Desafección: un rasgo peligroso de la política venezolana
El término «desafección política» en un termino relativamente nuevo, que ha sido trabajado últimamente por la sociología política y la ciencia política para explicar parte de los trastornos y los estados de animo y confianza respectivamente de parte de los ciudadanos hacia la política, los actores políticos y la democracia. Una primera aproximación asumiría a la desafección política en primer lugar como una actitud anormal o irregular, pues lo natural es lo que los ciudadanos participen activamente y tenga cierto afecto y valoración positiva y activa por la política y lo político.
Seguidamente y precisando un tanto más definiríamos a la desafección política siguiendo a Mariano Torcal – José Ramón Montero y Richard Gunther “como el sentimiento subjetivo de ineficacia, cinismo y falta de confianza en el proceso político, políticos e instituciones democráticas que generan distanciamiento y alineación pero sin cuestionar la legitimidad del régimen político”
Debe notarse que esta concepto difiere de otros utilizados anteriormente por parte de los sociólogos y politólogos, particularmente empleado para describir un fenómeno actitudinal que presupone según Mariano Torcal Et Al sentimientos y estados de “alienación política, crisis de confianza, cinismo político y disenso político, pese a que muchas veces estos se han utilizado de forma intercambiable y se han medido con indicadores semejantes. Los conceptos mencionados, a diferencia de la desafección política, sugieren una crisis de legitimidad del sistema democrático. La desafección política, es independiente del grado de apoyo al régimen, no constituye, por tanto, un indicador del mismo, y tiene consecuencias actitudinales diferenciadas.
Lo que vale la pena destacar o hacer énfasis es que la desafección es una estado o actitud que se ubica en un nivel macro, dado que la desafección esta asociada inequívocamente a sentimientos de alineación y rechazo de la política, y no a una determinada gestión o proceso político, claro esta, que una mala gestión o proceso político, aunado a otros elementos valorados y evaluados negativamente pueden estimular una mayor desafección hacia la política como realmente ha sucedido en la Venezuela de la última década .
La desafección esta íntimamente referida a la identificación y el grado de confianza del ciudadano con la política, las instituciones y naturalmente sus representantes, y los niveles de eficacia de la política y las instituciones consecuentemente. De tal manera que en un sistema político inestable, en una sociedad con bajos niveles de capital social, presencia de vicios arraigados y de corrupción, politización de algunas instituciones claves, violación fragante de los derechos humanos y del régimen de libertades es plausible la presencia de la desafección en numerosos sectores de la sociedad y ciudadanía.
De manera que la desafección observada en muchos ciudadanos de la Venezuela actual no es más que la expresión de un proceso de alineación o divorcio de estos últimos para con la política y las instituciones (Por ejemplo el CNE, FISCALÍA Y DEFENSORÍA), valoradas negativamente como incapaces, ineficientes y poco confiables. Pudiéramos decir que la desafección depende o esta ligada a la calidad de la política, los resultados de la democracia y el nivel de certidumbre, del ciudadano común hacia su sistema político y entramado institucional.
Por tanto toda iniciativa de resocialización y politización del ciudadano con la política, pasa primeramente por un saneamiento de esta última, entiendo a dicho proceso como una actividad que debe desembocar en lograr que la política sea más eficiente, más transparente y deliberativa, desarrollada sobre unos códigos y patrones elementales que le devuelvan su atributo de virtud, de servicio y nobleza muy disminuidos, por no decir erradicados en la experiencia venezolana de la última década. Por otro lado, y seguidamente se requiere de un entramado institucional, unos procedimientos y unas organizaciones, que respondan eficientemente al conjunto de demandas que una determinada sociedad formula a sus autoridades y representantes sin distinción de credos, ideologías o colores políticos.