¿Desencanto?
En estos últimos días he pasado más tiempo del usual en el computador contestando algunos mensajes de amigos que se enteraron de que no estaba feliz con el resultado de las primarias. Ellos querían saber por qué y yo, la verdad, al final del domingo y durante el lunes siguiente, no sabía muy bien ese «por qué». Mi desencanto se reducía a la desilusión.
Mi esperanza de una avalancha de votantes que nos sobrecogiese a todos y al gobierno, se vio radicalmente frustrada por ese 7%. A medida que fueron pasando las horas y yo describiendo mi desilusión y falta de entusiasmo, se me fue haciendo claro que era un problema íntimo, de mi persona. Como dijo Jean Paul Sartre: «Como todos los soñadores, confundí el desencanto con la verdad».
640.000 votantes es mejor y más ilustrativo que 7%, aunque sean lo mismo, y así, con esos argumentos se mejoró mucho mi espíritu y poco a poco fui recobrando mi paciencia, mi serenidad y mi esperanza, que hoy, diría yo, está otra vez plena de ilusión y apasionadamente solidaria con las decisiones electorales que tome la MUD.
Tres o cuatro días duró mi ensombrecido futuro político nacional. Luego comprendí que la verdad es otra, que mi desilusión del momento no tiene que ver con los sucesos del futuro. Que mi apreciación del domingo de las primarias no tiene que ver con mi esperanza de que las crudas realidades que estamos viviendo y nos tocará vivir por un tiempo largo a los venezolanos, no sean igualmente perturbadoras y a su vez esclarecedoras y eso signifique que los votos se dirigirán a quienes representan un cambio ideológico y una estrategia económica, financiera, judicial y de desarrollo social, diferente a la actual.
No soy diferente de cualquier otro ciudadano que viva en Venezuela, puede ser que oriente mi vida con un estilo diferente, pero los acontecimientos y las expectativas que me inundan son similares en esencia a las de los demás. Está claro que la mayoría de los habitantes del país no estamos contentos con el actual gobierno y está también claro que ese descontento puede ser capitalizado por la oposición en muchos casos y en otros, simplemente, se mantendrá hasta el punto de no votar en las parlamentarias.
Esas son las verdades a las que me refiero, los votos vendrán básicamente de la conquista, estímulo y entusiasmo que logren los líderes opositores, en segundo lugar del convencimiento personal de que la oposición puede presentar una estrategia diferente que es interesante al votante y decide apoyarla, en tercer lugar el votante afecto al régimen que siente la desilusión colectiva del fracaso en que se encuentra el país, decide no votar por el oficialismo. Y, como siempre ha sucedido, se mantendrán una suma de votos oficialistas que permanecerán inalterados en su numero, representando la ilusión concretada por el chavismo.
En definitiva, veo claro que la oposición se llevará una buena cantidad de curules, suficientes para ser mayoría y tendrá que aprender a convivir con un gobierno problemático que no tolera ni lo hará, la esencia de la democracia. Esa es la cruda verdad. Sin pasión, sin ilusiones ni fantasías.