Opinión Nacional

Aquel 4F

A veces uno se encuentra en un lugar y en un momento trascendente, sin tener conciencia de la singularidad de los hechos que se están sucediendo. Aquel 4F, el entonces Canciller Armando Durán había acompañado al Presidente de la República Carlos Andrés Pérez a la reunión de Davoz en Suiza, pero seguidamente había emprendido otras gestiones en Europa, así que el Presidente estaba regresando pero yo continuaba Encargada del Ministerio de Relaciones Exteriores, dónde para entonces cumplía las responsabilidades de Directora General o de Vicecanciller, que en aquellos tiempos eran ejercidas por una sola persona en lugar de las cinco actuales.

Acudiendo a las vivencias y a los registros que de ellas hace la memoria, aquella noche, en la puerta de la Cancillería , al retirarme con dos cercanas colaboradoras, diplomáticas ambas, el reloj marcaba las 11.20 p.m.

En el trayecto a casa atravesé la ciudad, pasando bastante cerca de La Carlota, sin percatarme de anomalía alguna pero cuando entré a mi apartamento ya el teléfono sonaba: una de las diplomáticas de confianza, con quien había estado trabajando hasta poco antes y que desde su casa tiene vista directa sobre La Carlota, me alertaba. Acercándome a mi ventanal, escuché el fragor y vi a lo lejos, los destellos causados por el accionar de las armas.

Por radio requerí a los ocupantes del automóvil oficial que me había traído a casa, que regresaran a buscarme. Entretanto, procuré informarme mediante el sistema telefónico conocido como interministerial. Sólo en La Casona obtuve respuesta, un Capitán de Navío, creo recordar, me indicó que les quedaba poca capacidad de resistencia.

Alrededor de una hora había transcurrido desde mi salida de la Cancillería cuando estaba de regreso en la avenida Bolívar. El funcionario de seguridad, insistió en la imposibilidad de llegar a Miraflores así que opté por acudir al sitio bajo mi responsabilidad, es decir, la Cancillería. Bien pronto se me unieron Jefe de Prensa y un diplomático, además de Manuel Felipe Sierra, asesor del Canciller Durán, Una docena más de funcionarios diplomáticos se ofrecieron para venir a ayudar. Carecía de sentido arriesgarlos en aquel momento de incertidumbre, pues la actividad se concentraba en intentar seguir la evolución de la situación, mientras atendíamos llamadas locales y lejanas de diversa procedencia, incluidas las de Cancilleres de países amigos. Varios ministros llamaron, en general más desinformados que yo.

Ya controlada la situación, en algún momento de la madrugada, a sugerencia de Manuel Felipe Sierra, llamé al Presidente Caldera y le propuse enviar un mensaje televisado al país. Lo encontré evasivo; equivocadamente lo atribuí a que ya Eduardo Fernández lo había hecho. Supongo que se reservaba para su famosa oda al oportunismo desde el Congreso Nacional.

Había acordado con el Director de Fronteras, que él se trasladara a Fuerte Tiuna, para desde allá mantenerme informada, durante un buen rato perdimos comunicación porque fueron sometidos y apresados. Luego, cuando Fuerte Tiuna fue recuperado, quedamos en que me avisaría la salida para Miraflores, del entonces Ministro de la Defensa, Fernando Ochoa, quien estaba previsto que llegaría antes que el Presidente.

Pero la información desde Fuerte Tiuna demoraba, así que poco después de las 4 de la madrugada, caminé los pocos metros de distancia entre Miraflores y la puerta de la Cancillería que da a la Avenida Urdaneta. Dominaba el silencio, la oscuridad y la imagen de violencia, muy divulgada por los medios, de una tanqueta encaramada torpe y grotesca en los escalones de acceso a Palacio Blanco. Entré al área de Miraflores por el mismo acceso utilizado por los golpistas asaltantes, en sus intimidantes tanquetas. La violentada reja adyacente a la acera, parecía una mueca de hierro. Algo más allá, ante la puerta de la edificación reservada al Presidente, otra tanqueta inmóvil, se incorporaba al desconcierto y convocaba a gritar contra la arbitrariedad erigida en juez supremo que utiliza la fuerza de las armas a su cuidado, en procura de usurpar la conducción del país. Adentro recuerdo haber encontrado únicamente alrededor de 5 recién llegadas personas.

