Una guerra asimétrica de alta intensidad
Los organismos especializados proyectan en catorce mil las muertes violentas que habrá en 2006. Trece mil quinientas ocurrieron en 2005. Desde que el teniente coronel llegó Miraflores la orgía de sangre se ha multiplicado por cuatro. Miles de niños, jóvenes y adultos de todos los grupos sociales, pero sobre todo de los estratos más pobres, son asesinados en asaltos, ajuste de cuentas entre bandas rivales, atracos, sicariato, secuestros express, y crímenes perpetrados con premeditación, maldad y alevosía. Solo en el estado Táchira han secuestrado 116 ganaderos en lo que va del año que corre. Pasan de 1.500 en todo el país desde febrero de 1999. Jóvenes menores de edad, incluso niños, ofrecen sus servicios en las calles de San Cristóbal para “liquidar” por encargo a cualquiera que resulte un estorbo para otro con poder y dinero. Nunca antes la nación se había visto envuelta en una espiral de violencia como la que estamos padeciendo. El narcotráfico controla barrios y zonas completas del territorio nacional y de algunas zonas de Caracas, Táchira y otras zonas de la provincia.
Frente a este panorama, ¿qué hace el Gobierno? Acusa, a través del ministro del Interior y Justicia, Jesse Chacón, a los ganaderos de ser los responsables del sicariato en los estados fronterizos, y propone instrumentar para el mes de julio un Plan Nacional de Control de Armas. Ataca el cáncer terminal con una aspirina. Jesse Chacón estuvo en el Táchira hace algunos días y no se tomó la molestia ni siquiera de reunirse con los familiares de las víctimas que han sido plagiadas por la guerrilla colombiana y por los paramilitares. Por supuesto que mucho menos se interesó por saber qué opinan los empresarios del campo sobre la situación de la seguridad en esa zona tan conflictiva del país. Es la misma indolencia que manifiesta en otros terrenos. Chacón en todos los años que tiene al frente del MIJ no ha logrado resolver el problema de la violencia carcelaria. La población penitenciaria del país no llega a 19.000 reclusos. Sin embargo, los antiguos defensores de los derechos humanos han condenado a ese pequeño grupo a vivir en un infierno que ni siquiera Dante imaginó. El ministro tampoco se reúne con los gobernadores de estado para concertar políticas de prevención, control y represión del delito. Desde luego, al igual que su jefe, Chacón se desplaza por el territorio de la República con una banda de acorazados. Al Táchira llegó rodeado de una guardia pretoriana que hubiese sido motivo de envidia de Galígula.
El anuncio del Plan Nacional de Control de Armas hay que asumirlo como una ironía por parte del Gobierno. ¿Acaso Hugo Chávez no se está preparando para la guerra asimétrica contra el Imperio? ¿No acaba de comprar cien mil fusiles Kalashnikov y no anda por Korea del Norte negociando misiles y otras armas de alto poder destructivo? ¿No ha creado las reservas y las milicias, y entrenado a miles de personas que no tenían ni idea de lo que era un arma de fuego? ¿No habla como un porfiado de la guerra asimétrica y del combate sin tregua a los Estados Unidos? ¿No se opone a condenar por terroristas y criminales a los miembros de las FARC y de ETA?
Lo que está ocurriendo en el país con el hampa y la indiferencia del Gobierno, ¿es resultado sólo de la ineptitud del Gobierno? Tengo la convicción de que este vértigo no es obra solo de la incompetencia, que desde luego existe, y mucho menos del azar. Esa guerra asimétrica de alta intensidad que desató la delincuencia contra el pueblo inerme y desconcertado, está asociada a un cálculo frío y perverso de las múltiples salas situacionales donde se trazan las estrategias del Gobierno. De otra manera no puede explicarse que frente a ese inmenso drama que vive la nación ni Chávez, ni Rangel, ni Chacón convoquen a los gobernadores y alcaldes, a los cuales controlan en su inmensa mayoría, para que, conjuntamente con el Gobierno central, instrumenten un plan de emergencia que ataque el problema de la inseguridad y la violencia desde sus raíces. No puede entenderse por qué las bandas de hampones y los carteles de la droga, redes que actúan con saña y eficacia, no han sido penetrados por los órganos de inteligencia del Estado. Una razón que podría explicar esta incapacidad reside en el hecho de que los policías, en primer lugar los que realizan labores de inteligencia, se encuentran ocupados en cuidarles las espaldas a los funcionarios gubernamentales. El enjambre alrededor de los procónsules les impide resguardar al común de los mortales.
La otra razón, la fundamental, es que el hampa mantiene ese clima de terror que no les permite a los ciudadanos ocuparse del resto de los problemas graves que agobian al país. Mientras la gente se pregunta si regresará sana y salva a su hogar, si no será secuestrada y asesinada, a Hugo Chávez le sobra el tiempo para regalarles el dinero de todos los venezolanos a Fidel Castro y a Evo Morales, para acabar lenta pero indeteniblemente con la democracia y con la institución del voto, para introducir el miedo en los cromosomas del pueblo, de modo que no haya protestas por la inseguridad, el desempleo, la inflación, el deterioro de los servicios públicos, la ruina de la infraestructura, los ataques a la propiedad privada, y los miles de males que aquejan a una nación empobrecida y degradada, que para colmo el autócrata se empeña en llevar a esa quimera llamada socialismo del siglo XXI.
A Hugo Chávez no le interesa un país pacífico y estable donde reine la armonía, a pesar de las diferencias. Se ha propuesto gobernar, y lo está logrando, en medio de una pesadilla en la que se combinan distintos factores de perturbación. En primer lugar él mismo, que resulta un incordio con su lenguaje desmedido e irritante, y con su presencia nefasta en el plano doméstico y en la esfera internacional. En segundo lugar, su equipo de gobierno que nada resuelve y todo lo enreda, y que se ha entregado a un culto sin medida a la personalidad del caudillo de Sabaneta. En tercer lugar, la delincuencia en sus múltiples formas. En esta vorágine Chávez se siente en su hábitat natural. Mientras él esté en Miraflores habrá dos gobiernos que se complementan. El que él dirija y el que dominen los delincuentes y jefes de las diversas mafias. En el delta formado por estas dos corrientes, estarán moviéndose temerosos los ciudadanos que no puedan andar rodeados por una nube de guardaespaldas. Es decir, casi todos los venezolanos.