Ecuador, Ucrania y Venezuela
Muchos opositores al gobierno del presidente Chávez vieron reflejado su deseo de salir de una regencia equivocada en los recientes sucesos del Ecuador. La mayoría se pregunta ¿qué hicieron los ecuatorianos que los venezolanos no? Esa misma interrogante se presentó con anterioridad, cuando el pueblo de Ucrania permaneció semanas emplazado en las frías calles de la capital, desconociendo un proceso electoral fraudulento.
Han sido múltiples los análisis hechos al respecto. Lo cierto es que, en el primer caso, los ecuatorianos impugnan a los políticos los golpes y contragolpes que les han ocasionado enormes crisis de gobernabilidad. Así, el grito de ¡que se vayan todos! no fue solo para la persona de Lucio Gutiérrez, sino para los partidos políticos a quienes acusan de ocasionar sus desventuras.
No obstante, la crisis del Ecuador continúa. Las recomendaciones hechas por la OEA para el establecimiento de una democracia estable y sólida, son vistas por representantes del nuevo gobierno como una intromisión en los asuntos internos del país, y, a pesar de que el primer mandatario fue depuesto, las manifestaciones no han cesado.
La historia ecuatoriana en los últimos años se exhibe con alzamientos militares que evocan consignas populistas y derrocamientos que al parecer aún no terminan.
En el caso ucraniano, los políticos que el pueblo rechaza han sido desplazados mediante el voto libre y aceptando los resultados de manera transparente. Una vez que esto no sucedió, los ucranianos salieron a la calle y no se movieron hasta que Victor Yushchenko fue reconocido como presidente electo con el respaldo de cerca de doce mil observadores internacionales.
A diferencia del Ecuador, Ucrania se perfila como un país con férrea voluntad de armar una nación libre, donde se respeten los derechos humanos, donde el gobierno se encuentra comprometido con todos los ucranianos, incluyendo a quienes no le respalden, para velar por la justicia y la libertad socavada durante sus últimos catorce años.
En nuestro caso, la historia reciente nos asemeja más a la sociedad ecuatoriana que al pueblo ucraniano.
En Ucrania, ante la fraudulencia cometida en los comicios electorales, Yuschchenko llamó a la Plaza de la Independencia de Kiev a manifestar su desconocimiento de los resultados que le arrojaban como perdedor. Observadores internacionales no respaldaron estos resultados hasta no asegurarse a plenitud de que hubiese transparencia en el proceso, lo que derivó en nuevas elecciones. Hoy, Victor Yushchenko es el presidente electo y reconocido por la mayoría nacional e internacional.
El proceso venezolano ha sido distinto. Venezuela tuvo un referendo revocatorio del presidente de la república, y no hubo liderazgo que llamara al pueblo a desconocer el resultado arrojado, si, en verdad, como manifestaron hasta el cansancio, hubo fraude.
Lo que sí se hizo fue arrojar duras críticas a encuestadoras que desde mayo de 2004 mostraban el alto índice de apoyo al gobierno y a la persona del presidente. A la vez, se enturbió la relación con el entonces Secretario General de la OEA y sus observadores.
Por otra parte, el rechazo, no sin razón, a la dirigencia política del país, tampoco permite ver un futuro diferente al caudillaje de asonadas golpistas propio de hace dos siglos.
Asimismo, sería terrible reconocer que fue emocional antes que cerebral la actitud asumida por miles de seres que expresaron machaconamente su inconformidad.
Hasta el momento, ninguna de esas actitudes ha traído beneficios.
Ni Ecuador ni Ucrania son Venezuela, pero de los venezolanos dependerá escoger a cuál de estas dos naciones les gustaría parecerse en un futuro no muy lejano.