El falso dilema
Insistimos: el llamado a la abstención de un sector de la oposición, ayuda en demasía al gobierno. Sobre todo, careciendo de una firme y coherente alternativa y, obviamente, delatándose por su incapacidad de lanzar y sostener la multiplicidad de candidatos que la cita electoral, como cualquier otra y diferente cita, obliga.
En el fondo, hay un peregrino ensayo épico de los que asumen la posibilidad de acabar en veinticuatro horas con Chávez, en lugar de propiciar el derrumbe de las condiciones que lo hicieron y lo hacen posible. Imaginan, incluso, que una marcha gigantesca de la clase media ha de liquidar el accidente histórico, por la que constantemente claman, procurando –de un lado- olvidar el contexto social y político, y –por el otro- literalmente apostando por una solución desesperada que puede también convertirse en un pinochetazo.
La primera y fundamental pérdida es la del esfuerzo unitario, consensual o coincidente de toda la oposición democrática. Si fuere el caso, la abstención o la solicitud de suspensión de los comicios tendría legitimidad como fruto de un debate coherente sobre el presente y el futuro del país, en lugar de una “pesca de arrastre” de oportunidades para la figuración política instantánea, convertida la lucha cívica en un mero espectáculo.
Así las cosas, lo conveniente es alcanzar una adecuada estrategia que parte del reconocimiento de la política como una urgencia de los tiempos que corren. No queda otra opción creadora ante la hora actual, no hay otro milagro que ayudar a realizar el milagro de ponernos de acuerdo para afrontar a un adversario que crece por los más variados e increíbles errores del mesianismo que levanta sombra en la oposición.
Acudir a las elecciones municipales significa evidenciar al régimen, afectando su legitimidad. Demostrando que el REP ha sido una descomunal estafa, propiciando la protesta en los centros de votación, asediándolo palmo a palmo con las armas de la democracia en solicitud de elecciones libres, lo que exige coraje y claridad: ¡Más fácil es quedarse en casa y ver los toros desde la barrera!.
Sufragar o abstenerse, opera como un falso dilema a favor del gobierno. Suma una contradicción más a la desbrujulada oposición que se resiste a coincidir en una estrategia frente a quienes así ocultan paradójicamente su endeble legitimidad. Ir a la elecciones municipales constituye un paso importante en la cuesta opositora.
II. El dardo satelital
El gobierno nacional ha gestionado la adquisición de un satélite artificial de fabricación china, sin indagar aparentemente en otros mercados o propiciar una licitación acorde con tan fuerte inversión. Por lo demás, ejemplifica las decisiones inconsultamente adoptadas, aunque importantes, perdidas entre los pliegues de sus bulliciosas distracciones electorales.
Lejos de beneficiar a todos los venezolanos, empleando un recurso que debimos razonablemente adquirir décadas atrás, constituye una severa amenaza en el marco de una nueva experiencia autoritaria. Bajo el exclusivo control del oficialismo, no sólo permitirá un mayor despliegue de sus afanes propagandísticos, sino hará más sofisticada la persecución y control de la disidencia, incluyendo los posibles favores a aliados extranjeros, en la etapa donde procurará aplastarla para imponer definitivamente la tesis del socialismo petrolero, por vía de la reforma constitucional o de otro proceso constituyente en 2007 u 8.
Del artefacto, poco dice la vanidad verbal del presidente o la timidez nerviosa de su ministro de Ciencia y Tecnología. Tratándose de un contrato de interés nacional y de una gruesa cifra, aún imprecisa, es de suponer que el parlamento lo debatirá a fondo para una definitiva decisión, salvo alguna peripecia normativa que lo haga exclusivo para la novísima masonería dedicada a los asuntos aero-espaciales, en cuya órbita descansa silente el proyecto de una plataforma de lanzamiento formulado tres o cuatro años atrás hacia el sur del país.
Lo cierto es que no se trata de un juguete destinado a los caprichos del mandatario nacional que, además de las informaciones estratégicas, versa sobre las misiones, las comunicaciones y otros asuntos que – estimamos – no desea clarificar. Sin el respaldo de una conocida, definida y coherente política pública para nuestra incursión espacial, habida cuenta de los costos de adquisición y mantenimiento del artefacto, convengamos en que la materia no es de exclusiva competencia de quienes circunstancialmente dirigen al Estado, más aún cuando pudieran perfeccionar los mecanismos mediáticos de manipulación ideológica u ocasionar una represión inmediata y altamente selectiva. Vale decir, dándole cabida a un facsímil del canal 8 o al célebre tiburón I, nada más y nada menos que a través de un dardo de altísima tecnología.
Habida cuenta – por una parte – del principio de corresponsabilidad del Estado y de la sociedad en el renglón de la defensa y seguridad integral de la nación, incluido el de la pluralidad política, así como – por otra – de los beneficios a esperar de una inversión hecha con el dinero de todos los venezolanos, parece obvio que el sector no estatal de la economía encuentre cupo en un proyecto que abre un amplio abanico para su civil. Por ello, luce necesario una suerte de Ley de Acceso y Uso del Espacio Ultraterrestre que permita definir una política pública tan necesaria, regular y ordenar el endeudamiento que comportará, así como la participación de todos los sectores sociales y políticos en la administración civil y militar de un bien común de los venezolanos, incluyendo a la oposición más representativa en el Consejo de Seguridad de la Nación a objeto de alcanzar una política nacional en cuanto a la satelización.
III. Vieja deuda
A finales delos setenta, meses después de editada, pude adquirir con el primer salario de mi vida la novela “D” de José Balza. Joven radioyente, la creí un vivo compendio del rock zurcido en la Caracas previa al subterráneo. Sin embargo, recuerdo, hallé la contabilidad de los ritmos que escuchó la vieja ciudad, referenciada por un actor que –por largo tiempo – ahorró añoranzas: hubo desencanto.
Quedó, ciertamente, la atracción hacia una magnífica escritura que no pude obviar como aficionado. De alguna manera, nos hicimos balzianos, aunque –insatisfechos- la anécdota musical y radial quedará extraviada a lo largo del tiempo.
Recientemente, tomé unos días de descanso en una población al extremo este del estado Vargas e, inevitable, visité su biblioteca. Releída en Chuspa, la novela avivó otra lectura reciente, como la historia del rock venezolano de Gregorio Montiel Cupello, al igual que varias apuntaciones de prensa relacionadas, hasta llegar a la Hemeroteca Nacional con la pinza de las fechas, y casi involuntariamente, a la vuelta del mes, saldé la deuda a través de unas cuartillas.
Curioso, esperar más de dos décadas para explicarme la razón de aquél distante desencanto ((%=Link(«http://www.ucm.es/info/especulo/numero30/jbalza.html»,»www.ucm.es/info/especulo/numero30/jbalza.html»)%)), reivindicando lo que fue la trascendencia de una escritura. Hay sentencias diferidas, aún de las más distraídas lecturas: quedan algunas incomodidades que a veces la vida da tiempo para superar.