La radicalización del sufragio
Si algo caracterizó la época de mayor esplendor de la oposición cuando se echó a la calle a expresar su descontento entre el 2001 al 2004, fue la aspiración que sin el uso de la violencia se haría posible lograr -separados de mayores traumas- que el gobierno rectificara o de lo contrario, en conciencia de su rechazo, cuanto antes, renunciara al poder. No nos toca ahora enumerar los eventos que frustraron el esfuerzo de aquellos días que involucran las traiciones de unos, los errores de casi todos y donde se exponen de modo sobresaliente las ingenuidades de muchos de nosotros. Tal vez por que no nos habíamos dado tiempo de calibrar la naturaleza vil de una gavilla, que ya no solamente desnudaba su fatal ausencia de escrúpulos para reprimir a quienes le manifestaban democráticamente su rechazo, sino que aquellos manifestantes y opositores, siguieron fieles en su inmensa mayoría a mantenerse firmes en búsqueda de salidas institucionales, eligiendo el hacerlo con el instrumento más lógico de todos, el voto.
Esta segunda etapa se desarrolló partiendo de un entusiasmo extremo, hasta que cumplidos los resultados del «Revocatorio» la decepción y el repudio por métodos electorales se posicionó, vigentes hasta hoy, con una feroz y brutal contundencia. El denso ambiente que se respira, haya reglas y autoridades nuevas o no ,impulsa prever que será muy cuesta arriba el renacimiento de un nuevo estallido de fervor que motive de la modorra a los posibles millones de participantes, de hacerlo, probablemente, estremecería al régimen(aún si este ganara o lo hiciera trampeando) asumiéndolo como una conjura y obligándolo a una represión abierta, acciones que dejarían al desnudo una de las mentiras más costosas a la lucha y el cambio democrático en Venezuela, que no es otra cosa que el disimulo exitoso con que el gobierno de Hugo Chávez sigue encubriendo su misión antidemocrática y la línea genética de su programación totalitaria.
No es que haya llegado la hora de tirar los bártulos La coyuntura electoral si da para retar la oferta del liderazgo que se viene moviendo por obtener la candidatura que enfrente al gobierno. Los ciudadanos demostraron que estaban mejor capacitados para sufrir los agravios y daños del adversario que para infringirlo En este sentido, el candidato que aspiren a liderar -claro está, que con el objetivo de revertir la desesperanza de los convocados para acudir a la cita electoral-, es necesario que radicalice la lucha por rescatar el valor del sufragio. ¿En que consistiría? En asumir acciones arriesgadas e incluso dolorosas similares, por decirlo de alguna manera, a la que padecieron las sufragistas británicas en el XIX y principios del siglo XX es decir, comprometer la tolerancia del régimen, bramarle hasta rebasar los límites de la legalidad represiva, promover y realizar huelgas de hambre, en fin retar el orden y arriesgar el pellejo, en un marco pacífico, pero sin cortapisas ni excusas.
Sólo conductores de este linaje, ajenos por completo a extravagancias mediáticas, tendría un formidable chance de ser escuchado.