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Perdición, bullying y poca ética

La defensa de la patria no se demuestra con una firma ni con gritar en “cadenas comunicacionales” improperios a los adversarios y supuestos enemigos; menos si se usa este recurso con fines electoreros. Ciertamente, los venezolanos, sin distinción alguna, tenemos deberes y derechos que cumplir a favor del país. Además, de mostrar capacidad para ser responsables con nuestras formas de convivencia. Sí, en esta Casa Grande, donde vivimos todos, cabe la homogeneidad, la diversidad y la heterogeneidad; pero necesitamos reorientarnos en teoría y praxis; porque la patria es de todos los que nacimos en ella, de los que llegamos de otras tierras y nos nacionalizamos.

Los actuales gobernantes, al estilo totalitario, crean enemigos externos e internos para mantenerse en el poder e intimidar al pueblo. Pero sin llegar a la paranoia, por supuesto la nación, tiene ambiciosos enemigos. Es por ello, que hay que estar alerta y defenderla de manera integral, total. Puesto que los peligros no solo vienen de afuera (Invasión e intervención como cubana, pérdida de territorio caso Guayana Esequiba, penetración imperialista, coloniaje, la controvertida inmigración ilegal, etc.). A lo interno de un país, pueden surgir pésimos gobiernos que debilitan la economía, soliviantan odios, deterioran la convivencia, prohíjan desempleo, sediciones, divisiones, revueltas, golpes de Estado, emigración, fuga de cerebros y capitales, etc.

Un gobierno verdaderamente nacionalista integra a la nación, respeta y atiende a sus adversarios sin despojarlos de sus derechos. La “revolución”, no ignoran que en el país, como en las demás partes del mundo, existen seres humanos, conjugados en varias generaciones de pensamientos disímiles y de diferentes ideas políticas. Pero no entendemos, ¿por qué el Gobierno Nacional, los Poderes Públicos y demás instituciones, que tienen el deber constitucional de atenderlos y defenderlos, sin discriminación alguna, no lo hacen? Peor, no los escuchan, establecen trampas para dividirlos, enfrentarlos y soliviantarlos, hasta hacerlos ver como antipatriotas. El gobierno de Nicolás Maduro no reconoce a la oposición, sólo la ataca. Ineludiblemente, todos los pobladores de nuestro querido y amado país, tenemos que colocar las cosas en su lugar y resolver nuestros conflictos. Los conflictos no se resuelven solos; necesitan de la autoría decisiva y responsable de la población. Porque, la atención y defensa de las personas, no se pueden quedar, nada más que en el papel constitucional y la vocería. Funcionarios gubernamentales y particulares somos garantes para que no se violen los derechos de personas. Un pueblo valiente como el venezolano, no puede dejar que por comodidad, por falta de previsión o indiferencia, gobiernos incapaces, irresponsables y corruptos, hagan los que les venga en gana con los recursos de la nación y con nuestros derechos. Al espíritu de la Constitución hay que practicarlo y ponerlo en acción diariamente; pero nunca hacerlo adefesio jurídico, ejercicio selectivo de justicia o de segregación.

Cualquier asomo de parcialidad política, económica o social, destroza la estabilidad, la justicia, la unidad y la paz. Es por ello, que los actores políticos, deberían ser los más celosos guardianes de la justicia y respeto de los DDHH. El acoso político (verbal, físico o psicológico; directo o indirecto), Como práctica antipolítica e incivilizada, no puede usarse para condenar al otro a la condición de la tragedia del maltrato y del no ser. ¡Que horror! Estamos involucionando y pocos nos damos cuenta. No se equivoca Jurate Rosales, notable columnista venezolana, cuando en su artículo, La Maldición Alcanzó a los Hijos, escribe: “El primitivo, brutal, salvaje modo de responsabilizar a los hijos para transmitir de generación en generación odios y venganzas, reaparecen en la Venezuela contemporánea, quizá con el discurso violento del chavismo y su 16 años de permanencia. Es un regreso al salvajismo y la maldad en su más repulsiva forma, porque busca hacer sufrir al padre, atacando a sus hijos.” (El Nuevo País, 30/03/15). El extinto presidente Hugo Chávez, a mediados de 1999, se estrenó, con una de estas primitivas prácticas cuando la aplicó contra el hijo, del para entonces senador de la República, Lewis Pérez. Sin lugar a dudas, estas prácticas imitan a “capos” y narcotraficantes. Jurate Rosales, para reforzar sus argumentos contra esta resucitada, abominable, y ahora, recurrente práctica, recurre al profeta Ezequiel que vivió en el siglo VI antes de Cristo: “el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo.” Jurate Rosales, es ecuánime y justa en sus apreciaciones puntuales y totales. Refiere, con preocupación, las agresiones que mutuamente se propinan oficialistas y opositores. Pues, algunos miembros de los dos bandos, sin reparar en el daño que se hacen, contribuyen en el deterioro de nuestras costumbres y detrimento de la República.

El gobierno de Nicolás Maduro practica el más repudiable bullying político. Traducido en acoso, persecución, abuso de poder, cárcel, maltrato físico y psicológico contra sus oponentes, que viola entre otros, al Art. 46 de la Constitución de 1999. Los casos que más impactan, son los aplicados contra los familiares de estudiantes detenidos en protestas y las esposas e hijos de los presos políticos, como lo que sucede contra el general Raúl Isaías Baduel, Leopoldo López y el alcalde Antonio Ledezma. Además, no nos quedemos aquí, tal como repudiamos las miserias del oficialismo, tenemos que hacerlo, de igual manera, cuando ciertos factores de la oposición lo utilizan contra algunos familiares de personeros y funcionarios de la “revolución”. No puede existir excusa, ni coyuntura estructural ni ideológica que aprueben delitos, persecuciones y ensañamientos políticos de esta naturaleza.

Como dice el valioso ensayista Miguel Ángel Campos, palabras más, palabras menos: “A lo largo de nuestra historia, los venezolanos hemos dejado muchos conflictos sin resolver.” Y tenemos, ciertamente, que resolverlos de manera definitiva. En esta dirección, es inadmisible un gobierno que divida a la nación, bajo el dominio de un pensamiento único, que ofrece nacionalidad para unos y exclusión para otros, que nos llama a firmar contra el infeliz Decreto Obama, mientras nos obliga a aceptar las violaciones de DDHH, la corrupción, la impunidad, la destrucción de la economía y del futuro del país, en nombre de una revolución fracasada. Este gobierno “revolucionario”, bien merece ser derrotado por la vía constitucional y democrática; porque, solo ofrece perdición, bullying y poca ética.

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