Por fin, la alternativa
Por fin, se concretó lo que muchos venezolanos y la comunidad internacional estaban reclamando a gritos: una alternativa democrática unitaria, creíble y viable frente al chavismo. La candidatura de Manuel Rosales es el punto de referencia necesario para que una oposición, hasta ayer dividida, desmoralizada y desmovilizada, recupere la necesaria unidad de conducción y la capacidad de movilización, para lograr la reconstrucción de una mayoría popular. Mayoría que se tuvo entre el 2001 y el 2003.
Para recuperar esa mayoría es necesario convencer a los llamados ni-ni y también a muchos chavistas desilusionados. Para eso, el candidato Rosales está haciendo lo correcto, con un mensaje de esperanza que plantea soluciones a los problemas de la población mayoritaria: seguridad, empleo, costo de la vida etc. Por fin, también la comunidad internacional tiene un interlocutor alternativo, frente a la cada vez más delirante y preocupante megalomanía autoritaria del caudillo.
La declarada voluntad de permanecer en el poder de forma indefinida, el no reconocimiento de la legítima victoria de Calderón en México, el ataque a las recientes misiones de observación electoral de la Unión Europea en ese país y en Venezuela, el apoyo al programa nuclear de Irán y sobretodo la increíble afirmación que los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001 formaron parte de una conspiración del gobierno norteamericano, que sirviera de excusa para desatar la guerra en Afganistán e Irak. En una sociedad abierta, como la norteamericana, con un agresivo periodismo investigativo y la necesaria participación en la conspiración de, por lo menos, decenas de funcionarios, sería prácticamente imposible mantener en secreto un plan, que incluía la muerte indiscriminada de miles de víctimas inocentes, la destrucción parcial del Pentágono y total de la Casa Blanca, además de las Torres Gemelas, sin mencionar los efectos económicos y psicológicos del atentado. Se trata de un craso insulto a la inteligencia y/o un acto de cinismo para ganar puntos entre el antiamericanismo más crédulo e ignorante. Finalmente, a los amigos abstencionistas quisiera recordarles que una mayoría movilizada y evidente es el mejor antídoto frente a un fraude electoral, como está demostrado ampliamente por la Historia.
Sigamos todos presionando por unas condiciones electorales aceptables, particularmente en el exterior, pero trabajemos unidos por lo fundamental: la reconstrucción de una mayoría movilizada.