Surgimiento de las orquestas
Las primeras orquestas que puedan ser calificadas como tales surgieron en el siglo XVII.
Era común que las principales cortes europeas mantuviesen un grupo de músicos para que interpretaran en las iglesias.
Sin embargo, con el pasar del tiempo, tener una orquesta se convirtió en un símbolo de status y de riqueza.
Las primeras orquestas variaban en calidad y número de músicos dependiendo del entusiasmo de sus patrones, fuesen estos: reyes, duques, o cualquier otro aristócrata enriquecido.
Se sabe que el gran compositor Haendel se vió, en más de una ocasión, obligado a cambiar una partitura porque tenía que adaptarla a los instrumentos disponibles en la agrupación.
El nacimiento de una orquesta como tal se asocia con la que instaló en 1720 por Carlos III Elector Palatino.
Su sucesor, Teodoro Duque de Sajonia, creó la mayor orquesta hasta entonces conocida: la Orquesta de Mannheim. Para 1777, esa agrupación disponía de veinte violines, 4 violas, 4 cellos, 4 contrabajos, 2 flautas, 2 oboes, 2 clarinetes, 4 fagotes, 2 cornos y un par de tímpanis.
Esta estructura, con pocas variables, es la que constituye la composición básica de una orquesta sinfónica, a la que se le agrega el arpa, más instrumentos de percusión y de viento metal, como el trombón, la trompeta, la tuba. Algunas veces se incluye el piano.
Algunas de las primeras obras interpretadas para orquesta fueron:
La sínfonia en sol mayor op. 3, de Johann Stamitz, la sinfonía No. 5 de Franz Xaver Richter y la sinfonía en Re mayor de Ignaz Holbauer.