Opinión Nacional

Tragedia, fatalismo y esperanza

Mientras el régimen actual se mantenga será imposible detener la destrucción de Venezuela. Ésta siempre existirá. Habrá venezolanos resignados a vivir en dictadura y venezolanos en permanente rebeldía luchando por la libertad. Pero nunca será lo mismo. Los principios y valores que la alimentaban como república democrática habrán desaparecido o el espacio para su vigencia será tan reducido que se harán ineficaces. Esta percepción genera ambiente de tragedia y fatalismo. Frente a eso se levanta una muralla de optimismo en la resistencia universitaria que los estudiantes han construido frente a la locura irresponsable del chavismo. Esperanza de un mañana mejor personificada en las inagotables reservas de la juventud venezolana. Su alegría espontánea y contagiosa se extiende por el territorio nacional e inunda de optimismo todos los sectores, pero también llena de preocupación y angustia al tirano. Sabe que murió el amor. Terminó la espera de quienes confiaron. Ahora lo ven de cuerpo entero. Un fraude, el más espantoso fraude que jamás se había ejecutado en contra de la fe de un pueblo. Siente el rechazo hasta en la mirada silenciosa y desconcertada de muchos de sus más íntimos colaboradores. Se acabó. El final se acerca. Solo podrá mantenerse en el poder sobre la base de la represión, de la violencia, del terror y la muerte porque también sabe que como nadie le cree, las mentiras y el disimulo ya no funcionan.

¿Habrá alguien que honestamente crea que se puede salir del régimen por la vía del diálogo o de la concertación para detener la barbarie, que Venezuela resista hasta el 2013 pensando en elecciones, hasta el 2021, o hasta que a Chávez le de la gana de estar en la presidencia? Todos sabemos que no tiene capacidad de rectificación ni propósito de enmienda. Ni siquiera a aceptar que a un presidente se le elige para que resuelva problemas y no para crearlos en defensa de ideologías fracasadas que este país no tiene porqué aceptar. Llegamos al borde del abismo, al punto de quiebre en esta lucha que excluye cualquier posibilidad de tregua. No hay marcha atrás. Ni para él, ni para nosotros. La impotencia del gobierno se convierte en burla cada vez que sus voceros hablan, sabe que el adversario perdió el respeto y el miedo creándose una terrible correlación en las emociones populares.

Nos preparamos para todo. No tengo dudas con relación a la apelación de Chávez a los poderes paralelos ilegítimos que ha creado, al hampa politizada que lo sigue ciegamente, al paramilitarismo uniformado que solapa con la fuerza armada regular, a las bandas anárquicas que con diferentes denominaciones financia y enfrenta entre sí para que todas dependan de él, listas para asaltar y matar. Frente a todo ello y mucho más, está la Venezuela decente, la que conserva valores y cree en el principio de legalidad, la que agrupa a quienes asumen sus responsabilidades con la Constitución que señala el camino y ofrece todos los soportes para actuar.

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