El Heredero de Chávez
Dado que es imposible pensar en el desalojo electoral de un gobierno montado sobre un sistema electoral fraudulento, solo podemos imaginar su finiquito por vías, todas accidentales, que reflejarán el ya obstinado criterio del país, o de algún sector que se erija en representante nuestro, para acometer el ansiado suplante político en base a consensos de emergencia.
Pero como los «suplantadores» tendrían que provenir de un sector con la fuerza suficiente para operar ese desplazamiento, los cultores de esas salidas dirigen su mirada hacia los altos dirigentes actuales. Son aquellos con capacidad de enviarle a Fidel de regalo, para disfrute de sus últimos días, la compañía de su mas aventajado y próspero pupilo, que parece condenado a sucederle por muy poco tiempo, si es que fuere el caso, en los quehaceres de revulsivo continental.
Quien quiera heredar a Chávez deberá ponderarlo hasta el momento de decirle adiós, una madrugada de estás, con el mandamás respondiendo mocoso y bañado en lágrimas, ya montado en la escalerilla de un avión de Cubana de Aviación.
«El Heredero» Deberá hacer sentir a toda la gama de corrientes, tendencias, camarillas, facciones, o como se llamen u operen las mafias congregadas a su alrededor estos ocho años, que «él ungido» será, sin los defectos de Chávez, un protector de todos sus intereses.
No es una un a tarea difícil de concebir en abstracto, pero es casi imposible corporizar en alguien que quiera, como José Vicente Rangel por ejemplo, sostenerse como «el heredero» en el tiempo, mientras Chávez dura y deteriora sus capacidades de arbitraje la propia y la del viejo zorro Marciano.
La razón es sencilla: la pelea de pirañas por las presas obligó en el pasado, y obliga ahora mismo, a definiciones. Siete (7) magistrados del Tribunal Supremo quieren ser defenestrados y que por «mafiosos», por los muchachos de mandado de Chávez, en la Asamblea Nacional: ¿de quienes son esas cabezas?, ¿quien es su defensor?
El árbitro si no es Chávez como hasta ahora, odiado y amado por sus propios socios mayores, deberá alguien que de arranque tiene los amigos y enemigos ya dispersos o agrupados, que contabilizan también de un lado a los que ayudó y mucho, y del otro a los que les metió zancadillas, desatendió sus anhelos de ponerlos donde «haiga» o lo más común: a sus competidores que son una decena con posibilidades reales.
Mencioné a José Vicente, porque me pareció el único astutísimo político chavista, con suficiente estomago de perro y cuero de armadillo, o de cocodrilo, para olvidar agravios de competidores y tratar de armar el club de expelidos del favor de Miraflores, y dar consuelo y beneficios a la sombra de este viejo saman de la cuarta, aunque pintarrajeado de rojo.
José Vicente trasplantó su samán de sombra clientelar e impunidades, al lado del gobierno. Es un trabajo de filigrana, cuidadoso y audaz, para también proteger a los que quieran irse pasando en sus afectos, sin romper abiertamente con el caprichoso caudillo despechado, que exige incondicionalismos perrunos.
El problema de Rangel, que armó desde diciembre esa casa de citas de nostálgicas meretrices del poder de la cuarta y de la quinta, que acuden presurosos a celebrar los equilibrios y ponderación del veterano izquierdoso, es precisamente que su samán es trasplantado y de ya secas y quebradizas ramas principales. Miren por ejemplo como quieren reventar tempranito su otrora poderosa rama hacia poder del Tribunal Supremo.
Todos saben que por más fértil que sea el terreno en el que busca reverdecer, de intermediario de una racionalidad de puente con el poder atrabiliario, del que sigue siendo alcahuete, tiene pocos chances, a su edad, de convertirse en un camino de futuro.
Veremos cuanto pesa la maldición de la vejes avanzada, pero el propio «chente» sabe que apuesta contra los imponderables de la naturaleza.
El otro heredero, el delfín «de los bonitos ojos verdes» (HCF dixit), que trastornaron el verbo dicharachero del mandamás en varias ocasiones, que si bien ya no es ponderado semanalmente, si es aceptado como socio confiable. Diosdado Cabello fue armando astutamente un poder financiero y mediático impresionante, con el cual persuade de su colaboración «desinteresada» con fidelidad perruna al mandamás.
El único otro, quizá con mas chance que los anteriores, porque suma inteligencia a lo taimado del teniente y eventualmente hasta el apoyo del anciano ensoberbecido en su rol de Fouchet, armador del poder real, es el psiquiatra y actual Vice, en quien cifran las esperanzas de sucesión «los civiles» que son muchos mas que «los militares».
Si Jorge Rodríguez, llamado a compartir el poder que da administrar muchas decenas de billones, en la cúspide de artificialidad del poder electoral chavista, que él creo para su comandante, lograra salir indemne de las sacudones que vienen, en todos los frentes, allí está «el heredero» mas probable, si es que Chávez, precisamente por eso, no le agarra rápida ojeriza.
Pero no subestimemos al pichón de déspota: él, mejor que nadie sabe, que lo único que puede hacer tolerable el despojo del poder, en dejarlo en manos de alguien que pueda garantizarte la impunidad. Algo así como hizo Richard Nixon con Gerald Ford.
Como no faltan maledicientes, quisiera aclarar que este fue un ejercicio de política de «ficción realista», más probable de lo que ustedes se imaginan, pero yo abogo y seguiré abogando por la otra solución, la real, la necesaria para volver a ser una nación viable: adonde va el péndulo… luego de este desastre de Chávez y sus eventuales herederos.
Apuesto solamente a amputar quirúrgicamente la gangrena de varios segmentos del Estado venezolano, para rehacer su economía, su tejido social, sus instituciones y hasta desinfectar su cultura política.
Llegó la hora, amigas y amigos, de armar desde la red la referencia política que se prepare para intervenir en la crisis y empujar el péndulo…
La única sucesión que aceptamos, es devolver el país a la racionalidad y entonces construiremos una mejor oferta de futuro, que ya estará diseñada por los verdaderos herederos, la mejor elite profesional, incluyendo estadistas, del país que Chávez hizo sus victimas en ocho años de rancho ideológico.