Opinión Nacional

El rol del candidato presidencial opositor

La venidera campaña electoral, como todo el régimen que la explica, será de una insufrible anormalidad, pues, consagrará el ventajismo en un altar jamás imaginado y de espalda a las urgentes necesidades de la población. Prófugo de las realidades que lo atormentan, ensayará otra vez la épica de la demolición política y moral de los adversarios, repitiendo el libreto con quien no es un aspirante a la candidatura presidencial, como el Cardenal Castillo Lara, a la espera de otras cabezas que triturar en el imaginario social.

Hemos insistido los socialcristianos en la importancia estratégica de seleccionar pronto un candidato de la unidad eficaz y convincente de la oposición democrática, en un plazo razonable, que la ayude en su definición, compactación y claridad. Incluso, para decidir en el momento adecuado su activa ausencia en unos comicios que no alcancen las condiciones más óptimas y adecuadas de transparencia. Esto es, desarrollar políticamente una política necesaria, redundancia es útil cuando no bastan los gestos efímeros y los meros desplantes mediáticos de ocasión.

Esta vez, será otro el rol del candidato común de la oposición democrática, asimiladas las lecciones que arrojan casos como el chileno, porque no trataremos de la simple y continua exaltación publicitaria del abanderado, de sus giras y planteamientos programáticos, de sus llamados al debate y a la realización de actos multitudinarios. Entendemos, además, que el candidato presidencial opositor, obviamente definido como tal, clave para el futuro y sano rompimiento de la polarización que nos lleve a los equilibrios que definen toda vivencia democrática, tendrá que arriesgar literalmente el pellejo en el trance amargo, difícil y complejo de un proceso de recuperación plena de las libertades, quizá escenificando esfuerzos como una vez le correspondió a Toledo en Perú, en la constante y corajuda movilización de la ciudadanía inconforme.

No apostamos por una versión cuasimilitar del hecho político, porque la civilidad explica nuestras actuales iniciativas, pero – reconozcamos – las dificultades que probablemente deba encarar el depositario de la confianza popular, incluidas las amenazas de agresión física, la cárcel bajo cualquier pretexto o el exilio forzado. Un diferente rol espera al candidato presidencial opositor de la unidad y una paciente relectura del historial político venezolano permitirá descubrir ricos precedentes para una conducta que, ahora, no es la que alguna vez aprendimos de los aspirantes presidenciales en épocas de mayor normalidad democrática.

II.- La invasión culpable

No todo fue tan malo y el antiguo financiamiento público de los partidos se tradujo en una siembra de casas, en todo el territorio nacional, abiertas a la toda la colectividad y propiedad del colectivo mismo de los partidos. En el caso específico de los socialcristianos, contamos con sedes que, como las de Caracas, confirmaban su vocación institucional. No obstante, irrepetible el hecho para el oficialismo que tiene por recintos estelares los que le facilita gratuita e impunemente el Estado, celebrando sus más importantes y decisivos conciábulos en los «Teresa Carreño» del país, ha enfatizado su campaña contra los verdes.

En efecto, recientemente la sede de COPEI ubicada en la caraqueña avenida Panteón, ha sido invadida. Un modesto edificio de oficinas que funcionaba como local de la dirección política regional de Caracas, pretende asentar a familias que no encuentran receptividad en las autoridades locales y nacionales, sujetas al Síndrome del Viaducto.

Por una parte, no es la primera vez que las sedes copeyanas resultan invadidas, a sabiendas del costo político que tiene la tentativa de desalojo, por las manipulaciones de opinión pública que ofrece, además de otra suerte de agresiones sistemáticas de las que han sido objeto. Así, no hay forma de materializar la sentencia de desalojo que pesa sobre la sede regional del Frente de Trabajadores Copeyanos (FTC); la sede de la urbanización «23 de Enero» ha sido tiroteada en no pocas ocasiones e, incluso, la de Petare fue incendiada a la vista de todos. Hay una persecución inocultable, empecinadamente contra COPEI, por saberlos inmuebles de servicio público, de debate ciudadano, de referente recreativo, de depósito propagandístico, banco de medicamentos.

Por otra, el equipo jurídico constituido por Román Duque Corredor, Miguel Hernández Ocanto y Rafael Contreras Millán, ha trabajado intensamente en relación a la sede de Panteón. En términos generales, no hay tal proceso de expropiación, requerido del cumplimiento de notificaciones, lapsos y diligencias que permitan aclarar el destino de un inmueble propiedad del partido por más de veinticinco años y cuyo título es inatacable, a pesar de la temeridad del Alcalde Mayor en sugerir la existencia de otros «propietarios», mentira que caracteriza al régimen. Esta es la segunda «expropiación», porque la anterior jamás fue decretada, pero tuvo la suficiente fuerza para influir en la decisión de las personas interesadas en alquilar total o parcialmente el inmueble, para cubrir nuestras deudas en materia propagandística; y, la de ahora, es una invasión culpable que genera posibles responsabilidades civiles y penales, aunque sabemos cómo está la administración de justicia en Venezuela. Por añadidura, el operativo no contó con un inventario de bienes, perdiéndose en el anonimato todos, como se dice ocurrirá con la sede nacional del FTC de Las Palmas.

Por último, el oficialismo trata de ocultar su rotundo fracaso en la atención de las personas necesitadas y en la construcción de viviendas, por lo que apela a los edificios y casas existentes, en manos de particulares o de partidos como COPEI. Si de emergencia se trata, prestamos como hemos prestado nuestro aporte en anteriores oportunidades, dándole abrigo a los necesitados, mientras el Estado rápidamente resuelve. Lo peor es que, sedes como la Panteón, ciertamente pequeñas, están diseñadas para oficinas y las familias que ha hacinado en ella, sufren las consecuencias: sobre todo los niños, en medio de las muy inadecuadas e inhumanas condiciones.

III.- Enunciados

Pedro Carreño intenta justificar la eterna reelección presidencial como si fuesen contradictorios la soberanía popular y el principio de la alternabilidad, institución ésta que ha costado siglos levantar y que legitima a la propia democracia participativa, no sin reivindicar la representativa. A los reeleccionistas, por cierto, no les ha ido mal en los últimos tiempos…Están empeñados en presentar a Bachelet como parte del proyecto continental del chavismo e, incluso, en TV-Chávez (Antena 8), dieron como una formidable y esperada fórmula en Chile la de la nacionalización de los recursos naturales, la expulsión de los inversionistas extranjeros y la creación de las ¡misiones!. Suerte de trampa publicitaria y propagandística cazagafos, dicen ignorar que ella es fruto de una meritoria concertación de las corrientes democráticas que dura y pacientemente enfrentaron la dictadura de Pinochet, con el concurso de los demócrata-cristianos, socialistas, radicales y de otras fuerzas….Chávez, después de siete años, ¡es el gobierno anterior!…El mensaje presidencial nada tuvo que ver con una sobria y coherente rendición de cuentas. Fue un «Aló, Presidente» en la «calle»….

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