De banderas y juras
Las visitas a países totalitarios por parte de personalidades del mundo democrático siempre son de agradecer. Bob Corker, senador norteamericano, hizo su paseo por Venezuela, habló con gente de todos los colores políticos, recibió y no era para menos el desplante de Maduro y terminó diciendo lo que las voces críticas vienen apuntando desde hace mucho: “que Venezuela se encamina a días “muy difíciles” a menos que los sectores políticos logren políticas que favorezcan el libre mercado y elecciones libres y purguen la corrupción”.
Evidentemente, si a estas palabras se le suman las de Desmond Tutu, las de Vargas Llosa, las que repetirán hasta que salgan de la cárcel los 75 presos políticos las esposas de López y Ledezma, el panorama de la situación política de Venezuela no es nada alentador, eso sí cargado de esperanzas y de buenos propósitos pareciera que si es.
Por otro lado, está la realidad de la siembra de tormentas que hace Maduro cada vez que puede. Si asciende a los militares por ser el día de la Fuerza Armada, va y les dice que defiendan a la patria como si los militares cuando juran a la bandera no supieran que ese es su deber. ¿O no? ¿No es lo que se supone que deben hacer los militares en Europa, América, Asia, África y Oceanía? Va sembrando conspiraciones, atentados supuestos, enemigos por doquier. Estrategias que ya lucen vetustas, anquilosadas en sus propias palabras desgastadas de tanto decirlas.
La otra cara de la moneda son las luchas intestinas por el poder en el flanco de la oposición. Atrás, muy atrás se quedaron las promesas de unidad y, por supuesto de aquellas elecciones primarias para elegir al abanderado de los intereses de la otra parte del país que no es colorada. Como también se van desdibujando las intenciones de favorecer al mandante de esos que, enfundados en camisetas rojas, ya no creen en los colores por el hambre, el desempleo y la inseguridad que encarna el poderoso que otrora fuera chofer de autobuses.
Más allá, basta con echar un vistazo a la lista de personalidades que han migrado huyendo de las atrocidades de los regímenes chavistas. Los intelectuales, los empresarios, los profesionales que salen por el aeropuerto de Maiquetía lucen sus ojos desorbitados. Tienen las mismas caras de quienes cruzan el Mediterráneo en una barcaza. Son ojos que han perdido el brillo de su sapiencia, que se cruzan buscando las respuestas que estuvieron en los libros, en las aulas universitarias, que son teorías libertarias sin ejemplos concretos. Son saberes que se van, que se quedarán fuera de Venezuela, que contribuirán desde el exterior.
Así, con ese panorama esperanzado y a la vez desalentador, Venezuela cruza la segunda mitad del año 2015 hacia las urnas electorales. Una medición de fuerzas que el régimen de Maduro sabe perderá, que la oposición no sabe cómo abordará, que los venezolanos no saben si comprometerse, que la gente de a pie no sabe si registrarse en las listas electorales o mejor hacer una cola por algo de leche o papel higiénico.
Los micrófonos está abiertos, los de aquellos canales de información que estrenan sus pantallas hoy, como El Venezolano TV – España, y como tantos otros que luchan por seguir proporcionando al menos, el espacio necesario para la libertad de expresión, de información, prensa y opinión necesarios, al menos, para seguir teniendo idea de lo que ocurre puertas adentro del país que otrora fue la democracia más sólida de América Latina.
Son cosas de banderas, las que cada quien quiera ondear, de jurarles lealtad.