Opinión Nacional

Las proposiciones económicas del candidato comunista

La presentación de Hugo Chávez de su candidatura ante el ministerio de asuntos electorales no pudo ser más patética. Su mensaje, carente de toda sorpresa o improvisación ingeniosa, estuvo cargado de proposiciones que huelen a naftalina, porque plantea seguir utilizando a Venezuela como el laboratorio donde se ensaye ese desvarío llamado socialismo (comunismo) del siglo XXI, como si este orden no hubiese sido el mismo desde que Lenin, primero, y Stalin, después, lo impusieron en Rusia a punta de soldados, bayonetas, fusiles, cárceles y campos de concentración.

El comandante vernáculo sufre de un autismo muy particular: no acepta que el Muro de Berlín se derrumbó en la realidad y en los sueños de la gente. Pretende convencer a los venezolanos de que el comunismo es una utopía igualitaria que solo requiere ser bien instrumentada para que produzca efectos balsámicos en el pueblo, cuando la realidad histórica demuestra que sólo produjo miseria y opresión en todos los países donde se implantó, pues es un sistema anti natura que atenta contra los impulsos más espontáneos del ser humano. Por ignorancia o sevicia oculta que todas las naciones que superaron el atraso y alcanzaron el bienestar, lo lograron gracias a que organizaron sus economías sobre la base de mercados dinámicos y competitivos, en los que creció de forma sostenida la inversión y se protegió con celo la democracia, la propiedad privada y el Estado de Derecho.

Después de la Segunda Guerra Mundial, la prosperidad que habían logrado las sociedades europeas y los Estados Unidos, la fueron alcanzando lenta pero progresivamente naciones pequeñas como Taiwán, Corea del Sur, Hong Kong, Singapur y el resto de los tigres asiáticos, que vivían hundidos en la miseria más cruel hasta el final de esa conflagración. Estas sociedades se vieron favorecidas por la Guerra Fría, pues cuando los Estados Unidos, para detener la expansión del comunismo a escala planetaria, objetivo básico de Stalin, decidió transferirles cuantiosos recursos financieros con la condición de que abrieran sus economías a los mercados mundiales, pudieron crecer a un ritmo alto y sostenido. Hay que agregar, además, que las naciones altamente desarrolladas antes del conflicto bélico que quedaron devastadas por la guerra -como Alemania, Japón, Francia e Inglaterra-, se recuperaron en pocos años (menos de los que tiene Chávez en Miraflores), debido a que, al igual que en el pasado, sus economías se organizaron a partir de la economía de mercado. En cambio, la Unión Soviética y toda Europa del Este, cuyos países disfrutaban de altos niveles de desarrollo industrial antes de la guerra, cuando quedaron bajo la férula comunista, chapotearon en el pantano de la incompetencia, la corrupción y las carencias materiales y espirituales de todo tipo durante décadas.

Hugo Chávez, ahora que posee el control del CNE, de las Fuerzas Armadas y de todos los demás poderes públicos, le propone de manera desembozada al país que se enrumbe por el camino del comunismo. Comunismo a la cubana, primitivo y represivo, como todos. A la marcha indetenible de la globalización contrapone la endogenización (desarrollo endógeno), y frente a la cooperación internacional, el antinorteamericanismo. ¿Qué significan estos exabruptos? Que Venezuela, globalizada porque su principal producto, el petróleo, es el principal aceite que engrasa los ejes de la economía planetaria, debe dedicarse a sembrar yuca, papas y cebolla, en vez de aprovechar las inmensas ventajas que le proporciona en el contexto internacional el ser dueña de una enorme riqueza de hidrocarburos y encontrarse en la puerta de entrada a América del Sur. Resulta parecido a decirle a un genio de las matemáticas que se dedique a llevar las cuentas de una pulpería. Lo malo de esta extravagancia es que al Fondo de Desarrollo Endógeno el Gobierno le inyecta montañas de dinero, que luego desaparecen como por arte de magia en cooperativas fantasmas o en bancos “populares”, cuyos beneficiarios son unos vivos que no creen en el fulano desarrollo endógeno, pero sí en el ensanchamiento de sus propios bolsillos. Sobra decir que la rivalidad con los Estados Unidos, el principal país del planeta, es irresponsable y necia.

Frente a la propiedad privada Chávez plantea, además de las cooperativas, la cogestión y la autogestión. En relación con la cogestión, que en varios países ha sido exitosa porque funciona a partir de la negociación y los acuerdos, el comunismo del siglo XXI evidencia que es otro fracaso más. Por ejemplo, la Industria Venezolana Endógena Textil (INVETEX), inaugurada por Chávez en 2005, aún no ha producido ni un hilo, a pesar de contar con 256 trabajadores y de habérsele otorgado miles de millones de bolívares. Lo mismo sucede con otras industrias y empresas (como la productora de válvulas), que han sido quebradas ex profeso por los sindicatos chavistas para meterlas de manera compulsiva en el plan de cogestión. Estas empresas están condenadas a fracasar (igual que INVEPAL, Industria Venezolana del Papel), porque la modificación de su estatus se produce de forma autoritaria, sin que prevalezcan los acuerdos entre el patrono, los trabajadores y el gobierno. Chávez impone el estilo comunista, garantía de que el desempeño posterior de las unidades será calamitoso.

Ante la naturaleza cada vez más abstracta y universal del dinero, el caudillo de Sabaneta presenta el trueque y la emisión de la moneda local, fórmula que ha comenzado a aplicarse en el estado Lara, y que tiene el propósito de lograr que los campesinos y productores agrícolas intercambien sus productos aplicando los consejos de Heinz Dieterich, el profesor germano mexicano que descubrió la teoría del valor de Marx, cuando esta teoría había sido cuestionada y abandonada hace décadas por los marxistas más fieles. Resulta que una época en la que el dinero asume las formas más diversas, en la que pueden moverse capitales y hacerse transacciones por Internet, compras por teléfono, el dinero plástico está presente en cada vez más espacios y las relaciones bancarias a través de cajeros automáticos y puntos de venta se universaliza, Chávez le propone a la nación que retorne a la etapa en la que el bolívar no se había implantado como moneda nacional y los grandes latifundistas les pagaban a los conuqueros con fichas o en especies. La vuelta al pasado más funesto.

El candidato comunista ofrece seguir arruinando la economía del país y continuar destruyendo la democracia. ¿Aceptarán Los venezolanos este viaje a las tinieblas?

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