De boca de algunos de los actores, supe que Miraflores fue defendido apenas por 16 personas entre civiles y militares, acostados sobre el piso en el corredor adyacente al área de Casa Militar, ubicado patio/jardín de por medio, frente al corredor adonde desembocaron los golpistas asaltantes, al salir de la salita que se encuentra enseguida de la puerta reservada al Presidente. Adjunto al corredor que une los otros dos mencionados, está el Salón de los Espejos que se comunica con la llamada Sala de Edecanes o antesala del Despacho Presidencial, adonde también se llega desde la salita que sigue a la puerta reservada al Presidente que fue la utilizada por los golpistas asaltantes. Los impactos y perforaciones eran visibles por todos lados. Recogí algunas conchas de proyectiles y los observaba en mi mano, preguntándome si su otra parte había acabado con una vida útil, perforado una obra de arte o solo dañado alguna pared.

Una vez de día, por los corredores circulaba mucha gente entre cables de cámaras y micrófonos. Requeridas unas, espontáneas otras, las declaraciones se sucedían sin cesar. Se me ocurrió que podía aplicarse a algunos presentes una afirmación del entonces Ministro de Relaciones Interiores Alejandro Izaguirre quien decía: «hay ministros a quienes les gusta tanto declarar que cuando al abrir la nevera se enciende la lucecita, comienzan a hablar»

Es difícil precisar la hora de cada incidente pues todo aquello causaba una sensación extraña. Inicialmente el Ministro de la Defensa se ubicó en la Oficina de la Ministra de la Secretaría, quien aún no había llegado de Europa pero el Presidente lo llamó al suyo. En algún momento, se comenzó a tratar, por varios teléfonos, de obtener comunicación con el Museo Militar. Me encontraba en la Sala de Edecanes, cuando desde allí se obtuvo la comunicación para transmitir al ausente cabecilla del frustrado ataque a la sede presidencial, que tenía diez minutos para rendirse o sería bombardeado. La llamada no pudo transferirse al Despacho del Presidente y el Ministro de la Defensa vino al teléfono. Sus palabras me parecieron una condescendiente reprimenda a un hijo que hizo una travesura. Ríndete, le decía en tono paternal, ya no tienes nada que hacer, los demás ya se rindieron, sólo quedas tú….No, yo no puedo ir a buscarte porque yo soy el Ministro de la Defensa…..Pero te puedo mandar a buscar con un General…Le propuso, entonces, te puedo mandar a buscar con el General Santeliz ¿qué te parece? De pie, a un costado del mismo escritorio el aludido, muy erguido, escuchaba atento. Así se hizo. Como sabemos, el trayecto entre el Museo Militar y Fuerte Tiuna fue eterno, no hubo prisa. Una vez allí, se recibió la propuesta de hacerlo aparecer en televisión confirmando su rendición, para salirle al paso a cualquier otro brote golpista. El Presidente Pérez, por conducto del Ministro de la Defensa, autorizó la propuesta pero precisó que lo grabaran, que no lo sacaran en vivo. No obstante, en vivo apareció aquella figura hasta entonces desconocida, sin una arruga en su uniforme -pues en el Museo Militar no hubo refriega alguna-, al lado del Almirante Daniels mucho más bajo que él, con evidentes efectos de una larga, angustiosa y convulsionada noche.

Los 14 años transcurridos desde aquel 4F han sido por mitad, la historia de cómo el golpista refugiado en el Museo Militar, alcanzó al fin el poder tan buscado, inicialmente por la vía de la violencia pero sin riesgo personal y la otra mitad, de cómo lo ha ejercido con vocación omnímoda.

En el curso de estos años, muchas veces discutí el asunto con Fernando Ochoa, quien alega, como justificación a haberse saltado la orden presidencial, que «ocho guarniciones estaban por alzarse y no daba tiempo de grabarlo»

A comienzos del 93, yo estaba de Viceministra de la Secretaría de la Presidencia, Fernando Ochoa, entonces Canciller trataba de convencerme de apoyarlo ante el Presidente para perdonar «esos muchachos» –a los del 4F se habían agregado los del 27N- Le contestaba que de ser cierta la influencia al Presidente que equivocadamente me atribuía, sería lo último que haría porque, a mi entender, entre las raíces de nuestros males estaba –está- nuestra inclinación a la impunidad. Fernando insistía: tú conoces la Cancillería pero yo conozco las Fuerzas Armadas. Es la manera de apaciguarlas, hay que hacerlo, hay que calmar las cosas, decía.

