Policías en la mira
“¡Las armas las tiene el enemigo, hay que quitárselas!”, es un imperativo contenido en el libro La guerra de guerrillas de Ernesto “Che” Guevara, texto de cabecera de la guerrilla urbana de los años sesenta en Venezuela. Tal incitación fue puesta en práctica en ataques a mansalva contra policías de punto en Caracas y otras ciudades, quienes eran asesinados para robarles sus Smith & Wesson 38 de reglamento. La referencia nos viene a la memoria porque este año, solo en la ciudad capital, ya se cuentan 45 policías asesinados, sumados a 121 durante el pasado año. En su mayoría, los agentes fueron despojados de su arma de reglamento. Aunque los asesinos de ahora no hayan leído ni se inspiren en Guevara, sus actos remedan sus lecciones. Hoy los motiva el inflado precio de un arma de fuego, pero sobre todo, los alienta la impunidad ya institucionalizada eh el país.
En cualquier nación donde prevalezca el interés por garantizar la seguridad ciudadana, estos hechos constituirían una crisis de Estado, un caso de emergencia nacional. Pero en nuestra “revolución bonita” son apenas una cifra diluida entre los más de 20 mil homicidios que se registran anualmente. Un tema menor, o inexistente, en la agenda de los poderes públicos del Estado, un tópico que no le resta espacio al tiempo dedicado a forjar ventajismo electoral, a fantasear una ridícula épica antiimperialista, a inculpar a los viajeros por la debacle financiera del país, a esconder el desabastecimiento en una inventada “guerra económica”…
No sabemos si la indiferencia ante hechos tan terribles y amenazantes se corresponde con la opinión de aquel capitoste que dijo: “Si no les gusta la inseguridad que se vayan”, pero, ciertamente, por un palpable acto de omisión, el Estado venezolano se convierte en cómplice de estos crímenes.
