Opinión Nacional

¿ Y qué esperaban ?

El teniente-coronel/presidente, agotadas noticias, ha anunciado recientemente la creación de un partido único de la revolución que dice protagonizar. Mejor, ha ratificado un viejo propósito que los aliados del antiguo Polo Patriótico supieron esquivar con mucho entusiasmo, pero escaso cálculo.

Irremediable, el temperamento del mandatario -y muchos de los que nominalmente se le oponen- está ganado para algo que suele entenderse como una vertical línea de mando. No caben las dilucidaciones sobre un distinto modelo de partido y, muchísimo menos, en torno a la propia institución partidista que jamás asumirá en todos los datos diferenciales e infinitesimales que –asumimos- forman parte de sus largas jornadas de trabajo, pues, él mismo lo ha publicitado, la meditación profunda y creadora al despuntar el alba forma parte de su agenda, aunque hallamos un problema: siendo tan ignorantes y elementales, no las percibimos en su dramática complejidad a través de sus misceláneas discursivas, sobre todo cuando mil veces invoca aquello de Estados Unidos parece predestinado por la providencia a plagar de miserias este lado del mundo y todo lo demás que lo convierte en un huracán abrigado de adjetivos para la perplejidad de los ingenieros del pensamiento.

Apenas, sabemos de dos tendencias ociosas en la administración clientelar y prebendaría de sus seguidores. Por una parte, muy liberal intento, organizó su bancada parlamentaria bajo una noción muy clara y directa de representación de los estados que votaron a sus integrantes, siendo el famoso «kino» una circunstancia obligante, para luego recogerlos en una instancia partidista llamada «fracción parlamentaria» con la cautela de quien se cuida de sus adversarios externos e internos; y, por otra, capitalizada completamente esa rama del Poder Público, los lanza a un «parlamentarismo de calle», una vulgar plebiscitación legislativa que moviliza a los más incautos, tratando de disolver cualquier matiz o seria diferencia y pretendiendo liquidar las identidades partidistas que se resisten.

Partidos presupuestarios, al fin y al cabo, apuestan a unas décimas adicionales de poder, mientras el presidente Chávez los necesite en un lejano o cercano cantón electoral. Sin embargo, organizaciones como el PPT llaman la atención sobre el financiamiento público de los partidos, pues, tarde o temprano, si desean mantener su identidad, serán absorbidos por el MVR y éste, sucesivamente, por el personal retirado de la Fuerza Armada y, a su vez, de acuerdo a los parámetros cerosoleanos de la Ley Orgánica que la rige, ella copará cuánto espacio libre quede.

Un largo proceso de ocho años, no podía ser de otro modo, ha servido para decantar en lo posible la plataforma política que sustenta al régimen. Un partido único, quizá remembranza del torpe experimento que produjo las vecindades del 4-F, bajo juramento de samán y todo, literalmente aspirará el polvo de los viejos socios en las vicisitudes del poder, sin que admita –siquiera- la existencia de partidos ornamentales como en la Polonia del socialismo real que se entretuvo en el parlamento con cinco, o en la Venezuela del siglo XXI con entidades opositoras que paulatina y conceptualmente dejan de ser partidos.

Está demás decir que el susodicho partido único de la revolución también única (atención con los que se atrevan a intuirla de otro modo), confundirá su sede e instalaciones con el Estado mismo, y –a lo sumo- conocerá de un parlamento corporativo frente a los ociosos que creerán elevar sus inmunidades por encima del culto presidencial. ¿Qué esperaban después de una tonelada de improvisaciones dizque revolucionarias?

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Te puede interesar
Cerrar
Botón volver arriba