Sostenida devaluación del bolívar es indetenible
En las últimas semanas la inflación en Venezuela ha tenido un salto nunca antes visto. Es de tal magnitud ese salto, que no se necesita leer el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) que, en teoría, debería publicar el Banco Central de Venezuela (BCV) cada mes –y que desde hace tiempo no ha publicado.
En la semana que finalizó el viernes 10 de julio la tasa libre que de alguna manera misteriosa es calculada no sólo pasó la histórica barrera de los 600 bolívares por dólar, sino que cerró en 611,25 bolívares. Esto hace de casi 100 veces la disparidad cambiaria. Lo que ocurre a pesar de que el Gobierno mantiene la tasa de cambio oficial a 6,30 por dólar.
Ante esta desproporción, el Gobierno se refugió en señalar que es una “especulación”, para luego no actuar en consecuencia. Lo que se traduce en que, si el Gobierno frente a la política cambiaria sigue haciendo lo que hasta ahora, el bolívar seguirá devaluándose como se ha venido devaluando.
Hasta el momento, en el reporte que emite el BCV cada vez que subasta dólares bajo la modalidad Simadi, presenta una distribución de la supuesta asignación de las divisas. En ella se señalan dos cifras relevantes: que la tasa de cambio Simadi se mueve entre 197 y 199 bolívares; y que 96,3% de los dólares son asignados en torno a 6,30 y 12,80 bolívares (Sicad).
Primeras conclusiones
Una conclusión a la que se llega al observar los aumentos de precios de los bienes y servicios del país es que estos reflejan más el incremento del dólar paralelo o negro, que los cambios que experimenta la tasa obtenida en las subastas del Simadi.
Otra conclusión, es que la tasa de 6,30 puede explicar los precios regulados de algunos bienes –que a la vez explican su escasez- pero que también dejan entrever cómo el mismo gobierno especula con la interpretación de los precios.
Si 96% de los dólares que entrega el Gobierno a la economía venezolana se transan entre 6,30 y 12,80 bolívares, deberíamos calcular esa tasa a cuánto se están vendiendo esos bienes, para compararlos con los precios internacionales.
Por ejemplo, si un vehículo ensamblado en el país se vende a 7 millones de bolívares –si sus partes (CKD) fueron importados a 6,30- su precio de venta en dólares da la astronómica cifra de poco más de un millón de dólares. Si fue importado a 12,80, la cifra pudiera ser de la mitad, medio millón de dólares.
Ese mismo vehículo, vendido en los Estados Unidos, no pasaría de los 22 mil dólares, como muy caro.
Otro ejemplo citable de esta semana, es el de la venta de gasolina en la zona fronteriza del estado Táchira. Se vende a 50 bolívares y 89 bolívares el litro, de acuerdo con el octanaje.
Eso representa, a la tasa de 6,30, un precio de venta de 7,94 y 14,13 dólares el litro de gasolina respectivamente. Al otro lado de la frontera, en Colombia, la gasolina se vende a 0,62 centavos de dólar. Lo que lleva a la conclusión, que los tachirenses pagan más por la gasolina.
Sin embargo, surge la pregunta obvia de porqué, a pesar de esta diferencia en los precios, sigue existiendo el bachaqueo y el contrabando de extracción hacia Colombia.
La respuesta es muy sencilla: los bachaqueros sacan sus cuentas a la tasa de 611,25. Compran un litro de gasolina a 50 bolívares en el Táchira, que representan 0,082 dólares; y la venden en 0,62 dólares en Colombia. Con una ganancia –calculada sin los gastos de pasar la frontera- de 756%. Lo que da más que suficiente para transportarla y pagar el matraqueo de los dos lados. Todo el mundo gana, porque se dan el lujo de hasta venderla con un descuento. Así el colombiano paga menos de 0,62 dólares el litro de gasolina.
El economista, José Guerra, cuando analiza situaciones como esta, asegura que la situación no hace ni bueno ni malo a nadie porque la gente ve una oportunidad, y la aprovecha. “La gente responde a incentivos”, asegura.
