Intolerancia ‘entre nos’
Todas las comunidades humanas, desde una tribu a un estado ultramoderno, cuentan con una tradición propia, un depósito de valores que constituye una base sólida de su personalidad.
Uno de los valores que la sociedad venezolana ha engendrado a lo largo de su historia, ha sido la tolerancia. No podía ser de otra manera si reconocemos la mezcla de nuestro origen. Así, el respeto por la diversidad en todos los campos: Políticos, sociales, religiosos, por nombrar algunos, ha sido asignatura asimilada desde los más tiernos años.
La tolerancia entendida como respeto y consideración hacia la diferencia, como una disposición a admitir en los demás una manera de ser y de obrar distinta a la propia, o como una actitud de aceptación del legítimo pluralismo, es un valor de enorme importancia. Y duele, desde lo más profundo, sentir que la intolerancia empieza a enraizarse en un pueblo que se mantuvo unido en momentos difíciles, cuando sus libertades fueron amenazadas.
La intolerancia acaba siendo fuente de conflictos en una sociedad como la actual, en la que se ha ido sembrando, desde la máxima jerarquía, la exclusión y el rechazo por quienes tienen una forma de ver el escenario político de manera distinta al gobierno.
Pero la intransigencia y la obstinación no se presentan únicamente en sectores políticamente opuestos, sino también en parcelas de oposición cuyo enfoque no reconoce matices. He sido testigo de situaciones de confrontación verdaderamente lamentables.
Yo, personalmente, he recibido ataques fortísimos de amigos cercanos por no pensar o actuar de la manera que ellos lo harían en alguno de los muchos momentos espinosos que hemos vivido estos últimos años.
Cuando se sostiene una posición, especialmente si se hace públicamente, se sabe de antemano que puede haber solidaridades o rechazo, pero lo tremendo es sentir que amistades de muchos años se distancian por cuestiones alejadas del afecto. Así, cariños, amores y simpatías parecen morir lentamente debido a diferencias que pueden ser discutidas en intercambios de puntos de vista.
El enfrentamiento producido por la toma de posiciones distintas frente a situaciones que se han presentado particularmente en este último período presidencial, deja un vacío para la comunicación y promueve el retraimiento y aislamiento de las actividades políticas que se nos exigen en el presente, en lugar de ganar voluntades para trabajar mancomunadamente a fin de enderezar el rumbo del venidero futuro. Las posiciones radicales funcionan en ocasiones, pero dudo mucho que el radicalismo, especialmente cuando genera violencia, traiga a la larga, resultados positivos.
El actual gobierno ha ocasionado la exclusión de muchos ciudadanos por no estar de acuerdo con la aplicación de sus políticas. No hay que olvidar ni por un instante lo sucedido con gravedad, y evitar que la exclusión también se apodere de quienes otrora fueron compañeros de marcha y lucha incansable por la recuperación de los derechos de todos los venezolanos, sin exclusiones.
Las guerras se forjan primero en las mentes de los seres humanos y por lo tanto hay que inculcar en ellas los baluartes de la paz. Es preciso convencerse de que la sociedad ideal no es un sueño, sino aquella que cada uno pueda ayudar a construir hoy.
Nos tenemos que lanzar a una nueva reconquista: La del entendimiento y la aceptación a pesar de la diversidad. Evitar, a toda costa, la intolerancia con los demás y ‘entre nos’.