El comunismo y la arrogancia cósmica
Hugo Chávez se declaró en campaña, y ya sabemos lo que esto significa, a favor del socialismo. Con vehemencia tronó como Zeus en el Olimpo: ¡volveré polvo cósmico a quienes se opongan a mis ideas! El teniente coronel no se anda con cuentos. Para arrinconarnos cuenta con los recursos de PDVSA, Venezolana de Televisión, el canal Vive, más de 500 emisoras de radio en todo el país, y la posibilidad de encadenar los medios radioeléctricos cada vez que se le antoje. En el plano comunicacional es un combate desigual. Utilizará todo el poder del Estado para pulverizar la oposición. Sin embargo, como se trata de un debate ideológico, habrá que colarse por las rendijas que queden para encarar sin ninguna ambigüedad esa mezcla de ignorancia y arrogancia que exhibe el primer mandatario.
Hay que decir que el socialismo del que habla Chávez no es el sueco, el español o el chileno. Primero, porque en esos países no existe tal socialismo. Lo que sí hay es un capitalismo que funciona muy bien: respeto a la propiedad privada; libertad de empresa y de comercio; desempeño económico sobre la base de los criterios de mercado y rentabilidad; impuestos sobre la renta progresivos; acato sacrosanto al Estado de Derecho y a la autonomía y equilibrio de poderes; concertación entre el capital y el trabajo; redistribución del ingreso a partir del reparto de la riqueza producida por el trabajo creador de empresarios privados y trabajadores altamente calificados. Es decir, en esas naciones operan todas las instituciones y procesos que no funcionan en Venezuela, y que, por añadidura, Chávez está encargándose de destruir.
Entonces, ¿de cuál socialismo está hablando el jefe del MVR? Pues del único que conoce y admira: del socialismo cubano liderado por su mentor ideológico Fidel Castro. Ahora bien, ocurre que Fidel a partir de comienzos de los años sesenta, para congraciarse con los jerarcas soviéticos que subsidiaban su malhadada revolución, se confiesa comunista y proclama el carácter comunista de la revolución cubana. La historia cuenta que en 1956, Niñita Jkruchov, a la sazón máximo líder del Partido Comunista de la Unión Soviética, declara solemnemente en el Congreso del PCUS que se realiza ese año, que la Unión Soviética había concluido su fase socialista, concebida sólo de transición, y que, debido a la prosperidad de la cual disfrutaba, había alcanzado la etapa comunista, cumpliéndose así por primera vez en la historia la profesía anunciada por Carlos Marx en el Manifiesto Comunista de 1848 y en el Programa de Ghota de 1873. Fidel, el protegido de la burocracia comunista, no podía ser menos. Decide saltarse el tramo socialista y brincar directamente al comunismo.
Ahora bien, ¿qué significa comunismo? Marx, primero, y luego Lenin, lo dicen del siguiente modo: es ese sistema en el que se pasa del principio según el cual cada quien recibe de acuerdo con sus capacidades (capitalismo y socialismo) a otro principio de acuerdo con el cual cada quien recibe según sus necesidades. En otros términos, en el comunismo lo que el ser humano recibe como retribución no guarda relación con lo que aporta a la sociedad. Para que opere este axioma es indispensable que desaparezca la propiedad privada de los medios de producción, y que éstos pasen a pertenecer al colectivo, al conjunto de la sociedad, que los posee a través del Estado. En la teoría marxista leninista del comunismo se prevé que el Estado desparezca, una vez el grado de bienestar haya alcanzado el máximo esplendor. Ahora bien, lo que ocurre en la realidad es que los países comunistas se empobrecen, mientras el Estado se agiganta y actúa como una maquinaria omnipresente y omnipotente que anula a los sujetos individuales.
Debido a que la propiedad privada es esencial para organizar la vida de una sociedad democrática, tal como lo demuestran los estudios del historiador anglosajón Richard Pipes, cuando el Estado se transforma en el poseedor exclusivo de los medios de producción, simultáneamente deviene en el propietario de la vida y destino de todas las personas, quienes dejan de ser ciudadanos, convirtiéndose en seres despojados de toda libertad. El comunismo, por su propia naturaleza, es más que autoritario, totalitario. El instrumento al que siempre apela para lograr el sometimiento del individuo y su disolución dentro de esa totalidad abstracta llamada colectivo, es la represión, el control continuo y la amenaza por parte de la burocracia incrustada en el Estado. La propiedad estatal de los bienes de producción y el dominio sobre el individuo y la sociedad que la acompañan, conspiran contra la posibilidad de que la economía sea próspera y eficiente
No es por casualidad que Cuba y Korea del Norte, en la actualidad, y la URSS y los países de Europa Oriental en el pasado reciente, hayan sido naciones pobres, sometidas por burocracias incompetentes, corruptas y represivas. El “imperio” soviético colapsó, el Muro de Berlín se derrumbó y todos los países comunistas de Europa Oriental sucumbieron, sin que hubiese habido revoluciones ni muertes. Se desplomaron cuando las tiranías dominantes fueron incapaces de seguir preservándose sólo con base en la opresión. Cuba y Kores del Norte no han sucumbido porque en el seno de esos atormentados países, sus fuerzas democráticas no han podido articular un movimiento que se conecte con las corrientes modernizadoras que se desatan en el mundo tras la desaparición del comunismo soviético.
El futuro luminoso que Chávez promete, es igual al que Fidel le auguraba a Cuba cuando estaba en Sierra Maestra. Ya sabemos en qué terminó la Tierra Prometida. El capitalismo convirtió en polvo cósmico al comunismo soviético. Lo mismo ocurrirá con el de Chávez. ¿Cuándo ocurrirá este prodigio? No lo sabemos, pero así será.