A veces la historia da señales
Para apreciar en todo su alcance la candidatura de Teodoro es importante entender ¿por qué un hombre como él, a estas alturas de su vida, decidió enfrentar la lucha, en alguna medida, a contracorriente? No es ciertamente por el gusto de aventuras, ni mucho menos por sed de poder. Cuando se llega a esa etapa de la vida son otras las consideraciones que prevalecen. Como indicó en su rueda de prensa está dispuesto a luchar contra el miedo y para que en el país no se siga imponiendo la segregación y la discriminación. Su deseo de participar en esa lucha democrática junto a los demás que ya se han manifestado es ciertamente un signo de madurez política mas que necesario en estos tiempos. Las primarias acordadas, por los hasta ahora participantes, podrían ser un camino conveniente, aunque quizá no el único. No se debe temer a la voluntad de las mayorías cuando precisamente vivimos en una época en la que la decisión no está ya ni en manos de estas o de las minorías sino de una voluntad personal.
Pero para entender mejor el significado de esta candidatura, tal vez resulte útil refrescarle la memoria a algunos e ilustrar a los que, por ser más jóvenes, no tuvieron vivencias de los albores de nuestra vida democrática.
Nuestro país sufrió una profunda transformación a partir de la caída de la última dictadura militar en Venezuela. Para precipitar la caída de Pérez Jiménez fue necesaria la conjunción de muchos factores que intervinieron como un solo hombre uniendo a todas las fuerzas políticas del país así como a los sectores económicos, estudiantiles y lo que en esa época no se llamaba sociedad civil sino la población en general. No hay que olvidar la importancia fundamental que tuvo la carta pastoral del entonces Arzobispo de Caracas, Rafael Arias Blanco y por supuesto la participación de unas fuerzas armadas, hastiada de la corrupción del régimen.
Al poco tiempo, después de una corta transición, hubo elecciones generales que fueron ganadas en buena lid por Rómulo Betancourt y se estableció el llamado Pacto de Punto Fijo, concebido por los tres principales líderes de los grandes partidos de esa época. No participaron en el mismo ni el Partido Comunista ni lo que quedaba del Medinismo.
La historia que se desarrolla luego es conocida de todos y es lo que mal se ha denominado como IV república. Los primeros años fueron difíciles. Se enfrentaron en el terreno de la entonces guerra fría dos concepciones del mundo diferentes, por un lado una visión social demócrata de la sociedad frente a otra de carácter revolucionario. En esos años estaba en pleno apogeo el triunfo de Fidel Castro frente a la oprobiosa dictadura de Fulgencio Batista. Los jóvenes de entonces veíamos con entusiasmo la victoria de los barbudos, eso claro está, antes de que estos dieran las señales de ser tan intolerantes y despóticos como sus predecesores, aunque arropados por otro lenguaje.
La lucha entre ambos bandos se volvió despiadada, no parecía haber espacio para el otro, eran concepciones del mundo diametralmente diferentes. Ocurrieron por esos años hechos reprobables pero la excusa como siempre es que se estaba en guerra. Pasaron años de violencia hasta que, en el primer gobierno de Caldera, se diera el paso fundamental hacia la pacificación del país, una consecuencia políticamente acertada de la derrota militar de la insurrección.
Teodoro, quién fue parte activa en esa lucha aceptó el cambio en las circunstancias históricas e inició su largo y hasta ahora ininterrumpido transitar por la vida democrática venezolana. Uno de los aspectos mas relevantes en su evolución política fue la ruptura con el Partido Comunista (organización) y el totalitarismo comunista (ideología) a raíz de la invasión por la Unión Soviética de Checoseslovaquia en 1968 y que dio lugar a su libro Checoslovaquia: El socialismo como problema, que actuó como un verdadero detonante en el mundo de la izquierda venezolana. Teodoro fue junto con Pompeyo Márquez y Freddy Muñoz, entro otros, fundador del MAS, alternativa socialista democrática derivada del seno del antiguo PCV.
También supo separarse a tiempo de la vida partidista cuando la organización que ayudó a crear perdió el norte y se convirtió en un mero instrumento para alcanzar cuotas de poder.
En el segundo gobierno de Caldera, Teodoro contribuyó a que se recuperara la sindéresis y apoyó algunas medidas que conducían a deslastrar a la administración pública de empresas inoperantes y deficitarias. Esas políticas de impulsar, cuando resultaren conveniente para el país, privatizaciones demuestran claramente su capacidad para entender que la política no puede ser asumida de manera dogmática y que las circunstancias y las personas cambian con el tiempo.
Es ciertamente importante que Teodoro se haya decidido a participar en el proceso de selección del liderazgo de la oposición junto a Julio Borges, William Ojeda y Roberto Smith. Queda por ver que harán el gobernador Manuel Rosales y Marcel Granier. En todo caso la escena parece estar abierta para que sepamos que visión de país nos ofrecen y demostrarnos que, a pesar de las diferencias ideológicas, estas candidaturas pueden converger pacifica y civilizadamente en un verdadero frente unitario que esté mas basado en el contenido de las propuestas de cambio que en la sola personalidad del candidato.
El camino es largo pero algún día tiene que comenzar y todos los pasos que conduzcan a darle coherencia y sentido a la lucha democrática en el país, son bienvenidos. En mi visión personal creo que Teodoro está en condiciones de conducirnos por el buen camino. Sus anuncios iniciales respecto a derrotar el miedo e impulsar un programa social de gran alcance, basado en parte del ingreso petrolero e independiente del Ejecutivo, parecen acertados. Eso no quiere decir que si la mayoría decide de otra manera, no estaremos dispuestos a caminar por la vía democrática que conduzca a la superación de la enorme fractura en la que hoy vivimos. Lo importante es andar con firmeza e ideas claras con rumbo constante hacia un mejor futuro.