Compras de armas: ¿Peligro o desagravio?
La obsesión de los medios y del gobierno con la resistencia a la reforma educativa y las travesuras de la CNTE han desplazado de la actualidad otros temas. En particular pasó casi desapercibida una nota publicada el 15 de junio por The Washington Post titulada “¿Que hay detrás del frenesí de compras militares del gobierno mexicano?” Según el diario, en los primeros dos años de Peña Nieto, México adquirió más de mil millones de dólares de equipo militar oficial, desde 320 millones de balas hasta 24 Blackhawks y 2200 Humvees. De acuerdo con un experto citado por el periódico, desde finales de 2012 y hasta ahora, México compró un total de 3.5 mil millones de dólares de armamento, un aumento de más de 100% sobre años anteriores.
Suponiendo que esto sea cierto –el gobierno no lo ha desmentido- las compras militares masivas, excepcionales y aceleradas suelen tener dos explicaciones. Pueden ser producto de la sensación o convicción de las fuerzas armadas de un país que enfrentan un “peligro claro y presente”, sin contar con el armamento necesario para dominarlo. De allí el imperativo de grandes compras con celeridad.
Es perfectamente comprensible que al llegar el nuevo equipo a Los Pinos y a la SEDENA en diciembre de 2012, se percataron de la existencia de ese “peligro claro y presente”, y decidieron, con razón en su caso, dotarse de los dispositivos indispensables para enfrentarlo. Incluso uno puede entender que no hayan informado a la sociedad mexicana de la presencia de dicho peligro, ni de la insuficiencia de los instrumentos con los que contaba el Estado para confrontarlo.
De ser así, tendríamos que concluir que los seis años de guerra de Felipe Calderón contra el narco y el crimen organizado, con sus miles de millones de dólares gastados, sus decenas de miles de muertos y sus miles de desaparecidos… no sirvieron de nada. El país y su ejército, marina, fuerza aérea y policía se encontraban, en esta hipótesis, menos equipados para ganar esa guerra en 2012 que en 2007. Grave.
La otra explicación es el consuelo. Cuando un país le vende grandes cantidades de armas a otro, a crédito y a bajo precio, o cuando un gobierno civil compra esas cantidades, sin que sean realmente necesarias, la razón suele yacer en el afán de contentar a estamentos militares descontentos con algo. Obama le vende, a precio de remate, cazas y tecnología castrense a Arabia Saudita, y a los Emiratos, para endulzar la píldora amarga de su inminente acuerdo con Irán; hará lo mismo con Israel.
En esta hipótesis, las enormes compras de armas de los últimos dos años en México se debieron a la exigencia de un desagravio a las fuerzas armadas por un agravio anterior, o vigente. No tendría nada de malo, aunque el costo es elevado. Pero ¿cuál es el agravio? No sabemos. Más grave.