Opinión Nacional

¿Ocupará UNT estos vacíos políticos?

La URSS; creada a partir de 1917 y transformada por Lenin y Stalin desde un muy atrasado territorio agropecuario y campesino hasta una potencia mundial urbana, industrial, espacial y nuclear, colapsó en las manos de Gorbachov en 1981, tras 74 años ininterrumpidos de intentar crear al socialismo y al hombre nuevo inventado por Karl Marx. Un periplo similar—llamado hoy “ingeniería social”—transitaron todas las otras naciones que siguieron—no soñando con el bucólico socialismo—sino (A) Odiando al libre mercado y a la libertad individual; (B) Lanzando a la hoguera de la intolerancia y del totalitarismo, las ideas de Jean Jacques Rousseau, del Barón de la Brède et de Montesquieu y de Adam Smith; y (C) Soñando con lo que harían quienes lograsen ponerle la mano a ese poder súper-absoluto—más absoluto que el de los déspotas y reyes “designados por Dios”—a los que suponía desplazaría el socialismo.

Políticos de todo origen y estirpe todavía se rehúsan rotundamente a modernizarse: a hacer desaparecer de su vocabulario el adjetivo “social”—y a pesar del espejo descrito en el párrafo anterior, y de haber inventado toda una variopinta galería de socialismos reales; donde destacan la “social-democracia” y la “democracia-cristiana”—y de enfurecerse cuando les dicen lo que son: populistas (en el peor de sus sentidos), siguen horadando y descendiendo por el hueco perforado por la URSS, en vez de intentar escalar al Everest político que ya ha sido coronado por los Estados Unidos de América.

Y lo que es peor, ni siquiera se dan cuenta que actúan como descubrió Adam Smith: “El hombre es movido por el egoísmo y el afán de lucro”—incluidos hasta los misioneros cristianos que han hecho “voto de pobreza”, porque actúan así mientras sueñan con las “eternas recompensas” con las que Dios los prodigará en el más allá.

Le temen a los verdaderos poderes (muy en plural) descritos por Montesquieu: un parlamento y una magistratura judicial que los mantenga a raya, sin darse cuenta que esos sabios conceptos del Barón crean más bien políticos realmente poderosos—pero no para hacer lo que les de la gana, sino para construir un verdadero Estado y una verdadera Civilización Moderna, donde ellos serían los modelos a seguir, mientras sean honorables y eficientes—y sabios; como aquél griego que dijo: “Yo solo se que no se nada”. Le temen en realidad a su incapacidad, que es ficticia, que es una fantasía producida por su baja auto-estima creada a su vez por los dogmas cristianos que les dicen: “polvo eres” y los dogmas marxistas que les dicen que el individuo debe dejar de existir.

Se niegan a reflexionar sobre esos dos mayúsculos absurdos que son desmentidos diariamente por millones de seres humanos quienes desde todos los ámbitos (deportivos, artísticos, científicos, etc.) logran éxitos realmente extraordinarios, algunos tan asombrosos que nos parecían imposibles—y ninguno de ellos conquistado por un colectivo, sino específicamente por individuos.

La Evolución descubierta por Charles Darwin hace ya siglo y medio que nos enseñó que las tradiciones y costumbres deben dar paso a nuevas y mejoradas formas de comportamiento y de moralidad; y desde 1976 existe un término científico acuñado por Richard Dawkins que describe al elemento primordial al que hay que prestarle atención en lo político: el meme, que sólo sobrevivirá si se replica a sí mismo debido a que produce una mejora social.

Los primero-justicieros que ahora están a cargo de rediseñar el partido de Manuel Rosales (Un Nuevo Tiempo), no van a llegar a ninguna parte si siguen con la rezadera y el populismo que dominaba a sus partidos originarios—y por su culpa, las nuevas generaciones de venezolanos continuarían horadando y hundiéndose en el orificio que la URSS cavó para sí misma y para toda otra nación que siguió a la estupidez político-económica de Marx. Si realmente quieren crear una “alternativa pluralista”—como cacarean—están obligados a reestudiar a los ya mencionados Rousseau, Montesquieu y Smith—y también a Darwin.

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