Venezuela el 8 de agosto de 2005
«Este fracaso moral estrepitoso de los dirigentes de la oposición fue una de las características básicas de la «revolución» de marzo de 1933 que facilitó sobremanera el triunfo de los nazis. El Tercer Reich nació a partir de esta traición practicada por los adversarios políticos de Hitler, así como de la sensación de impotencia, debilidad y repugnancia que aquella generó. El factor decisivo fue que en aquel momento la ira y la repugnancia vertidas contra los propios dirigentes cobardes y traidores fueron mucho más fuertes que la ira y el odio de los que era objeto el auténtico enemigo».
Sebastian Haffner, Historia de un alemán
La rebelión de los votantes
La soledad no es buena consejera, reza el refrán. La abstención tampoco. De todos los males a los que se enfrenta el ciudadano, la abstención se encuentra en el linde del más trascendental de los pasos, aquel que trasciende el terreno electoral y se aventura por la oscura e indeterminada senda de la resistencia activa y la rebelión ciudadana, cuya próxima estación se llama Insurgencia. Y así como nadie que no sea un eremita impenitente cultiva la soledad como remedio a sus males de sociabilidad, nadie labra la abstención como remedio a sus males electorales. ¿Qué sucederá hoy en la Venezuela democrática, la que exhibiera orgullosa sus índices de participación electoral durante cuarenta años de democracia representativa en que sirviera de faro, islote y guía de una región hundida en las tinieblas dictatoriales, como para que este 7 de agosto puedan batirse todos los índices de abstención desde el 23 de enero de 1958?
Un profundo conocedor del universo electoral venezolano revela otra de las tantas e irresolubles contradicciones de su sistema político: ha sido durante esta democracia “participativa” cuando la participación electoral ha encontrado los más graves escollos. Durante la vigencia de la democracia “representativa” la abstención no superó el promedio del 45%, mientras que durante ésta que se quiere ejemplarmente participativa no ha descendido del 60%. Promediando ese 45% histórico más un 30% adicional que reflejan, según Alfredo Keller, las tendencias encuestadas durante los últimos meses, la ausencia de electores frente a las urnas debiera alcanzar el 75, si no el 80% de abstención. Cifra, ésta sí, definitivamente histórica.
La contradicción, como suele suceder en la historia, es aparente. Como no han cesado de reiterarlo los analistas de la que podríamos bautizar desde este próximo 8 de agosto como Nueva Oposición Venezolana (NOV) el campeón del abstencionismo no se encuentra en las filas opositoras, ni siquiera en las de la NOV. Se encuentra en las filas del gobierno y preside el Consejo Nacional Electoral (CNE). Su nombre: Jorge Rodríguez. Como lo señalara su contrafigura, María Corina Machado, esta histórica abstención ha sido promovida por el psiquiatra Jorge Rodríguez mediante dos artilugios verdaderamente demoledores: la desconfianza y el miedo. Sentimientos emparentados pero no necesariamente gemelos.
Desconfianza suficientemente sembrada durante dos largos años de manipulación, violación y chantaje: un Referéndum Revocatorio convertido como por arte de magia en Plebiscito – un cambio trascendental, que le aseguró al presidente de la república su permanencia en el cargo -, suficientemente blindado con artilugios electrónicos, cedulación dolosa, nacionalización ilegal y falsificación de resultados. Sin contar con la conversión de la llamada “ruta democrática” en un campo minado materialmente intransitable y cuya meta final, de lograrse la épica proeza de recorrerla exitosamente, terminaría necesariamente en un abismo.
Un largo viaje hacia la noche
A la desconfianza, un acompañamiento nada promisorio: el temor. El embajador de un importante país europeo les observaría con asombro a los miembros de la Comisión de Asuntos Exteriores de la Coordinadora Democrática la insólita ingenuidad de solicitar la revocación del presidente de la república dejando la firma y una huella de identidad como testimonio público. ¿Saben cuánto pagarían los partidos en mi país por disponer de un archivo de esa naturaleza? – comentó con desparpajo. La concurrencia soltó la carcajada. Los diplomáticos de la CD le replicaron orgullosos de la ética y la sinceridad de la militancia opositora: en Venezuela no tememos a nuestra identidad política. Si debieran fotografiarnos firmando, nos dejaríamos fotografiar…
Tascón fue más perspicaz. Se hizo de ese riquísimo archivo, lo introdujo al mercado electrónico y logró estamparle una suerte de estrella de David a cuatro millones de venezolanos. El régimen tomó nota y procedió en consecuencia. Sobrevino nuestro doméstico holocausto. Pero aún así, esa imponente masa electoral que debía ser multiplicada por lo menos por 1.5 para redondear matemáticamente sus preferencias llevadas al secreto de las urnas en un proceso electoral, no apostaría a la abstención si tuviera la certeza de estar representada por un liderazgo político a la altura del sacrificio. A juzgar por los resultados que se esperan para la jornada de hoy, ese liderazgo no cumplió su cometido, como tampoco durante el 15 de agosto del 2004: sólo un electorado que le ha vuelto la espalda a sus partidos políticos puede rechazar conferirle su respaldo de manera tan radical y militante como según todos los indicios podría suceder hoy.
