Opinión Nacional

El gigante dormido

En la historia de los pueblos hay momentos que conmocionan la vida nacional pero sin que se descubra cabalmente las causas que le dieron origen. El 11 de Abril es un ejemplo claro de lo afirmado. Ese día glorioso, el pueblo por cientos de miles decidió sin consignas previas ni liderazgos visibles marchar hacia la edificación-símbolo del poder político para pedir la renuncia del mandatario usurpador, la cual logró.

De nada sirvió encadenar el innoble programa trasmitido desde el encierro palaciego ni tampoco la solicitud a los partidarios que bajaran a defender la revolución. Los pocos que se atrevieron quedaron como asesinos, captados por las cámaras indiscretas, cuando accionaron sus armas en contra del pueblo inerme.

Ese día el gigante dormido, el pueblo venezolano mayoritariamente, despertó del letargo y con su accionar hizo temblar los cimientos del poder abusador. ¿ Por qué despiertan los pueblos ? ¿ Qué fuerzas los mueve a ser imprudentes sin medir sacrificios ? Una amiga, sagaz analista política, definía esas fuerzas como un gran movimiento telúrico que lograba captar voluntades, sin ideología determinante, que movía a la acción sin razonamientos profundos pero que lograba misteriosamente, unir individuos con intereses disímiles, convirtiéndolos en ejército invencible.

Algo semejante a lo vivido hace cuatro años en respuesta a un cúmulo de arbitrariedades se pudo constatar días atrás, ciertamente en menor intensidad, con el asesinato de los hermanos Faddoul. Este horrendo crimen unido al de los jóvenes estudiantes balaceados en la alcabala de Kennedy y al de taxistas y jeepseros muertos para arrebatarles el sustento de sus familias, fue simplemente como la gota que va llenando el vaso, ese miedo acumulado transformado en rabia que exige poner coto al hampa desbocada por la siembra incontrolada de odio y de planes de seguridad inexistentes.

A los que andan inventando invasiones foráneas pero se hacen los ciegos frente a los asesinos de adentro, les advertimos que no jueguen con el gigante dormido. Escuchen el clamor de los que protestan y no ignoren el llanto de las madres por sus hijos. Cuando este gigante despierte, como lo hizo el 11A, no valdrán tanquetas, ni guardias con cascos, escudos y peinillas, ni gases lacrimógenos, ni bastones eléctricos, ni chorros de agua que puedan contenerlo.

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