Opinión Nacional

Un candidato y varios líderes

A estas alturas del año electoral la oposición necesita un candidato único y varios líderes. Mejor si el candidato tiene liderazgo, pero es probable que no tenga tanto. De la docena que se han presentado, la mayoría haría un gran favor al país si se retirara. Cada uno de los tres que tiene mayor aceptación debe hacerse la idea de que no será el escogido, y demostrar su calidad, apoyando al candidato único y contribuir a la claridad en la oposición. La oposición necesita llegar pronto y con el mínimo desgaste a un solo candidato. Pero le urge más tener varios líderes con capacidad de unirlos en la convicción de que: no nos jugamos unas elecciones, sino el futuro democrático del país.
¿Líder de qué y para qué? Aquí está la cuestión central que debemos resolver en esta dramática encrucijada para la democracia y el futuro de Venezuela. Los millones de opositores venezolanos y los llamados “ni ni” parecen estar muy poco claros sobre esto. El Gobierno sabe a dónde quiere llegar: poder total y exclusivo en lo militar, económico, educativo, cultural, político, legal, religioso para lanzarse a un ensayo del siglo XIX en el XXI. Para él, la elección de diciembre es apenas una pieza subordinada a este proyecto. Con elecciones o sin ellas, la oposición se debe concentrar en impedir el totalitarismo y abrir paso a la esperanza de desarrollo y vida con justicia y libertad.

La oposición hasta ahora sorprende por cierta frivolidad e incapacidad para distinguir lo principal de lo accidental, e incluso trivial. Muchos parecen ciegos para ver la amenaza que tienen delante y valientes para atacar a otros de la oposición. En este año, se revelará como líder (sea candidato o no) quien le ayude al país a ver lo que nos quieren imponer con los fusiles rusos en manos de milicias juveniles entrenadas en Cuba, con el control de los medios de comunicación social, la estatización de la educación, etc. El ser candidato no garantiza esta claridad en lo esencial, aunque ojalá lo tenga. El debate no es de izquierda o de derecha, sino de un cambio social a fondo con democracia plural frente a una dictadura armada, economía de reparto estatal, cultura de granja y escuela para fabricar niños para la sumisión.

La oposición al final irá o no a las urnas. Ello dependerá de la disposición del Gobierno para que haya elecciones limpias. Hasta ahora las señales son negativas. En ese panorama es importante que haya un candidato único opositor, pero no es lo más importante, pues la abstención sería invencible y se sabe que no le reconocerían el triunfo en el caso que se diera. Su función no es asumir el gobierno, sino despertar y aglutinar a los demócratas antitotalitarios.

Por esto es más importante el líder que el candidato. Un líder que sepa interpretar el sentir del país y ayude a ver con claridad qué hay que hacer para impedir el totalitarismo y abrirse paso hacia una democracia social inclusiva. Los mejores líderes no pueden irse a casa porque no fueron escogidos como candidato único. Más bien, se revelarán como líderes (sin distanciamiento del candidato) quienes sean intérpretes poderosos para que el país no se deje encerrar en el callejón totalitario del que es difícil salir una vez que el poder controle todo. Ésta es la unidad que necesitamos.

En América Latina despierta con fuerza la conciencia de la necesidad de cambio inclusivo, y de frenar el neopopulismo dictatorial. La vía conservadora no tiene futuro porque no incluye, pero el mesianismo totalitario es una trampa muy costosa. Hay que simplificar el dilema: ni democracia excluyente, ni promesas revolucionarias sin libertades, ni pluralismo.

Candidato puede ser cualquiera, líder será quien tenga visión y guáramo para ello. El país se moverá o no para la elección, la mayoría se abstendrá o no, pero nadie ni los que se abstengan, ni los que vayan a votar, ni los del gobierno, ni los de la oposición, podrán evadir el dilema entre democracia y totalitarismo. Necesitamos líderes clarividentes, antes y después de diciembre, capaces de aglutinar a los demócratas del país.

Habrá que visualizar las líneas divisorias en la separación de Poderes, en la educación, en la autonomía universitaria, en las libertades y garantías económicas, en el papel de la Fuerza Armada en la democracia, entre otros.

Los diletantes que anteponen sus trivialidades e infantilismos (los autoengaños cómodos, y el alegre culpar a los candidatos opositores y a los “políticos”), sirven para fortalecer la aventura antidemocrática. Se requiere un nuevo despertar para defender la democracia social, en las organizaciones, en la opinión pública, en los comunicadores, en los empresarios, en los educadores, en las universidades, en la Iglesia, en los intelectuales, en los trabajadores, en los estudiantes. Todavía hoy se puede, mañana será tarde. Líderes para que la mayoría venezolana defienda una República democrática, con libertad, justicia social y oportunidades para todos. En la Asamblea Nacional ya no hay debate, ni pluralidad. Debatamos en otros ámbitos, multipliquemos los foros y defendamos lo fundamental. Formemos equipos de trabajo para reformular un futuro de Venezuela con cambios viables, sin mesianismos ni aventuras estériles que terminan en frustración y en miedo institucionalizado. Aquí necesitamos líderes para tiempos especiales, no basta con candidatos.

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