Y ese es el más grave de los síntomas que este esperado resultado deja entrever: se ha abierto un abismo aparentemente infranqueable entre los representantes y sus representados. Es la clásica crisis de legitimación que lleva al surgimiento de hiatos de representación difícilmente subsanables en el corto plazo y cuyo provecho resultad difícil de evaluar y cuantificar. Reunidos los dos bloques orgánicos del establecimiento – chavismo y oposición partidaria, extrañamente unidos en este contubernio electoralista -, ¿reunirán más del 30% del total del electorado, si es que se alcanza dicha cifra por buenas o malas artes? Dejo abierta esta última posibilidad, porque el CNE está instrumental capacitado como para maquillar cualquier resultado e inflar artificialmente la participación electoral, aún al costo de cederle a la oposición partidista los míseros y escuálidos espacios por los que lucha desesperadamente. Chávez nos amenazó luego de octubre con 10 millones de votos. ¿Existen, se trastocaron en repudio o sucumbieron a la indiferencia?
Y es aquí en donde resalta un hecho de trascendencia histórica: ante la inmensa, la gigantesca gravedad de la crisis existencial que aqueja a la democracia venezolana no se sabe si los resultados de hoy expresarán más el repudio de la sociedad civil al régimen o a la tibia oposición partidista que se le enfrenta.
El fenómeno, como se desprende del epígrafe de Sebastian Haffner, no es inédito. Fue advertido por Donoso Cortés en relación a la revolución europea de 1848 y se repitió matemáticamente durante el ascenso de los fascismos en la Europa de entre guerras. Con lo cual se plantea la gran interrogante que se abre ante nosotros a partir de este verdadero hito del abstencionismo histórico venezolano: ¿ha muerto definitivamente Punto Fijo? ¿Chávez se desinfla? ¿Nace una Nueva Oposición?
Los desafíos del futuro
Este 7 de agosto habrá sido el ensayo general para las próximas dos elecciones, infinitamente más trascendentales para el destino de la democracia venezolana: las parlamentarias de diciembre de este año y las presidenciales para diciembre del 2006. En primer lugar, es para el gobierno de vida o muerte que se realicen estos comicios. Es el golpe final: dos tercios en la Asamblea pavimentan el camino para un triunfo plebiscitario de Hugo Chávez en el 2006. Concentrado absolutamente todos los poderes en sus manos, las presidenciales serán un trámite tan rutinario como para Fidel Castro obtener en Cuba el 98% de las preferencias. De allí la imposición de las modificaciones a la ley del Banco Central: con “apenas” 6 mil millones de dólares en la cuenta corriente se hace demasiado arriesgado enfrentar el futuro. De allí el asalto a los otros 8 mil millones. 14 mil millones de dólares son un colchón suficientemente blando como para terminar de asegurar el gran blindaje. Luego de diciembre del 2005, no importa lo que venga: les jeux sont faits.</i El carácter socialista del régimen será un problema nominal, la entronización del Führer un hecho consumado, la liquidación de la sociedad civil un dato irreparable. Así la vieja oposición se niegue tercamente a tomar noticia.
¿Puede la oposición impedir el cumplimiento de esos designios por vía electoral? Sólo si cumple dos condiciones de fatal necesidad: unirse e imponer un CNE legítimo, bajo reglas del juego limpias, transparentes y universalmente aceptadas. La unidad tiene preeminencia, pues sin ella el segundo objetivo es materialmente imposible. Basta con que un sector de la oposición partidista tradicional – PJ o AD – acepte medirse en diciembre bajo la observación de la UE y de la OEA, incluso bajo el imperio de este mismo CNE, su REP inauditado y su presidente Jorge Rodríguez, para que el juego esté decidido a favor del chavismo. Sólo con PJ y AD unidos a la NOV, puede lograrse el cumplimiento de las exigencias de SÚMATE, que seguirá siendo el patrón universal de medida única válida y aceptable por los demócratas venezolanos. Una primera consecuencia programática se impone: de triunfar la abstención, se le impone incluso al gobierno la necesidad de pensar en la pertinencia de un Jorge Rodríguez. Debiera ser el primer jarrón roto de la jornada. Y los otros miembros del CNE, el resto.
Ya se adelantan fórmulas alternativas para asegurarle a los partidos un despido decoroso: un Kino opositor impuesto por la sociedad civil mediante primarias o una fórmula candidatural inaceptable por el oficialismo, montada con notables en apuros carcelarios. Ambas dependen de la aprobación de la NOV. Sin el respaldo de SÚMATE, las ONG’s, Alianza Popular y otros importantes grupos políticos y sectores de opinión, la quiebra de la oposición es inevitable. Se trata de una prueba de fuerza que comienza a desarrollarse de darse hoy un sólido y contundente espaldarazo del electorado al abstencionismo activo y a quienes lo propiciaron.
Cambia el escenario, nace una nueva oposición, surgen alternativas civiles de grandes perspectivas. ¿Comenzó el ocaso definitivo de los partidos políticos tradicionales? En política, nunca nada es definitivo.