Años más tarde, en 1998, Fernando Ochoa estaba renunciando a la Embajada en México y me pidió ayudarlo con una rueda de prensa, porque «estaba dispuesto a enfrentar al candidato Chávez». Le contesté que lo ayudaría si comenzaba por reconocer públicamente su cuota de responsabilidad en el asunto, pero como tantas otras veces, me contestó que no tenía responsabilidad alguna.

Años después, el 2 de mayo de 2002, organizamos un foro para analizar la primera Resolución de la OEA de las varias dedicadas desde entonces al caso venezolano, titulada «Apoyo a la Democracia Venezolana» Aunque no estaba previsto, luego que los ponentes culminamos nuestras presentaciones, quien dirigía el Foro, dio la palabra a Fernando Ochoa para hablar sobre el espinoso tema de la «obediencia debida», tan presente en casos de órdenes «non sanctas», de superiores militares a sus subordinados jerárquicos. Cuando Fernando Ochoa comenzó diciendo que él había desobedecido al Presidente Pérez en 1992, siendo su Ministro de la Defensa, creí que por fin explicaría en público aquella decisión suya, contrariando la de su Comandante en Jefe. Pero no, para mi sorpresa, refirió que había desobedecido al Presidente porque éste le había ordenado bombardear el Museo Militar y que él no lo había hecho. Al concluir el acto le expresé que su afirmación era una inexactitud por decir lo menos, toda vez que el Presidente le había ordenado dar un ultimátum al Teniente Coronel refugiado en el Museo Militar y que esa era otra orden presidencial que él no había cumplido. Fernando me aseguró ese día que varias veces él había reconocido públicamente que había sido suya la decisión de aquella aparición en vivo. Quizá alguno de quienes lean estas líneas si hayan visto o escuchado ese público reconocimiento.

Volviendo al día del golpe del 4F, después del Consejo de Ministros me fui a trabajar. Por la avenida Urdaneta, en sentido contrario venía una multitud. En la esquina, el funcionario de seguridad me señaló que debía dar vuelta a la manzana y entrar a la Cancillería por la puerta principal de Conde a Carmelitas para evadir la muchedumbre, pero lo encontré innecesario porque no parecían agresivos ni gritaban consignas, ni siquiera lucían agitados, apenas un montón de gente confundida. Ningún elemento indicaba su posición a favor o en contra de algo. Total era menos de una cuadra. Bajé de la acera y, en efecto, mientras daba los buenos días me iban abriendo paso y contestaban mi saludo.

Al final de la mañana, recibí el anuncio del tránsito del Presidente Fujimori por Maiquetía aquella misma tarde y de su deseo de hablar con el Presidente Pérez, quien decidió bajar a Maiquetía para entrevistarse con él y tuvo un gesto de sorpresa ante mi disposición a acompañarlo, como correspondía. Los encargados de la seguridad habían decidido suspender el despegue de helicópteros desde Miraflores por lo que el Presidente me indicó que nos encontraríamos en La Carlota algo así como a las tres de la tarde. Ese episodio fue, también, muy peculiar. Aunque en la Carlota hubo francotiradores activos hasta pasado el mediodía, cuando caminamos hacia el helicóptero, la única protección en tierra, era cuatro guardias civiles, sin arma visible, ubicados cada uno como en un punto cardinal. Los ocupantes del helicóptero no llegábamos a diez, incluidos el Jefe de la Casa Militar, Almirante Mario Iván Carratú, el Presidente y yo, y no parecía haber siquiera un lugar para colocar una ametralladora que tampoco vi en mano alguna. Fue impresionante sobrevolar la ciudad, sin vehículos ni seres a la vista. Parecía tan vulnerable aquel helicóptero solitario desplazándose hacia el oeste, a baja altura, encima de la ciudad quieta, mientras pensaba que el hombre que había escapado horas antes en Maiquetía, luego en La Casona y, finalmente, en Miraflores, podía ser derribado junto con nosotros, probablemente con un rifle 22 desde un monomotor cualquiera o casi con una honda, china u horqueta. En la entrevista además de los Presidentes estuvimos los entonces Canciller y embajador del Perú, y yo. Pocos tiempo después Fujimori disolvía el Congreso, el Presidente Pérez rompía con él y el Embajador Allan Wagner, en digno gesto de compromiso democrático, renunciaba permaneciendo en Venezuela varios años. Después fue Canciller de su país y ahora se desempeña como Secretario General de la CAN, mejor dicho de lo que de ella queda luego de que el régimen venezolano actual ha tenido a la Comunidad Andina de Naciones bailando en la cuerda floja. Es que el interés por la integración pasa por el tamiz de las genuflexiones al triste imperialismo venezolano, ello incluye reír las gracias y permitir que en las reuniones presidenciales el venezolano sea el único que los demás, con mirada sumisa y emocionada, deben escuchar sin límite de tiempo.

