El Benjamín de Musipán Arrasaría si Pudiésemos Elegir
Benjamín Rauseo; Er Conde del Guácharo, es todo un fenómeno político—posee algo por lo que nuestros politiqueros tradicionales pagarían cualquier suma: credibilidad. Lo que es admitido hasta por los más curtidos analistas políticos y las pieles más gruesas existentes en las manadas de la variopinta fauna que desde 1998 ha estado repartiendo a sus adversarios golpes bajos, cabezazos, patadas, codazos y mordiscos sin que les hayan importado los pitazos y tarjetas rojas de los árbitros de la decencia política, porque “saben” que nadie podría arrebatarle la presidencia de la república si el próximo 3 de diciembre los venezolanos pudiesen elegir.
¿Cómo ha logrado el joven de Musipán obtener una masiva popularidad instantánea con una mínima inversión, nunca antes conseguida por ninguno de los politiqueros tradicionales ni sus maquinarias políticas, a pesar de literalmente haber hecho llover dinero entre los votantes potenciales, como patéticamente han hecho los robolucionarios bolivarianos?
Porque ha logrado conjugar magistralmente en una sola persona, lo que todo el espectro demográfico venezolano siempre ha soñado:
(1) Se comporta como un mesías salvador—la única opción electoral válida, que la iglesia católica ha sembrado, durante sus 514 años de catequización religiosa, en la psique de todos los venezolanos: un hombre que personalmente y por sí solo, le dará a cada quien lo que añora y cree merecer.
(2) Se comporta como la encarnación del “vivo” que todo venezolano cree ser: aquél que hace lo que le da la gana—con total impunidad—a sabiendas de que está atropellando las normas y los convencionalismos—y como alguien a quien nadie puede engañar, porque se las sabe todas más una, como lo resume en sus muy pícaros y variados slogans: “ ni izquierda, ni derecha: centro lomito que es lo que merecen comer todos los venezolanos”; “A paso de jodedores y a alpargatazo limpio le meteremos 25 millones po’er buche”; etc.
(3) Expresa las verdaderas y muy serias necesidades reales de los venezolanos en lenguaje jocoso en vez de en los términos babosos y soporíferos demasiado trillados por los politiqueros de oficio: “la palabra clave es empleo, porque la gente no necesita trabajo sino empleo”.
(4) Da creíbles indicios de conocer realmente lo que necesita hacerse en Venezuela: concentrarse en la mejora de la economía (dice creer en el estado de bienestar social (no en esas palabras) de “un tipo que existió y se llamó John Maynard Keyness”)—cuyas políticas se ubican a mitad de camino entre las popularmente detestadas economía socialista y economía de libre mercado, las que si fuesen aplicadas en la coyuntura venezolana actual, materializarían el sueño de siempre de Arturo Uslar Pietri, invirtiendo el presente aguacero de petrodólares en obras estatales mediante la contratación de empresas del sector privado, en vez de ejecutarlas a través de estructuras gubernamentales.
(5) Mete el dedo en todas las llagas chavistas materializando el sueño de todo electorado: “!un cambio radical ya!”, haciendo un jocoso uso de todos los lugares comunes del presente inmediato: “ni un solo dólar pa’fuera: primero los venezolanos…los demás que hagan la cola”. Y
(6) “No tiene rabo de paja”, sino un envidiable currículum de ascenso social de un venezolano de orígenes humildes que se hizo a sí mimo—se convirtió; con su propio esfuerzo, en un exitoso empresario, políglota, y educado a nivel universitario.
Pero, muy lamentablemente, este sueño “hecho realidad” no se materializará porque quienes ya han echado mano hasta del asesinato (pistoleros de Puente Llaguno) y del encarcelamiento a granel de incontables inocentes (verbi gratia: los “paracachitos” colombianos), no lo van a permitir.