Opinión Nacional

Hasta luego RCTV

No será una prueba fácil para los venezolanos amanecer el próximo lunes sin el canal de televisión que durante 53 años emblematizó la apertura de Venezuela al mundo, fue el más importante laboratorio para la forja del talento nacional en un oficio típico de la segunda mitad del siglo XX, y que atrajo teleaudiencias de más del 60 por ciento con programas como Radio Rochela, El Observador,  La Señora de Cárdenas, Boves, el Urogallo, Estefanía, Primer Plano, Expedición, A puerta cerrada, Gómez, Por estas calles, La Entrevista y Los Chismes de la Bicha, para solo recordar a unos pocos.

Una programación que convocó a los venezolanos a visualizar las grandes obras de la literatura nacional con realizaciones y actuaciones que aún se recuerdan y perviven, a denunciar la corrupción, la arbitrariedad y las violaciones de los derechos humanos presentes como remanentes de las pulsiones de  un pasado no del todo olvidado ni estigmatizado, a descubrir a Venezuela en la extensión de su geografía física, espiritual y humana y a entretenernos  con un clásico del humor como Radio Rochela que era nuestra cita obligada de los lunes dónde estuviéramos, cómo estuviéramos y para lo qué estuviéramos.

Glosario de personajes y situaciones del más hondo sentir nacional, de la más intensa pasión venezolana, como que no nos sentimos ni admitimos  sin esas ganas inmensas de reírnos de nosotros mismos y de los demás.

Y eso es lo que no entiende la revolución malhumorada, con mal de rabia, arisca, simple, aculturada, resentida y vengativa; la nostálgica y sombría en cuanto que sus imágenes preferidas son la guerra, la violencia, los cerrojos, la división y el cobro de cuentas.

Todo lo que está, en fin, en contra del presupuesto de la mejor televisión venezolana de todos los tiempos, de las frases, imágenes, historias y argumentos del Ciclo de Rómulo Gallegos, de la telenovela cultural, las miniseries que exploraban las propuestas históricas de Arturo Uslar Pietri, Miguel Otero Silva y Francisco Herrera Luque y de ese andar por Venezuela sin esparadrapos, preconcepciones ideológicas y prejuicios politiqueros que ya tienen programado lo que van a encontrar y revelar.

Y aquí es inexcusable no recordar a José Ignacio Cabrujas, Salvador Garmendia, Julio César Mármol, Manuel Bermúdez, Tomás Eloy Martínez, Tomás Henríquez, Doris Wells, Amalia Pérez Díaz, Rafael Briceño, Oscar Martínez, Marina Baura, Gustavo Rodríguez, Miguel Ángel Landa, Carlos Márquez, Eva y Amanda Gutiérrez, Caridad Canelón, Cayito Aponte, Pepeto, Isa Dobles, Luís García Mora, Ilan Chéster, Yordano, Nelson Bocaranda, Marieta Santana, Mimi Lazo,  Ibsen Martínez,  Dhamelis Díaz, María Alejandra Martín, Gledys Ibarra, Nelson Bustamante,  Tinedo Guía, Miguel Ángel Rodríguez, Luisiana Ríos, Isnaldo Bravo, Berenice Gómez y tantas voces, gestos e ideas que se integraron a nuestras angustias, pasiones, tristezas, risas, apuestas y decisión de no cejar en el esfuerzo porque Venezuela sea siempre un país  libre, democrático, plural y trenzado a la legalidad.

De modo que razón tiene el gorilaje chavista siglo XXI para ir “desbaratando   encajes” (Andrés Eloy Blanco dixit) de nuestra formación histórica más íntima, de nuestra identidad más entrañable,   para intentar transformar a un pueblo de hombres libres en el rebaño que lo corea y sigue en los incontables sainetes que escenifica cada día.

Y para lo cual necesitaba aplastar, borrar y sacar del aire  a RCTV, pulverizar su historia, arruinar su material de archivo, destruir sus equipos, cesantear  a sus trabajadores, no perdonarle a sus comunicadores, actores, técnicos y empleados su decisión de no pararle a una revolución que más parece un número de circo que un suceso de la historia y la amenaza de condenar a su teleaudiencia a calarse los hórridos productos audiovisuales del canal 8, Vive TV, Telesur y todos los adefesios radioeléctricos que continuará implementando el chavismo mientras sobreviva.

