Opinión Nacional

Ipod, raeggeton y libertad

“¡No somos políticos, somos estudiantes!”, es la aclaratoria que hacen los universitarios ante el reproche de funcionarios públicos quienes les acusan de ser manipulados por grupos políticos para desestabilizar al gobierno y que les separa igualmente de rostros que en el último proceso electoral se mostraron como una opción distinta para los venezolanos.

¿Y es que acaso los estudiantes no tienen derecho a manifestar su discrepancia con las medidas tomadas en contra de la libertad de expresión sin ser acusados de golpistas o de responder a intereses ocultos de grupos políticos que han mostrado frontalmente su oposición al mandato del presidente Chávez?

Este montón de muchachos que en todo el país se lanzó a la calle para protestar, es diferente a lo ya conocido. Esta generación de protestatarios, inconformes y arriesgados jóvenes han dado una lección magistral de cómo luchar y defender la libertad. Esta generación del ipod, el ritmo de reaggeton y los celulares nos dice con sus acciones que ellos son más que sus circunstancias. Que reconocen desde su realidad del siglo de la internáutica, que ellos también son país y que están decididos a involucrarse en su historia, ya por haber sentido en la piel una mordaza que finalmente les tocó y les quema, ya por hartazgo de los desaciertos que como pecado capital pesa sobre las conciencias de sus mayores.

El hecho es que entre una música inentendible para quienes les doblan en edad y un baile erótico que sonroja hasta las moscas, los jóvenes se rebelan con pancartas reaccionarias, manos pintadas de blanco buscando la paz de un país que no encuentran y flores para los agresores que evitan el paso hacia el diálogo con la autoridad.

Pero hay más, algo más profundo que el “estamos aquí”. Es el rechazo a la política, al discurso, a las decisiones tomadas en comandos de colores de todas las tendencias, a la representación en rostros de un país que no quieren. Es la toma de la antipolítica como bandera. Es la semilla de lo sembrado por los adultos que expresaron hasta la saciedad que aspiraban un país sin políticos. Es el error cuya huella se sigue sin destino.

Es imposible concebir que las manifestaciones estudiantiles no sean políticas. Sí lo son, y lo son justamente porque ante la torpeza de tantos años que pesan sobre la espalda, los jóvenes decidieron hacer política. Su propia política. Y deben darse cuenta del gigantesco paso que han dado en la historia patria, a la vez que cuidar celosamente su discurso porque por sus gargantas habla el país que sueñan. Son faringes claras, transparentes, multicolores. Son gritos para vivir sin miedo, sin vergüenza de pertenecer a una clase social diferente a la del otro, sin esconder su tez, sea blanca o marrón. Son consignas de inclusión, de oportunidades, de paz.

Es la política del joven que se hastió de la agresión, la revancha y el desasosiego. Es el pensamiento del muchacho que carga con su morral de ideas y que busca el camino que sus mayores detuvieron.

Son estudiantes, jóvenes, futuro. Un futuro que se levanta y nos enseña que además de ipod y raeggeton también quiere libertad.

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