¿Será posible la misión imposible?
La conferencia episcopal, para acompañar “al pueblo venezolano en este año electoral” con especial atención pastoral, creó una comisión de tres obispos, tres laicos, dos sacerdotes y una hermana religiosa. El objetivo es “facilitar espacios de encuentro y de diálogo entre los distintos actores políticos para que lleguen a acuerdos fundamentales y se genere un clima de paz y de entendimiento entre los venezolanos”.
A primera vista parece una “misión imposible”, aunque la mayoría del país quiere paz y acuerdos para restablecer la confianza electoral. Desea el éxito democrático de las elecciones presidenciales y un futuro sin aventuras totalitarias. Pero hay fuerzas determinantes empeñadas en cortar los puentes a todo entendimiento exigido en la constitución. Unos porque sienten que la “revolución”, que desde el ejecutivo controla los otros poderes (legislativo, judicial, electoral y moral) y la fuerza de las armas y del dinero, no necesita elecciones sino para salvar las apariencias; pero si son limpias se expone al peligro de perderlas. En el otro extremo, algunos proclaman que ir a las elecciones es ser cómplice de la farsa que está organizando el gobierno autocrático.
Sin embargo la mayoría de los venezolanos, de un lado y del otro, quieren vivir en democracia y prosperar superando la pobreza y la exclusión; no desean un proyecto como el cubano y saben que la abstención masiva sería mortal.
Esta tensión hace que la comisión de la iglesia sea recibida con excesivas expectativas por unos y con disgusto por quienes no quieren cumplir la constitución en sus artículos 294 y 295: “la despartidización de los organismos, imparcialidad y participación ciudadana” con “igualdad, confiabilidad, transparencia” y con un cne “integrado por cinco personas no vinculadas a organizaciones con fines políticos”.
Aquí no puede haber ingenuidades: es clara la necesidad de confianza electoral, pero ya los voceros del gobierno (abiertamente o con seudónimos) han dado señales de que no quieren ningún cambio serio en el cne, ni entregarán a auditoría el registro electoral, ni muestran ganas de ceder en las otras dos o tres condiciones indispensables. Quieren la abstención opositora, pero si es excesiva les perjudica. Por ahora, tampoco abundan las señales de que la oposición política vaya a cumplir con lo que el país le exige: olvidarse de pugnas por estar en el centro de la foto y salir al encuentro de la gente y sus problemas con programas y pasión democrática y social.
La comisión de la iglesia en su única reunión vio con realismo la distancia entre lo que se espera de ella y la poca o nula disposición del poder al diálogo y acuerdos para respetar la constitución en lo electoral. Todos están conscientes de lo que viene: desde un extremo los atacarán por colaboracionistas y vendidos, como ya lo hicieron con el arzobispo urosa, y los otros tratarán de callarlos o desautorizarlos con calumnias. Desde el gobierno ha sido acusada la comisión y los obispos de pretender un “supra cne” contrario a la constitución o un feudal tutelaje clerical. (personalmente me calumnian de golpista, aunque saben de sobra que rechacé el golpe militar en 1992 y también el anticonstitucional «quita y pon» presidencial que hicieron los militares en abril de 2002, como reacción a la multitudinaria manifestación del 11. Yo llevaba casi un mes fuera con conferencias universitarias en chile e italia y escribí un artículo titulado “el disparate del golpe homeopático”. Homeopático porque pretendía curar la enfermedad con la enfermedad.) Nada de esto sorprende. Lo importante para la comisión es no dejarse provocar, no salirse del objetivo señalado de “servir de instancia facilitadora para la realización del diálogo entre grupos, sectores y partidos políticos, en vistas del proceso electoral” y no callar por miedo.
Lamentablemente el gobierno muestra su intención de curarse en salud con la no transparencia del rep y elabora una propaganda costosa que dice “el registro pasó la prueba” con el insuficiente y secreto informe de capel, al tiempo que descalifica y criminaliza a todo el que razona a favor de la transparencia: súmate, ojo electoral, técnicos de universidades, observadores internacionales, entre otros. Y pretende negar la posibilidad de que la iglesia diga que esa apertura ayudaría mucho a restablecer la confianza.
Sabemos que todos los que designan al cne son diputados gobiernistas, pero en principio ello no les impediría nombrar a cinco personas honorables, capaces y con suficiente independencia. Eso tendría la ventaja de dar mayor validez al supuesto triunfo presidencial con “diez millones de votos”. Pero hay indicios de que no piensan hacerlo.
Año largo, tenso e imprevisible. La iglesia deberá mantener la serenidad y la paciencia para mantenerse abierta, como facilitadora de diálogo. Por otro lado (fuera de la comisión)la iglesia tendrá que fortalecer su trabajo en defensa de la educación abierta y plural, los derechos humanos, la humanización de las cárceles, la defensa de la vida, la iniciativa privada y la superación de la pobreza, que sólo son posibles con acuerdos fundamentales democráticos que ningún venezolano honesto pudiera rechazar. Los vendidos al poder siempre creen que toda conciencia tiene precio, mientras que las conciencias demuestran que su frágil libertad es más fuerte que el poder de los tiranos. Posible lo imposible.