Responsabilidad dirigencial
Tenemos varias asignaturas pendientes con relación a los fines de la democracia, el ejercicio de la política y al funcionamiento de los partidos, entre otras. Los temas deben abordarse sin más dilaciones. Tanto en el campo teórico como en la práctica concreta, a la vista de propios y extraños. Estamos padeciendo los estragos de un régimen alejado de sus obligaciones constitucionales que apela a los recursos ilegítimos comunes a las dictaduras para enfrentar a un pueblo que se radicaliza en su contra, dispuesto a asumir todos los riesgos para recuperar la dignidad perdida.
Quienes me conocen saben que el actual presidente de Estados Unidos, Barak Obama, no es santo de mi devoción. Por eso procuro seguirlo hasta en detalles, analizando serenamente sus posiciones, reconociendo lo bueno y cuestionando imperdonables omisiones en momentos críticos. En abril de 2012, en Cartagena de Indias, hizo una afirmación que viene como anillo al dedo para recordar las obligaciones de nuestra dirigencia para alcanzar el cambio necesario. Entre otras cosas dijo: “… la historia demuestra que las naciones son más fuertes y más exitosas, cuando tienen legislaturas vigorosas, magistrados independientes, una prensa libre, militares profesionales bajo control civil, sociedades civiles fuertes y gobiernos transparentes que atienden a las necesidades de sus ciudadanos”. Venezuela es, para el día de hoy a esta hora, la antítesis de los inobjetables comentarios señalados.
Pero la nación, es decir los habitantes de este territorio tan abandonado a su propia suerte, necesita de la presencia activa de dirigentes partidistas e independientes, de la sociedad civil considerada integralmente, que se coloque a la cabeza de la lucha por la libertad y los valores democráticos. Los políticos deben ser “la voz de los que no tienen voz”, quienes asuman la primera línea de la lucha, como lo han hecho quienes están siendo víctimas de la represión en las cárceles de la dictadura. Dejar de lado el miedo y los cálculos personales o de grupo para satisfacer ambiciones extemporáneas o desmedidas, cuando están en juego principios irrenunciables.
Hay quienes simplifican diciendo que el pueblo está resignado a lo peor y que los militares están vendidos. Grave error. Ambos factores están esperando por una dirigencia empantanada en lo estrictamente electoral.