Las dos Venezuelas
Bien sea desde el génesis originado en la visión de los palafitos percibidos por Américo Vespucio o derivándose de la lengua indígena en la cual el nombre de nuestro país significaba agua grande, Venezuela era una sola. Pero desde hace algún tiempo es bifronte. Existen dos Venezuelas.
Existe una Venezuela encerrada dentro de las paredes y otra en la calle. La de la calle es temerosa por las razones de la inseguridad personal; pero también por la guerra psicológica desatada por el actual gobierno. La mayoría de los venezolanos temen expresarse pues le temen a las listas maisantas, a ser identificados como críticos del actual estado de cosas por la cual se transita. Aquí el Estado es todopoderoso, los poderes públicos están en un solo puño. Aquí se instaló un capitalismo de estado que es el mayor poseedor de la riqueza, de una heredad malgastada, depredada e improductiva.
Miedo a ser imputado. Temor de perder una pequeña propiedad privada. Prevención exagerada a ser castigado por fallar en una declaración de impuestos. Desasosiego por ser visto como un candidato a ser suprimido de la nómina de algún ente publico o de alguna misión seudo cooperativista. Zozobra por no ser adjudicatario de sus documentos de identidad. Recelo de que sus hijos sean adoctrinados con ideas que no son de la tradición familiar.
Desde los muertos, aun sin reivindicación, del once de abril; pasando por la amenaza de los puñales que significan el Seniat, la judicatura y el control bancario; hasta llegar a los listados identificadores de la voluntad de los electores el miedo se ha apoderado de los venezolanos. No opinan, esconden sus pareceres y hasta juegan al abstencionismo electoral. Temen votar pues su voto puede servir para legitimar y no para elegir.
La otra Venezuela es la que vive dentro de las paredes de sus casas. Allí, aun en voz baja, nos quejamos del desgobierno. Eso lo hacen tirios y troyanos. Desde el que medra una prebenda misionera que tarda en llegar o es promesa incumplida, pasando por quien tiene un contrato para refaccionar aceras y no le pagan las valuaciones, hasta aquellos que hacen muy buenos negocios con el aval del todopoderoso detentador del poder. Desde luego están aquí, en la Venezuela encerrada en sus paredes, rumiando desengaños, la mayoría de los venezolanos que no están en las misiones, que no tienen contratos del gobierno y que a duras penas están identificados con los documentos adquiridos en una misión de identidad pero que no disfrutan de la economía de puertos.
Deberá llegar el día en que las frustraciones sean tal magnitud que las dos Venezuelas se integrarán y como una sola entidad reclamen lo que en justicia democrática le pertenece que es vivir con bienestar en libertad y sin terror.