposición del socialismo, con lo cual se adulteraría la clara voluntad libertaria del pueblo venezolano.

La imposición y la fuerza fueron los recursos utilizados por Lenin y los bolcheviques en Rusia a partir del 1917; por Stalin en todos los países de Europa oriental luego de su triunfo, como parte de las fuerzas aliadas, en la Segunda Guerra Mundial; por Mao Zeedong en China; por Kim Il Sung en Korea del Norte y por Fidel Castro en Cuba. En todos los países donde hubo el “socialismo real” que aspira a trascender Chávez, ese modelo fue impuesto a sangre y fuego por una minoría despótica que se arrogó el dominio hegemónico de la sociedad. En ninguna de esas naciones -tampoco en Vietnam, Laos o Camboya- el socialismo fue el resultado de un amplio debate o de la participación libre y espontánea de las masas. Si de verdad Chávez quiere evitar el pecado original que está en la raíz del totalitarismo que campeó en todas esas sociedades, convertidas hoy la mayoría de ellas en capitalistas, está obligado a conocer la opinión de la gente.

Los países más prósperos del mundo, incluidos los que utiliza Hugo Chávez como ejemplo –Chile, España y Suecia- son capitalistas. En ellos se respeta la propiedad privada, y las leyes del mercado y la competencia. Sus economías funcionan a partir del principio de rentabilidad, lo cual se combina con la equidad en la distribución de la riqueza nacional. En ellos funciona a cabalidad el Estado de Derecho y se fomenta la independencia de la sociedad civil respecto del Estado.

Un adelanto del proyecto socialista-comunista de Hugo Chávez puede apreciarse luego de seis años de Gobierno: la pobreza creció 10 puntos porcentuales, lo cual significa que más de tres millones de familias padecen este flagelo; seis millones de trabajadores se encuentran en el sector informal de la economía; dos millones están desempleados; los trabajadores, producto de la inflación, han perdido 30% del poder adquisitivo; más de 30.000 empresas han bajado la santamaría. Todo esto en medio de la mayor y más prolongada bonanza petrolera de las últimas décadas y sin que aún se haya decretado el Estado socialista.

El debate hay que hacerlo y, además para Chávez es obligatorio someterse a la voluntad popular. Que el pueblo, en una elección libre y transparente, decida entre el capitalismo y el socialismo. Entre el modelo cubano de los 46 años de dictadura fidelista y el sistema democrático vigente en Venezuela desde el 23 de enero de 1958, el cual, a pesar de sus innegables defectos, permitió el crecimiento económico y la prosperidad en un ambiente de libertad que benefició a millones de personas, incluido Hugo Chávez. Si el Presidente de la República respeta las reglas del juego democrático, no hay duda de que el pueblo está en capacidad de volverlo “polvo cósmico”. Ya lo hizo una vez con Fidel Castro cuando intentó utilizar a Venezuela como cabeza de puente para exportar a América Latina su revolución comunista.

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