El Editorial

La inseguridad e inflación van juntas

La Venezuela de hoy está en una de las peores faces de toda su historia que solo puede compararse con el desastroso fin del siglo XIX, cuando la anarquía era la norma en todo el territorio y se imponían caudillitos regionales.

Ahora los flagelos que azotan a la sociedad venezolana son múltiples, pero los que generan mayor grado de inquietud son la criminalidad desatada e incontrolada y la perversa combinación de la inflación y desabastecimiento.

Lo grave es que a mayor inflación y desabastecimiento es casi inevitable que la criminalidad siga prosperando, porque los delincuentes buscarán cómo procurarse bienes por cualquier método al margen de la ley.

La única manera de detener esta carrera suicida hacia la destrucción de Venezuela como una nación viable, está en un cambio radical de las erróneas políticas que ha venido aplicando el régimen. No hacen falta más pruebas para evidenciar el fracaso integral de la revolución en crear paz y bienestar para la población venezolana.

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Un comentario

  1. Quizás lo mas impresionante son los niveles de degradación ética y moral a los que hemos llegado los venezolanos en estos últimos tres quinquenios. Ha sido una caída en picada tan abrupta que ya ni nos reconocemos entre nosotros mismos, y que se traduce en que la etiqueta del venezolano jovial y hospitalario ha sido sustituida por la desconfianza recíproca y un permanente ceño fruncido. Y es que basta observar nuestro comportamiento en la calle, desde mirar para todos los lados al bajarnos del automóvil, hasta la forma como las señoras se aferran a su cartera o a la bolsa del supermercado. Ya no somos los mismos.

    Pensar que el régimen pudiese rectificar es poco menos que imposible ya que no está en su naturaleza. En todo caso – forzado por las circunstancias – aparentar que lo hace, pero en su esencia siempre serán cambios ´´gatopardianos´´ para que todo siga igual o peor. ¿ No vemos todos los días las amenazas e intimidaciones contra la población mediante medidas represivas y hasta violentas dentro de la mayor impunidad ?. ¿ Por qué habría de cambiar ahora ?. Hemos visto que todas las políticas de seguridad ciudadana se han estrellado frente a la realidad y la delincuencia crece y domina las calles, hasta matar policías se ha convertido en lo mas natural del mundo sin contar con los miles de asesinatos que jamás son resueltos. Y es que sin una economía que brinde oportunidades, empleo e ingresos suficientes para vivir decentemente, no deja otra opción que emigrar o delinquir para medio sobrevivir. La inversión de los valores ya se ha transformado en costumbre.

    El EDITORIAL de hoy expresa una realidad, la necesidad de un ´´cambio radical´´ ante la inviabilidad de una ´´revolución´´ que nunca ha sido tal como no sea el saqueo sistemático de nuestros recursos y el enriquecimiento de una logia en el poder, no como fruto del trabajo, sino de la expoliación de las empresas y los ciudadanos de forma abierta o velada ; porque delincuente no es solo el asaltante de caminos, también lo es el funcionario que facilita los negociados mas abyectos. Y es que facilitar, estimular y proteger el ´´bachaqueo´´ y el contrabando de extracción, generadores de escasez y de una especulación feroz, son tanto o mas grave que recibir el pistoletazo de un malandro. Y es que el delincuente afecta a un individuo en particular pero las actividades de estraperlo, políticas económicas erradas y todos sus conexos y derivados, afectan a toda una nación y también la destruyen. Tal es nuestro caso.

    Muchos vemos un país destruído y con problemas de difícil solución en el mediano y largo plazo ; y de hecho, cualquier intento de reconstrucción se llevaría buena parte del siglo XXI y eso, si es que no se consolida la dictadura como ha ocurrido en Cuba por mas de medio siglo. Y es que se puede prescindir del actual presidente pero hay cola en espera de ocupar su cargo dentro de su misma gente con lo que el problema de fondo continuaría igual y hasta peor. Lo que se respira es mas incertidumbre, desconfianza e inseguridad y así es imposible planificar ni construir nada de nada. Claro, se debe tener una buena dosis de esperanza, pero asentada sobre bases reales, objetivamente comprobables y viables. Nunca montada sobre un deseo subjetivamente condicionado. Solo así sabremos hasta que punto se pueda introducir una política de ´´cambios radicales´´ en todas las esferas de la vida ciudadana y que se le puedan dar sustantividad en el tiempo para no repetir los mismos errores que nos han llevado al presente desastre. Todo está por hacer, el todo es cómo comenzar y cuándo se podrá hacerlo.

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