Inacción gubernamental
Aparte de las amenazas e insultos, el gobierno de Nicolás Maduro pareciera no hacer nada por evitar la sostenida devaluación del bolívar.
El esfuerzo parece estar centrado en objetivos intangibles como la patria, inalcanzables a corto plazo como la recuperación de el Esequivo, y una supuesta guerra económica, donde los enemigos parecieran francotiradores en la selva de un modelo económico que no da sus frutos.
El argumento de la especulación, enarbolado en la última semana –y que no dista de ser verdad- tuvo una respuesta del alcalde de Chacao, Ramón Muchacho. “Solo puede especular con los dólares quien los tiene, no quien los necesita. Y en Venezuela los dólares los produce el petróleo y los tiene el Gobierno”, dijo en su resumen diario de titulares.
La aceleración de la devaluación del bolívar
El dólar cruzó la barrera de los 600 bolívares el pasado 6 de julio. Un año antes (2014), cerraba en 69,6 bolívares. Un dólar en el mercado libre cuesta hoy en día 8,78 veces más caro que hace un año, un incremento porcentual de más de 2.500%.
Maduro comenzó a ejercer la presidencia, desde el mismo momento en que fue designado como su sucesor por el ex presidente Hugo Chávez. Eso ocurrió el 8 de diciembre del 2012. Para ese día, el dólar paralelo se cotizó en 16,48 bolívares. Para el 19 de abril de 2013 -cuando toma formalmente posesión luego de las elecciones presidenciales- el dólar paralelo se cotizó en 21,52 bolívares.
Tomando en consideración que el 2 de febrero se había devaluado el bolívar, al pasar de 4,30 a 6,30 y, que además, el 5 de marzo había fallecido el expresidente Chávez –verificándose un largo período de exequias- más la realización de unas elecciones presidenciales, ese aumento de 16,48 a 21,52 bolívares puede considerarse moderado, de acuerdo con las circunstancias excepcionales que vivió el país.
Sin embargo, si se toman 21,52 bolívares por dólar como punto de partida, hasta el 6 de julio pasado -cuando el dólar cerró en 611,25- el bolívar se devaluó en proporciones nunca antes vistas. Esto tiene y tendrá consecuencias inflacionarias, también nunca antes vistas, y que los venezolanos han notado en sus bolsillos de forma inmediata.
Reacción internacional
Las principales publicaciones temáticas –en economía- han venido abordando la acelerada devaluación del bolívar del último mes.
El conocido economista, Steve Hanke, estimó la inflación venezolana en 615%, y advirtió que ingresó “en una espiral de muerte”.
La agencia Bloomberg resaltó en un análisis, que el billete más grande Venezuela vale 16 centavos de dólar; en tanto el cotidiano madrileño El País, resaltaba en sus titulares que el bolívar venezolano solo vale 1% de lo que dice el tipo de cambio oficial.
Estos números dados a conocer por Bloomberg y El País, fueron desarrollados en la prensa nacional; al señalar que en 10 días de julio, el dólar paralelo subió 122 bolívares; y que en 5 meses de operaciones del Simadi, el dólar paralelo había subido 222 bolívares.
Todos estos análisis e informaciones se traducen en acciones concretas en los mercados internacionales. Tal es el caso de Japón, que anunció esta semana la suspensión de la pólizas de seguros a exportaciones hacia empresas japonesas en Venezuela.
Para el diario The Japan Times, que se publica en Tokyo, “la decisión refleja preocupaciones de que Venezuela puede dejar de cumplir sus pagos por falta de divisas”. Agregando, que es la primera vez que Japón suspende la emisión de estas pólizas, desde que suspendiera a Cuba en el 2010.
No es de extrañar que se sigan generando otras decisiones en países, desde la banca internacionales e instituciones multilaterales, que a corto plazo inclusive impliquen un aislamiento de Venezuela.