Es claro que un Jefe de Estado ha de tener como prioridad los intereses de su país y de su pueblo, que nuestro caso sea lo contrario, es nuestra desgracia y no es culpa de los demás Presidentes de América Latina, pero parece que algo de ética y pudor ha de estar presente en el cómo se obtienen las cosas y es doloroso que, en momentos de necesidad, el perseverante comportamiento militante y generoso de la democracia venezolana, encuentre tan poca reciprocidad.

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Un comentario

  1. MUY ESCLARECEDOR ESTE ARTÍCULO. PIENSO QUE ES HORA DE ESTUDIAR CON DETENIMIENTO EL ROL PROTAGÓNICO DE LAS FUERZAS ARMADAS EN LA POLÍTICA VENEZOLANA DESDE EL SIGLO XX, DESDE LOS ORÍGENES DE LAS MODERNAS FUERZAS ARMADAS (EL EJÉRCITO LIBERTADOR QUE ACTUÓ DE 1811 A 1830, FORMADO POR LOS CIVILES QUE TOMARON LAS ARMAS PARA HACERLE Y GANARLE LA GUERRA A LAS FUERZAS REALISTA ESPAÑOLAS, FUE DISUELTO EN 1830 DESPUÉS DE GANAR LA GUERRA DE INDEPENDENCIA), DESDE EL EJÉRCITO GOMECISTA (19091-1958) FUNDADO POR EL NEFASTO DICTADOR JUAN VICENTE GÓMEZ, EJÉRCITO GOMECISTA QUE HEREDÓ EL PODER A LA MUERTE DEL TIRANO (1935), CONTINUANDO LA USURPACIÓN A LA SOBERANÍA NACIONAL BAJO LOS GOBIERNOS NO DEMOCRÁTICOS DE LOS GENERALES GOMECISTAS JOSÉ ELEAZAR LÓPEZ CONTRERAS E ISAÍAS MEDINA ANGARITA (1936-1945), EJÉRCITO GOMECISTA QUE AL DIVIDIRSE EL 18 DE OCTUBRE DE 1945 ENTRE LOS TRIUNFANTES «OFICIALES DE ESCUELA» Y LOS DERROTADOS «OFICIALES MONTONEROS», LOS FORMADOS EN LAS GUERRAS CIVILES , ABRIÓ LA POSIBILIDAD DE LA DEMOCRATIZACIÓN DEL PAÍS BAJO LA CONDUCCIÓN DE LÍDERES CIVILES ENCABEZADOS POR RÓMULO BETANCOURT Y EL PARTIDO POLÍTICO «ACCIÓN DEMOCRÁTICA». EXPERIMENTO DEMOCRÁTICO QUE TERMINÓ EL 24 DE NOVIEMBRE DE 1948 (Y RETOMADO EN 1958) CUANDO LOS MISMOS «OFICIALES DE ESCUELA» DEL EJÉRCITO GOMECISTA QUE DERROCARON A MEDINA ANGARITA EN 1945 DECIDIERON QUE ERA UN ERROR QUE EL GOBIERNO LO EJERCIERAN LOS CIVILES Y SIN IMPORTARLES TODOS LOS VOTOS QUE LE DIERON LA PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA AL NOVELISTA RÓMULO GALLEGOS EN LAS PRIMERAS ELECCIONES DEMOCRÁTICA DE VENEZUELA EN SU HISTORIA, LO DERROCARON, ESCUCHANDO TARDE LOS CONSEJOS, PERO ESCUCHÁNDOLOS, DE LOS GENERALES GOMEROS LÓPEZ CONTRERAS Y MEDINA ANGARITA (GÓMEZ LO ASCENDIÓ A CORONEL) DURANTE EL GOLPE DE 1945, QUIENES SOSTENÍAN LA TESIS DE NO ENTREGARLE EL PODER A LOS CIVILES Y ASÍ LO EXPRESARON A LOS JÓVENES OFICIALES INSURRECTOS .