Y cuya mejor carta de presentación es esta camada de “creadores” que han corrido a aplaudir,  respaldar y participar en el asesinato de RCTV (comunicadores de la escuela de Izarrita, cineastas de unas pocas películas pero todas financiadas por el estado, poetas que reciben premios no tanto por poetas como por haber sabido callar, humoristas joselianos y novelistas, cuentistas, historiadores y filósofos con mano y facturas sueltas para pensar y escribir, pero sin traspasar la liturgia por la que Chávez es loado como “el más grande revolucionario de todos los tiempos”.

Y si se resbalan,  los espera la Confesión del poeta cubano, Heberto Padilla, o los 7 años que pasó en una cárcel coreana el poeta venezolano, Alí Lameda, por haber dicho unas bromas inocentes, el primero contra Fidel Castro y el segundo contra Kim Il Sung.

Y es que si bien es cierto que estoy escribiendo estas notas y que las mismas no me llevarán “por ahora” a aquellas “cuatro paredes blancas” de que habla, Joan Manuel Serrat ¿qué duda cabe que ya estoy en los archivos, bien documentado, notariado y notificado y en espera de que me llegue el día, y, bien por una decisión de las policías políticas, o de las bandas de civiles que sitiaron el jueves a FEDECAMARAS y el viernes a
Globovisión, reciba “mi merecido” por no haber sabido reconocer el rayo y el trueno que anunciaban la redención de los pobres y la salvación de la humanidad?
      “Todo tiene su tiempo” parecen decir los “analistas” de la salas situacionales de MIraflores, la vicepresidencia y el MIJ, “y en lo que tarde en aparecer el nuevo modelo de la Audi, la  Toyota,  Chrysler, o  BMW, no habrá más este canal, aquel periódico o aquella emisora,… anótelo ahí compatriota”.

Porque es bueno saber que el tiempo no se mide entre los burócratas de la “revolución bolivariana” en meses y estaciones del año identificados con las cosechas, la productividad o los sucesos históricos, sino con las marcas y modelos de las camionetas y carros de lujo que salen al mercado y son parte de las pasiones de los socialistas revolucionarios, sauditas y petroleros.

Así por, ejemplo, los militantes del grupo Alexis Vive” que sitió el viernes a Globovisión llegaron, tanto en autobuses de una alcaldía oficialista, como en una ristra de los últimos modelos de GM, Ford Motor, Toyota, Nissan y hasta de BMW que sembró el pánico por las cantidades involucradas en términos de dólares, euros y yenes.

De la misma manera  que en los cuarteles se arenga a los soldados desde los capots y parrilllas de las Hummer y Autana para que no cejen en su empeño de contener a los oligarcas, los imperialistas y los vendepatrias de los periódicos, canales de televisión y emisoras de radio.

“Pase usted por un cuartel” me comentaba recientemente un coronel “y verá cómo los soldaditos que antes se empleaban en el cuido de la haciendas y la reparación de las casas de los oficiales, ahora deben lavar, cuidar y reparar las camionetas y carros de lujo de la nomenclatura castrense”.

       Y todo cual explica con creces el  pánico que le tiene el gorilaje chavista siglo XXI a todo cuanto implique revelación de sus pequeñeces,  mezquindades, miserias, estafas e inutilidades; el miedo a que no se sepa que eso fue lo mismo que instrumentaron rusos, chinos, vietnamitas, polacos, checos, húngaros, rumanos  y alemanes del este, pero para correr a desprenderse, renegar y corregir el más catastrófico e irracional error de su historia; a que se ignore que hasta los cubanos esperan con impaciencia  la muerte de su longevo dictador para correr a retomar la senda de la racionalidad, la modernidad y la legalidad.

      Es, en definitiva, “el amor y terror a las palabras” de que habla el filósofo Briceño Guerrero, que es también “el amor y terror a las imágenes”, ya que no hay un solo dictador en la historia que no haya pretendido callar a los demás, pero para hablar el solo y sin el susto de que alguien le grite o susurre que está equivocado, que como dijo el libertador, Simón Bolívar: “Todos los pueblos del mundo que han lidiado por su libertad, han exterminado al fin a sus tiranos”.

      Y por todo ello, no adiós, sino HASTA LUEGO RCTV.

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