    HASTA AHORA HA SIDO UN TEMA TABÚ ESTUDIAR LA VERDADERA NATURALEZA DEL EJÉRCITO GOMECISTA, DE CUYAS FILAS SALÍÓ EL ÚLTIMO DICTADOR MILITAR DE VENEZUELA DURANTE EL SIGLO XX: EL GENERAL MARCOS PÉREZ JÍMENEZ, GRADUADO DE OFICIAL EN LOS TIEMPOS DE GÓMEZ. A RAÍZ DEL REGRESO AL EXPERIMENTO DEMOCRÁTICO EN 1958, CREARLE UNA MENTALIDAD DEMOCRÁTICA AL ANTES EJÉRCITO GOMECISTA ERA UNA NECESIDAD POLÍTICA Y EXISTENCIAL PARA LA DEMOCRACIA VENEZOLANA ¿SE LOGRÓ? SOBRE ESTE TEMA SIEMPRE RECUERDO DOS COSAS: 1) UN PENSAMIENTO ESTREMECEDOR DEL FAMOSO ESCRITOR JOSÉ RAFAEL POCATERRA, EL AUTOR DE» MEMORIAS DE UN VENEZOLANO DE LA DECADENCIA» ( LIBRO TESTIMONIO DE LAS TORTURAS, ASESINATOS Y DEMÁS CRÍMENES DE LA DICTADURA DE 27 AÑOS DE GÓMEZ, CRÍMENES PERPETRADOS EN MUCHA PARTE POR OFICIALES DEL EJÉRCITO GOMECISTA), QUIEN DIJO, AL CONOCER LA MUERTE DEL TIRANO JUAN VICENTE GÓMEZ, EL PRÓSPERO HACENDADO QUE SE UNIÓ AL CAUDILLO CIPRIANO CASTRO (GÓMEZ NO FUE CAUDILLO) Y SE CONVIRTIÓ, DE CIVIL EN «GENERAL», EN LA GUERRA CIVIL CONOCIDA COMO «LA REVOLUCIÓN LIBERAL RESTAURADORA» (1899), QUE «MURIÓ EL HOMBRE QUE SOJUZGÓ A VENEZUELA Y NI POETA, SANTO, POLÍTICO O SOCIÓLOGO PUEDE SABER HASTA CUÁNDO EJERCERÁ SU NEFASTA INFLUENCIA EN LAS FUTURAS GENERACIONES DE VENEZOLANOS» (PALABRAS MÁS, PALABRAS MENOS, PORQUE CITO DE MEMORIA). 2) EL INFORME (ANTES «SECRETO» Y AHORA DESCLASIFICADO) DE LA MISIÓN MILITAR DE LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA QUE VISITÓ VENEZUELA EN 1942 (GOBIERNO DE MEDINA ANGARITA) PARA AUXILIARLA EN SU DEFENSA (POR SER FUENTE DE SUMINISTRO PETROLERO PARA LOS ALIADOS) ANTE LA ENTRADA EN LA II GUERRA MUNDIAL DE ESTADOS UNIDOS POR EL ATAQUE CRIMINAL JAPONÉS A SU BASE EN HAWAI («BAHÍA DE LAS PERLAS») EN DICIEMBRE DE 1941, QUE CONCLUYE, DESPUÉS DE UNA INSPECCIÓN GENERAL DE LAS FUERZAS MILITARES DE VENEZUELA, LO SIGUIENTE: «…EN VENEZUELA NO HAY EJÉRCITO, NO EXISTE UNA FUERZA MILITAR CON CAPACIDAD DE ENFRENTARSE A CUALQUIER EJÉRCITO ENEMIGO, SOLO EXISTE UN CUERPO ARMADO MUY REPRESIVO EFICAZ EN TAREAS DE CONTROL INTERNO, DE ORDEN PÚBLICO» (CITO DE MEMORIA Y POR TANTO PUEDO SER INEXACTO, PERO ESA ES LA CONCLUSIÓN BÁSICA). EN OTRAS PALABRAS, VENEZUELA EN 1942 NO TENÍA UN VERDADERO EJÉRCITO SINO UNA ESPECIE DE POLICÍA REPRESIVA DISFRAZADA DE FUERZA MILITAR, UNA CONCLUSIÓN DEMOLEDORA PARA LA PRINCIPAL HERENCIA QUE DEJÓ A VENEZUELA EL DICTADOR JUAN VICENTE GÓMEZ.

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